Monterrey

Angel Maass: Economía mexicana en Mayo 2025

El fantasma de la recesión, remesas amenazadas y ruido interno.

En el gran teatro de la economía mexicana, mayo de 2025 se está perfilando como un acto particularmente dramático, lleno de giros inesperados, personajes con agendas encontradas y un público –empresarios, ciudadanos, inversionistas– que contiene la respiración.

Si alguien buscara un guion para una serie de suspenso financiero, bastaría con ojear los titulares recientes: la persistente telenovela de los aranceles de Trump, las decisiones de Banxico que ahora ve un crecimiento del PIB cercano a cero, y un cúmulo de “sacudidas internas” que van desde la presunta interferencia política en las elecciones del poder judicial y los crónicos bloqueos de la CNTE, hasta la nueva sombra de un impuesto a las remesas que amenaza con golpear a los municipios. Un cóctel servido con una buena dosis de incertidumbre.

Empecemos por nuestro termómetro financiero por excelencia: el tipo de cambio. El peso mexicano, esa divisa que a veces parece tener más piruetas que un acróbata olímpico, sigue mostrando fortaleza, aunque más bien por un dólar debilitado. una marcada volatilidad frente al dólar, manteniéndose en niveles que reflejan la cautela de los mercados. Aquí es donde la trama se espesa: el Banxico ha tenido que dar un golpe de timón a sus expectativas, recortando drásticamente el pronóstico de crecimiento del PIB para 2025 a un gélido 0.1%.

Esta revisión no es trivial; es el reconocimiento formal de que la economía mexicana navega aguas aún más turbulentas de lo anticipado. Las recientes minutas del banco central señalan las “presiones de la política comercial” y la “incertidumbre global” como actores principales.

Y hablando de política comercial, ¡vaya culebrón el de los aranceles de Trump! La reciente decisión de una corte estadounidense, declarando “ilegales” una parte de estas imposiciones, generó un suspiro de alivio global tan breve como un parpadeo, seguido de la ya familiar incertidumbre. Para México, estos vaivenes comerciales son el pan de cada día, pero uno que amarga cuando la economía interna apenas crecerá.

Pero la procesión, como bien sabemos, también va por dentro. A los desafíos económicos se añaden dinámicas internas que naturalmente capturan la atención. Por ejemplo, el papel del Instituto Nacional Electoral (INE) en las elecciones del poder judicial relacionada con presunta interferencia en procesos judiciales. Independientemente de su evolución y desenlace en la esfera política, dichos procesos suelen ser observados con atención por los agentes económicos, pues la estabilidad y predictibilidad del marco institucional constituyen un pilar fundamental para la confianza y la inversión.

A este panorama se suman los ya tradicionales actores de nuestras crisis autoinducidas: los bloqueos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Y como si la soga necesitara más nudos, un nuevo impuesto a las remesas se perfila para golpear directamente las finanzas de los municipios mexicanos. En un país donde las remesas se han convertido en un salvavidas para millones de familias y un motor crucial para las economías locales, gravar estos flujos –especialmente cuando el crecimiento nacional es casi inexistente– parece una medida que cojea por varios lados.

Entonces, ¿cuál es el panorama resultante de este tejido de factores? Una economía mexicana realizando un acto de equilibrismo extremo. Por un lado, el atractivo innegable del nearshoring. Por otro, la vulnerabilidad ante shocks externos, un crecimiento interno anémico, y una serie de decisiones y conflictos internos que generan más ruido. El drástico recorte en el pronóstico del PIB no es una anécdota; es una señal de alarma.

La creatividad aquí no está en inventar soluciones mágicas, sino en reconocer con honestidad la profundidad y la interconexión de estos desafíos.

Lo “humano” es entender que ese “0.1% de crecimiento”, los bloqueos, o un nuevo impuesto a las remesas, se traducen en menos oportunidades, en sueños postergados, en la angustia de familias y empresarios. El toque de humor, cada vez más esquivo, quizás resida en la irónica capacidad de complicar los escenarios.

Para los tomadores de decisiones, el mensaje es inequívoco y urgente: se requiere liderazgo, visión de Estado y una capacidad de generar acuerdos que trasciendan lo inmediato. La estabilidad política, la certeza jurídica y, crucialmente, la sensibilidad ante el impacto de cada decisión en la economía real, no son lujos, sino condiciones indispensables. Porque en este teatro económico, el público mexicano merece un guion donde el protagonista –el país– logre superar los obstáculos, en lugar de tropezar continuamente con ellos. Y que el próximo pronóstico del PIB, en lugar de helarnos la sangre, nos devuelva un poco de calor y esperanza.

COLUMNAS ANTERIORES

Víctor Romero: Papás Gen Z
Luz A. González: La próxima jornada electoral…

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.