:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elfinanciero/6LNW3PBESBSKBAHVB3QWA2H5LM.jpg)
He sumado hasta el día de hoy catorce semanas de encierro voluntario, esto inició para mí en la primera semana de marzo, o sea llevamos ya tres meses.
Creo que siguen preocupando las mismas dos cosas de hace dos meses: si se me acaba el dinero, o se termina el trabajo y no hay empleo ¿qué voy a hacer?
El segundo tema es el miedo personal a ser infectado por el virus, o a cualquiera de los miembros de la familia cercana.
Creo que no hay una diferenciación determinante entre un temor y el otro. Los dos son muy poderosos.
El miedo es una emoción muy fuerte que se dispara en el cerebro reptiliano, ese que nos obliga, en una fracción de segundo, a paralizarnos o huir.
Cuando no se trata de un ataque inminente, sino de una expectativa que se va auto-alimentando, que va escalando o se mantiene activa en la mente, dando vueltas y vueltas, se crea un miedo constante que produce niveles de estrés muy alto, ese miedo puede llevarnos a tomar medidas equivocadas o drásticas que afecten a toda la familia.
Estar en la zona de miedo es cuando nos volvemos acaparadores de lo que creemos que nos puede faltar y compramos, por ejemplo, kilos de rollos de papel sanitario, contagiamos a otros las emociones relacionadas con el coraje y la ira, nos quejamos por todo y cualquier cosa nos dispara la reacción agresiva. Probablemente nos la pasamos reenviando mensajes que alimentan el miedo y la desesperación.
Pero existe otra zona de nuestra mente en donde lo que está activo no es el miedo, sino el aprendizaje. Es la zona de aprendizaje y en ella tomamos decisiones que nos permite cambiar totalmente el enfoque del miedo, por ejemplo dejamos de consumir convulsivamente lo que nos hace daño, da igual si son noticias o alimentos. Basta alejarnos de las repetitivas campañas de miedo de los medios televisivos o impresos. Dejamos de preocuparnos también de lo que no podemos controlar: nos damos cuenta que lo único que controlamos es nuestra higiene y seguridad sanitaria y nuestro trabajo cotidiano.
Además tenemos la gran oportunidad de comentar con la familia buscando tomar conciencia juntos de la situación y asumir cada quién lo que le toca hacer en estas condiciones que vivimos.
Algunas opciones son el ahorro casero, ocupar el tiempo de manera productiva, reforzarnos unos a otros con optimismo. Un gran aprendizaje es reconocer que todos, y me refiero al entorno local y regional, están tratando de hacer lo mejor que pueden o saben y en eso también nuestra familia participa. Hay que reconocerlo. En la zona de aprendizaje ya no reenviamos mensajes sin verificar la certidumbre del tema y si contribuye positivamente a la salud emocional de todos.
La tercera región de nuestra mente es la zona de crecimiento: se trata de encontrar un propósito para la familia y en lo personal. No me refiero a un objetivo o una meta, es otra cosa.
Empiezo a pensar en los demás y genero ideas de cómo ayudar o apoyar a los demás. De hecho de lo que se trata es de poner nuestro talento al servicio de quien lo necesite. Para lograr esto las redes sociales son una excelente herramienta, para conectar gente positiva con necesidades inmediatas.
También se trata de ser empático con uno mismo y con los demás, aprovechando expresar el agradecimiento de manera inmediata y honesta.
Buscamos estar en un estado emocional saludable y positivo, tratando de contagiar la esperanza. Esto también se logra estando en el aquí y el ahora, en el presente, y mirando con optimismo el futuro.
No se trata de convertirnos en yoguis, solo se trata de ser pacientes con los nuestros, buscar alimentar las relaciones, con nuestra y entre la familia, con amor y comprensión.
La propuesta de los expertos es que transitemos de la zona de miedo a la zona de crecimiento para salir de esta crisis unidos en propósitos y con esperanza para construir un futuro mejor para todos. Como decía Machado en uno de sus poemas. La idea no es llegar primero y solo, sino todos y a tiempo.
No perdamos la esperanza, hasta la próxima.
El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM.
Opine usted: hirampeon@gmail.com
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.