Monterrey

Homero Zambrano: Productividad y horas laborables II

Hay que considerar cambiar la perspectiva en la medida de lo posible, para poder trabajar menos tiempo, debemos primero ser más productivos.

Hace poco más de una década, en este diario, apareció un artículo llamado "Productividad y horas laborables". Uno de los puntos centrales era la relación mostrada por datos de la OECD, entre horas laborables y productividad: la relación perfectamente clara es que, a más hora trabajadas, la productividad es menor.

De los 35 países de la organización mencionada, México es el país con más horas trabajadas al año en el 2018, con dos mil 148, casi 24 por ciento más que la media del grupo. Usando los datos desde 1991, las horas trabajadas en el país son una serie estacionaria, esto es, no presentan una tendencia ni al alza ni a la baja. En cambio, para el conjunto de la OECD, las horas trabajadas han bajado de mil 830 a mil 734 en forma estadísticamente significativa año por año.

Por el lado de la productividad, medida en PIB por hora trabajada, dato normalizado como indicamos, la situación es análoga y confirma lo que los hallazgos de hace más de una década sugieren. México está estancado, y la OECD sube en productividad, al bajar el número de horas trabajadas por año: En el periodo que permite la comparación con el resto de la organización, México presentó un alza marginal de 104.97 a 107.14, estadísticamente despreciable como alza anual, mientras que la organización pasó de 86.57 a 106.5, en forma significativa estadísticamente.

Hay que notar que la comparación es con la media, no con países en el extremo contrario. Uno de los países que rondan el extremo inferior de la tabla en cuanto a horas trabajadas, Alemania, redujo del 2001 al 2018 sus horas trabajadas casi 5.5 por ciento, pero incrementó su productividad por hora 15.7 por ciento. Al 2018, los aztecas trabajan 57.6por ciento horas más que los teutones. Otro caso similar es Finlandia: redujo en el mismo lapso las horas trabajadas casi lo mismo que los alemanes, y subió su productividad 17.7 por ciento.

Claro, podríamos pensar que tenemos resuelto el dilema de qué fue primero, si el huevo o la gallina: Viene a la mente con cierta facilidad como aforismo que, para poder trabajar menos horas, debemos primero ser más productivos. Si seguimos así, seguramente nos vamos a quedar esperando. Finlandia puede hacernos reflexionar: Recientemente, su nueva primera ministra, Sanna Marin sugirió considerar semanas laborales de cuatro días, o de seis horas por día (no las dos cosas, como algunos medios han reportado). Esa posición debe darnos una pauta para abordar el tema, y evitar atorarnos con dogmas de cualquier signo. La situación del país llama a acción urgente y eficaz.

La invitación es a considerar cambiar la perspectiva. En la medida de lo posible, ofrecer horarios más cortos, o menos días de trabajo, por el mismo sueldo, a cambio del compromiso por parte de los empleados de mantener la producción total por lo menos en el nivel de antes. En los ejemplos que proporcionamos, el producto total de Alemania (las horas trabajadas por la productividad, que es por hora) creció 9.4 por ciento, y para Finlandia, creció casi 11.4 por ciento.

En el caso de empresas productoras de bienes, el resultado, y por lo tanto el beneficio es relativamente fácil de medir. Para las empresas de servicios, esto es algo más complicado; sin embargo, podemos observar que, en este ramo, es frecuente observar que la atención deja mucho que desear; esta situación, obviamente no es la mejor para atraer o retener clientes. Aquí cabe pensar si podemos lograr una atención adecuada de parte de una persona que tiene turnos de mucho más de ocho horas al día, por lo menos seis días a la semana, con frecuentes horas extra, y que además invierte mucho tiempo en transporte (otro caso en sí mismo de servicio deficiente, que merece ser tratado por separado).

Como empleadores, debemos tener visión, y considerar que como con cualquier otro bien o servicio, la mano de obra que recibimos es la que pagamos, y es precisamente la apuesta que debemos hacer, a favor de México, y de nosotros mismos: pagar lo mismo por el mismo trabajo en menos horas, bien hecho. Ya es hora de dejar atrás la visión de hacendado porfirista, y dar por lo menos el beneficio de la duda a las nuevas generaciones, como las representa Sanna Marin.

El autor es profesor del departamento Académico de Contabilidad y Finanzas del Campus Monterrey.

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