Todas las organizaciones e instituciones, tanto públicas como privadas, reconocen la importancia y trascendencia de adoptar procesos de toma de decisiones sostenibles.
La sostenibilidad implica gestionar los recursos de manera que se alcancen los objetivos actuales sin comprometer el bienestar de las futuras generaciones, abarcando los ámbitos económico, social y ambiental.
Sin embargo, esta visión integral y orientada al desarrollo humano y el respeto al ecosistema natural en el que vivimos contrasta con las acciones reales que se observan en distintos países y regiones, donde aún persisten desafíos significativos para su implementación efectiva.
Desde el aspecto ambiental, tenemos nuevamente la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París a inicios de este año, siendo éste el segundo país en emisiones de efecto invernadero.
Esta salida responde al apoyo que dará la administración de Trump al uso e impulso de combustibles fósiles. Por otro lado, China, la principal nación emisora de gases efecto invernadero, enunció su compromiso de alcanzar su pico de emisiones hasta el 2030 para lograr una neutralidad de emisiones hasta dentro de 35 años, en el 2060.
En Europa, el redireccionamiento de los presupuestos públicos para el aumento del gasto militar y de defensa puede minar el compromiso financiero y político destinado a la transición energética y la sostenibilidad.
Mientras esto sucede en el contexto geopolítico, el año 2024 se registró como el más cálido del que se tenga constancia, marcando un hito alarmante al superar, por primera vez, el límite de aumento de temperatura global de 1.5 °C establecido en el Acuerdo de París hace una década. Esta cifra no es solo simbólica: sus efectos ya se están manifestando con fuerza.
En los primeros cinco meses de 2025, hemos sido testigos de eventos extremos que evidencian el impacto directo del calentamiento global. En enero, incendios forestales inusuales en California afectaron a más de 300,000 personas, una situación impensable para esa época del año. Hace un par de semanas, el colapso del glaciar Birch sepultó a la comunidad de Blatten, en Suiza, dejando sin hogar a cientos de personas.
Estos eventos no son hechos aislados, sino ejemplos concretos de lo que la ciencia climática ha advertido durante años: un aumento sostenido en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, tifones e inundaciones; olas de calor más prolongadas y severas; sequías que amenazan la producción agrícola y el acceso al agua; y la elevación del nivel del mar, que pone en riesgo a las comunidades costeras y provoca desplazamientos forzados de población.
Frente a este panorama global incierto y contrastante, ¿por qué incorporar un enfoque sostenible en la estrategia empresarial? A continuación, presento tres puntos esenciales que pueden fortalecer las estrategias de quienes ya han adoptado la sostenibilidad, y motivar a quienes aún se resisten a integrarla:
- La sustentabilidad como un factor esencial en el proceso de toma de decisiones. El riesgo medioambiental deja de ser un elemento opcional para convertirse en un componente imprescindible en las decisiones operativas de la empresa.
- La empresa y la sostenibilidad son negocios en marcha con vida infinita. Por ello, es fundamental mantener una visión de largo plazo, con un compromiso constante y una planeación que trascienda los resultados inmediatos.
- La sostenibilidad fortalece la resiliencia. La adaptación ágil a los cambios sociales, económicos y ambientales es clave para la supervivencia y el crecimiento empresarial.
En definitiva, incorporar una estrategia empresarial sostenible ya no es únicamente una elección ética o reputacional, sino una acción clave para garantizar la continuidad del negocio, fortalecer su resiliencia y responder con agilidad a los desafíos de un entorno cada vez más volátil y cambiante.