Arriba, desde el templete, Andrés Manuel López Obrador pregunta a gritos a los cientos de personas de Acambay que llegaron al deportivo del municipio, si lo van a apoyar para que no haya más robo de combustible.
Así le habla a esta comunidad donde en las últimas dos semanas se han encontrado dos tomas clandestinas. Y una más el día de ayer, unas horas antes de que el presidente de México viniera a pedirles ayuda.
Afuera de lugar, las personas no quieren responder preguntas sobre huachicoleo.
Un joven que vende jugos afuera del mitin y se niega a dar su nombre, cuenta que el 70 por ciento de sus vecinos se dedica a eso. A vender combustible robado, en los patios de sus casas.
A la cultura del huachicol, como le llama.
"Para mí es un riesgo latente, dañino para toda la población. No estamos lejos de lo que pasó en Hidalgo. Aquí en Acambay se abrió una zanja donde estaban 150 personas. Gracias a Dios no pasó nada".
Aquí, donde el robo es parte de la costumbre y de las actividades diarias, López Obrador pide cambiar su estilo de vida y les ofrece apoyos, les muestras las tarjetas bancarias donde les llegará el dinero y podrán sacar en cualquier cajero. Una salida.
Luego, les grita: "¿Cuento con ustedes? ¿Vamos para adelante? ¿Se acaba el huachicol? Que levanten la mano los que van a ayudar para convencer, persuadir de que no debe de haber robo de combustible. Que levante la mano".
Y se lleva esos cientos de manos alzadas y la promesa de que no habrá más robos. Al menos de quienes fueron a escucharlo.