Sin dejar a nadie atrás

El menor de los problemas

La necesidad de un mediador entre los empleadores y el gobierno impulsó la integración de la Coparmex, la cual asesoró a los legisladores para concretar los derechos laborales.

Todavía en 1931, cuando se discutía el primer Código Federal del Trabajo, la prensa hervía con notas desesperadas sobre la inviabilidad de sostener un “derecho al trabajo”, el mismo que se encontraba en la Constitución desde 1917. Argumentaban que los empleos no aparecen por decreto y solo existen cuando se necesitan. La necesidad de un mediador entre los empleadores y el gobierno impulsó la integración de la Coparmex, la cual asesoró a los legisladores para concretar los derechos laborales.

Lo que surgió como un ideal revolucionario conforma hoy la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. “¿Cuántas cosas se juzgan imposibles antes de hacerse?”, preguntaba Plinio el Viejo hace dos mil años. Más recientemente, el poeta palestino Mahmud Darwish lo planteaba de otra manera: “si las cosas pudieran cambiar, entonces lo imposible podría suceder”. Nosotros, quienes atravesamos una época en la que los cambios tecnológicos reducen a diario las fronteras de aquello que parecía imposible, comprendemos bien las palabras de ambos pensadores.

La semana pasada platicamos del estudio realizado por OpenResearch, el más extenso hasta la fecha, sobre las consecuencias de implementar el ingreso básico universal (IBU). ¿Quién no quisiera asegurar un ingreso por el simple hecho de existir? Pudiera sonar absurdo, pero lamentablemente, que una propuesta como esta tenga lugar no es producto de la fantasía, sino de la necesidad de lo imposible. El Departamento del Trabajo de los Estados Unidos contabilizó que, durante la pandemia por Covid-19, en ese país se perdieron 40 millones de empleos, de los cuales 42 por ciento nunca se recuperaron debido a que fueron automatizados. Por su parte, en 2020 el Banco Mundial advirtió que 50 por cientto de los trabajos mexicanos corrían riesgo por la misma razón. Al momento de su publicación, estos cálculos todavía no se habían enfrentado con la realidad de las tecnologías como ChatGPT. Desde entonces, las cifras y listas de cuántos y cuáles puestos están en riesgo por la IA no dejan de actualizarse. En abril de 2024, Tata Consultancy Services, una de las empresas indias de tecnología más grandes del mundo, pronosticó que la IA podría terminar con el 100 por ciento de los empleos en los centros de atención a clientes en el lapso de un año. Ha pasado un año y aún contamos en México con una fuerte industria de servicios personalizados orientados al cliente, aunque ya no podemos asegurar su futuro.

Daron Acemoğlu, Nobel de Economía 2024, quien se ha vuelto una referencia obligada en temas de automatización y empleo, resume claramente el panorama: “el modelo de negocio de las grandes compañías de tecnología digital no implica la creación de nuevas tareas para las personas”. OpenAI estudia las posibilidades del IBU porque vislumbra una economía donde generar dividendos extraordinarios requerirá del mínimo de trabajadores, por lo que considera escenarios donde los ciudadanos reciban ingresos que no estén ligados al trabajo, sino al aumento en la productividad que por sí misma trae la tecnología. Discutamos hacia dónde dirigir nuestra sociedad en el contexto de la transformación económica y tecnológica; ¿para qué polemizar sobre las condiciones laborales de las plataformas digitales cuando la automatización es su fin último? El debate nacional sobre la reducción de la jornada debe considerar estos horizontes, para no enfrascarse en el menor de los problemas. La próxima semana platicaremos sobre la productividad, uno de los ejes que han de ser reformulados para avanzar juntos, sin dejar a nadie atrás.

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