Previo a la pandemia de COVID-19, la economía china mostró un crecimiento sólido, pero conservando una tendencia bajista desde 2010; ello como reflejo de una transición estructural en su economía. Puntualmente, el PIB pasó de una tasa de 12.2% anual en el 1T-10, a 5.9% en el 4T-19, evidenciando un menor dinamismo en la inversión y en sus exportaciones, así como las crecientes tensiones comerciales con EUA. Asimismo, la pandemia generó disrupciones severas en la economía asiática, con caídas pronunciadas en la actividad industrial, el consumo interno y la inversión. Tras una rápida recuperación inicial en 2021, el crecimiento volvió a desacelerarse debido a estrictas políticas de salud, una crisis inmobiliaria en expansión y un débil desempeño en el consumo privado. El crecimiento del PIB alcanzó un mínimo de 0.8% a/a en el 2T-22, reflejando los efectos de los confinamientos y la ralentización del sector inmobiliario, que representa aproximadamente el 25% del PIB chino.
A finales de 2022, la actividad económica mostró signos de recuperación, impulsada por los estímulos gubernamentales. Sin embargo, este desempeño se atenuó durante el 2024, pues el crecimiento enfrenta una serie de retos estructurales, como el envejecimiento de la población y altos niveles de deuda corporativa y gubernamental. En el 4T-24, los estímulos fiscales del gobierno fueron un papel fundamental para el crecimiento, con el fin de reactivar la economía e impulsar el consumo; así como para contener los posibles riesgos de una deflación y la marcada contracción del sector inmobiliario. De tal forma, en el 4T-24 la economía China se expandió 5.4% anual, acelerándose desde el 4.6% del trimestre previo; su mayor ritmo de crecimiento en 1 año y medio. En su comparación trimestral (cifras desestacionalizadas), el PIB creció 1.6% frente a 1.3% en el 3T-24, hilando 10 trimestres consecutivos de incrementos.
En lo que respecta a su moneda, en la última década, el desempeño del yuan ha sido un reflejo de los cambios de su economía, mostrando una tendencia bajista frente al dólar, con breves episodios de apreciación. Tras la reactivación postpandemia, la divisa acumula una depreciación de -14.2% respecto al dólar, donde ha experimentado episodios de volatilidad ante la incertidumbre económica y los cambios en la política monetaria del Banco Popular de China, que ha intervenido ocasionalmente para estabilizar su valor.

Con un panorama de crecimiento más moderado y una economía en transformación, la relevancia del yuan en los mercados globales sigue en aumento, presentando oportunidades estratégicas para diversificar inversiones y gestionar riesgos en portafolios que incluyen exposición al peso mexicano. En 2024, el dólar y el euro concentraron más del 70% de los pagos internacionales a través del sistema SWIFT, consolidando su papel dominante en las transacciones financieras. Aunque China posee las mayores reservas de divisas del mundo, el yuan sigue considerándose una moneda secundaria en este mercado (situándose en el octavo lugar del ranking de divisas más utilizadas), con su uso principalmente concentrado en transacciones comerciales con Asia y algunas economías emergentes. Sin embargo, su inclusión en la cesta de Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde 2016 posibilitó su estatus como moneda de reserva, facilitando su adopción gradual en ciertos sectores.
Actualmente, la significativa acumulación china de reservas de divisas le permite recibir y mantener grandes cantidades de dólares, con el fin de facilitar transacciones internacionales y estabilizar su moneda. A pesar de esto, el yuan se distancia notablemente del dólar como activo de refugio, especialmente por la perspectiva del mercado sobre los bonos del Tesoro de EUA, considerados un instrumento libre de riesgo y de alta liquidez. Aun así, con el creciente debate sobre la diversificación de reservas y con la reciente tendencia de desdolarización, el yuan podría incrementar su relevancia de manera gradual y dependiente de las reformas en los mercados financieros chinos.
Por otro lado, desde 2018 inició una guerra comercial entre China y EUA, cuando Trump implementó aranceles a diversos productos, con el argumento de reducir el creciente déficit comercial estadounidense y frenar las prácticas desleales del país asiático, en materia de propiedad intelectual y subsidios industriales. En respuesta, China impuso medidas recíprocas, con el objetivo de afectar productos agrícolas y manufacturados de EUA, aumentando el nerviosismo en los mercados globales.
