Con el reforzamiento del discurso antiinmigrante en nuestro vecino del norte y las dificultades de nuestra política exterior para negociar algún tipo de acuerdo migratorio, surge la necesidad de diseñar acciones para recibir a la población mexicana que podría retornar desde los Estados Unidos.
Las cifras de retorno en los primeros meses de este año han quedado cortas respecto a las deportaciones masivas que se habían anunciado. Sin embargo, persisten iniciativas para destinar mayores recursos a las agencias de seguridad encargadas de forzar el retorno, por lo que los flujos de connacionales hacia nuestro país podrían incrementarse en los próximos meses o años.
Otra razón por la que México debería diseñar políticas para su población retornada son los altos niveles actuales de este fenómeno, ya que, además del retorno forzoso, algunos migrantes deciden regresar a nuestro país como parte de su proyecto de vida.
Algunas encuestas que preguntan acerca de la estancia en otros países para los residentes en México, muestran que entre el 5 y 10 por ciento de la población mayor de edad ha vivido en otro país.
Esta población suele ser en mayor medida masculina, concentrarse en los estados de la Frontera Norte y en otros del Occidente y Sur del país con amplia tradición migratoria.
Además, si nos adentramos al México rural, no es extraño encontrar comunidades donde la mayoría de los hombres de edad madura han estado trabajando en los Estados Unidos al menos una vez.
Si bien los estudios sobre su reintegración suelen destacar aportes favorables de la población retornada a las economías locales, debido a los emprendimientos productivos o el impulso de la actividad económica con sus ahorros y las remesas que reciben de sus familiares en los Estados Unidos, existen algunas problemáticas cuya atención desde la política pública podría mejorarse.
En los casos en los que el retorno es forzado por las autoridades migratorias estadounidenses, los efectos psicológicos negativos en los migrantes y sus familias, que en ocasiones deben viajar a México para preservar la unidad familiar, suelen ser severos.
Esto suele incluir a veces a la población infantil que debe insertarse en un sistema escolar diferente al que están acostumbrados.
Así que la política de reintegración debe incluso incorporar aspectos de política educativa y salud emocional.
Desde la perspectiva laboral, aunque después de unos años los migrantes de retorno suelen desempeñarse positivamente, en el corto plazo después del retorno la inserción laboral en la economía mexicana suele tener desventajas en los ingresos, además de ocurrir en la informalidad y en comunidades donde las oportunidades laborales suelen tener un bajo crecimiento.
No debe olvidarse tampoco que, para los migrantes que tenían un empleo en los Estados Unidos, los ingresos que pueden obtenerse en México apenas cercanos al 25 por ciento, lo que complicaría su percepción de bienestar laboral en nuestro país.
- No debe olvidarse que, para los migrantes que trabajaban en Estados Unidos, los ingresos en México son apenas el 25 % de lo que ganaban, lo cual afectaría significativamente su bienestar laboral en el país.
- Debe considerarse que los migrantes con empleo en Estados Unidos encontrarían complicado mantener su bienestar laboral en México, pues sus ingresos serían apenas un 25 % de lo que percibían.
Además, México tampoco cuenta con una política para reintegrar a sus técnicos calificados o científicos.
Contrario a lo que suele pensarse, México no tiene una tradición de políticas de reinserción favorables con sus propios migrantes. El caso más paradigmático fue la falta de devolución de las retenciones del programa Bracero en los 40 y 50 del siglo pasado.
En ese programa, se retenía una parte del salario en los Estados Unidos, que sería reintegrado al migrante una vez que retornara a México. Aunque estos fondos fueron enviados al gobierno mexicano, fue hasta después de décadas que se devolvieron a los migrantes, y en muchos casos ya no fue posible por la falta de documentación o la muerte de los beneficiarios.
En los años más recientes, ninguna iniciativa o programa de desarrollo regional suele coincidir con las comunidades de donde los migrantes suelen partir y a donde la mayoría de ellos desea retornar.
Algunas que existían, como el programa 3x1, tuvo siempre un presupuesto limitado, y ya desapareció. Quizá la principal solución de reintegración vigente es la solidaridad que surge de la experiencia compartida entre los propios migrantes y sus comunidades, pero no siempre esta ocurre o es suficiente.
Actualmente, la administración federal mexicana ha anunciado el Plan México te Abraza para recibir a los retornados, pero habrá que verificar si se contó con el presupuesto suficiente para operarlo en una escala relevante o si queda en un catálogo de buenas intenciones.
Lograr un acuerdo migratorio con Washington parece estar lejos de las posibilidades actuales, pero nada, excepto el olvido de estas comunidades, nos impide el diseño de políticas más efectivas para su reintegración.
El autor es economista y profesor investigador en la Escuela de Negocios de la Universidad de Monterrey. Sus investigaciones abarcan la economía laboral y el desarrollo económico.