Monterrey

Rogelio Segovia: Apocalipsis

Desde hace casi dos años he insistido en reflexionar sobre lo que la inteligencia artificial representa para el futuro del trabajo y de la vida de las personas.

Intencionalmente, no lo he hecho desde una perspectiva técnica —es decir, hablando sobre funcionalidades o el alcance de herramientas basadas en IA—, sino desde una óptica más profunda y estructural.

No se me malinterprete: el conocimiento técnico per se no suele tener la relevancia que muchas veces le atribuimos.

Me explico: celebro que cada vez más personas se interesen por lo que pueden hacer con la IA y, sobre todo, cómo puede ayudarles en su trabajo diario. Pero el conocimiento técnico es así: lo tienes o no lo tienes. Su búsqueda suele responder más a la ansiedad por la obsolescencia laboral. Si no lo adquieres, te rezagas; si lo tienes, accedes a nuevas oportunidades.

Mi enfoque, sin embargo, ha sido distinto. Me he concentrado en analizar el impacto a mediano y largo plazo que la inteligencia artificial tendrá sobre nuestras vidas, nuestro bienestar y —sobre todo— sobre la dignidad humana.

Una cosa es que un trabajo se vuelva obsoleto y que debamos aprender nuevas habilidades; otra muy distinta es que todos los trabajos se tornen irrelevantes, y que las nuevas capacidades requeridas resulten totalmente ajenas a lo que sabemos hacer —incluso, que superen nuestras propias capacidades cognitivas.

Frente a estos escenarios que rebasan nuestra comprensión, solemos adoptar mecanismos de defensa: negamos los hechos o pensamos que los riesgos son mínimos, convencidos de que, de algún modo, saldremos adelante. Es el conocido sesgo de supervivencia.

Por eso resulta tan significativo que, la semana pasada, Barack Obama haya publicado en la red social X un comentario que debería hacernos reflexionar.

El expresidente de Estados Unidos señaló que “en un momento en el que la gente está comprensiblemente centrada en el caos diario”, debemos prestar atención al “impacto cada vez más acelerado que tendrá la IA en los empleos, la economía y nuestra forma de vida”.

Junto a este post, compartió un artículo demoledor: Behind the Curtain: A White-Collar Bloodbath (VandeHei, J. & Allen, M. Axios, 28 de mayo de 2025).

Quienes leen regularmente esta columna sabrán a qué me refiero. Se trata de la “contundente y aterradora” —así la califica el artículo— advertencia de Dario Amodei (42 años), CEO de Anthropic, uno de los creadores de IA más influyentes del mundo: la inteligencia artificial podría eliminar la mitad de todos los empleos de cuello blanco de nivel inicial y llevar el desempleo hasta un 10 o 20 % en los próximos uno a cinco años.

Dicho de otra forma: está hablando de más del 80 % de quienes leen EL FINANCIERO en general, y esta columna en particular. Empleos administrativos, gerenciales, directivos o profesionales.

Amodei afirma que las empresas de IA y los gobiernos deben dejar de “endulzar” lo que viene: una posible eliminación masiva de empleos en tecnología, finanzas, derecho, consultoría y otras profesiones similares.

Y esta advertencia no viene de un futurólogo, académico o periodista. Proviene del propio arquitecto de esta tecnología y exvicepresidente de Investigación de OpenAI. ¿Por qué lo dice? Según sus palabras, con la esperanza de que el gobierno y las compañías reaccionen y comiencen a prepararse.

Amodei señala que los gobernantes no lo entienden, o no lo creen. Que los CEO temen hablar del tema. Y que muchos trabajadores no se darán cuenta del riesgo hasta que sea demasiado tarde.

“Nosotros, como productores de esta tecnología, tenemos el deber y la obligación de ser honestos sobre lo que está por venir”, dice. “No creo que esto esté en la mira de la gente”.

¿Cómo visualiza este apocalipsis?

Según Amodei, el “baño de sangre” ya comenzó. Las grandes empresas de IA —OpenAI, Google, Anthropic— están mejorando a gran velocidad sus modelos, igualando e incluso superando el desempeño humano en múltiples tareas. Esto ya está ocurriendo… y se acelera.

Las empresas descubren las ganancias de sustituir personas por sistemas automatizados… y lo hacen en masa: detienen contrataciones, congelan vacantes y reemplazan trabajadores por agentes virtuales. El público se entera —como suele suceder— cuando ya es demasiado tarde.

En enero de 2019, durante el Foro Económico Mundial en Davos, Kevin Roose —columnista de The New York Times— ya advertía sobre el deseo, cada vez menos disimulado, de los grandes ejecutivos por automatizar empleos administrativos.

Aunque en público hablaban de “transformación digital” o “liberación de tareas repetitivas”, en privado competían por reducir plantillas a su mínima expresión. ¿El nuevo estándar? No operar con menos gente, sino preguntarse si pueden hacerlo con solo el 1 % del personal.

Como señaló entonces Roose: en los pasillos de Davos el discurso se maquilla, pero la intención es clara: cuanto antes pueda hacerse el trabajo sin humanos, mejor. (The New York Times, Kevin Roose, “The Hidden Automation Agenda of the Davos Elite”, 25 de enero de 2019).

El apocalipsis ya está aquí, y nosotros seguimos —o negándolo, o minimizándolo—. Y para cuando despertemos, tal vez ya sea demasiado tarde. Al tiempo.

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx

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