¿Eres una hija miembro de una familia empresaria y no estás segura sobre tu rol en la familia y la empresa? ¡Excelente, es tiempo de tomar decisiones conscientes!
A menudo, las mujeres integrantes de una familia empresaria se excluyen a sí mismas de participar en la empresa, anticipándose y hasta facilitando una posible exclusión interna –realizada por miembros de la familia o la empresa–.
La autoexclusión, o autodescuento, puede ocurrir antes de que una hija intente ser parte de la empresa familiar, sea que esa intención se materialice a temprana edad, durante sus años de formación, en la selección de carrera profesional o en las primeras experiencias de trabajo.
En otras ocasiones, la exclusión de las hijas puede ser ejercida por miembros de la familia e incluso por quienes no forman parte de ésta pero que tienen influencia en las decisiones claves mediante patrones establecidos.
Al ejercer la autoexclusión, es frecuente que las mujeres queden fuera de la gestión de la empresa, los diferentes órganos de gobierno, la sucesión, y la propiedad.
La autoexclusión, por tanto, puede tener implicaciones emocionales, profesionales y financieras profundas, al facilitar, directa o indirectamente, la exclusión ejecutada más tarde por otros miembros de la familia, por lo que es trascendental adquirir consciencia sobre su práctica.
¿Cuántas mujeres conoces que crecen totalmente separadas de la empresa familiar?
Como anticipaba, la separación de la hija de la empresa se da por diversos motivos.
En algunos casos, la separación se origina debido a los intereses de la hija, los cuales son diferentes al área de especialización del negocio familiar.
La búsqueda de una identidad personal y profesional inicia a temprana edad, y puede llevar a la hija a estudiar o trabajar en otra ciudad, o a viajar para superarse profesionalmente y adquirir una visión más amplia del mundo. Y así, sin pensar, aquella labra camino fuera de la empresa familiar.
El progreso, bajo el estandarte del nombre propio y desconectado de la identidad de la familia empresaria, puede llevar a la hija a buscar una vía alterna. Ella adquiere capacidad profesional y fiabilidad bajo sus reglas y méritos propios, bien sea como emprendedora o empleada.
En otras ocasiones, el legado de la familia es visto como un camino rígido, difícil de ajustar a su propia pasión y felicidad, o al impacto que desea generar. Sin proporcionar una alternativa que le permita vivir su propósito, un camino inflexible puede asfixiar a la hija de la familia empresaria.
Es decir, ¿quién quiere manejar un vehículo con un conductor designado, que le impone por dónde y a qué velocidad conducir todo el tiempo? Esta situación genera una barrera; provoca inseguridades y limita la posible vinculación con la familia empresaria. Un camino propio, que le dé autonomía y le permita explorar, es más atractivo.
Por otro lado, el legado de la familia también puede convertirse en una carga. El legado representa un cúmulo de expectativas de la familia, sin consideración a los intereses de la hija. ¿Cómo llenar los zapatos de mi madre o mi padre? Uff, esta opción es abrumadora.
En otras ocasiones, la separación de la hija tiene que ver con el rol de género establecido por la familia. Este rol dicta que el camino de la mujer sea fuera de las empresas y del gobierno corporativo. La responsabilidad de la hija es, por ende, dejar a otros la administración de la empresa.
Sin embargo, cualesquiera que sean las circunstancias que originen la práctica de la autoexclusión, es importante que la familia empresaria atienda las posibles implicaciones y las evite a tiempo.
Cuando una hija practica la autoexclusión, la familia empresaria puede asumir que a la hija no le interesa la empresa y que no está comprometida con la familia, ya que no está presente. Consecuentemente, esta interpretación, “incompleta”, coadyuva a que se le deje fuera de la empresa, bien sea como empleada, accionista o miembro de algún consejo o comité.
La hija, por ende, no será considerada en la formación informal de las familias empresarias, que incluye la exposición a líderes o modelos a seguir, la observación de personas claves para modelar comportamientos, actitudes y decisiones, así como la transferencia de conocimiento y capital social.
En este proceso de formación informal también ocurre algo maravilloso: la comprensión de que el legado es entretejido por todos los miembros de la familia.
Por eso, si eres hija de una familia empresaria, antes de considerar la autoexclusión como una práctica certera para construir un camino de autonomía y logro, detente un momento. Participa, observa y hazte escuchar.
Deja abierta de posibilidad de vincularte con la empresa a futuro. Lo que te puede intimidar o abrumar es sólo una apariencia inicial; el proceso de descubrir cómo, cuándo y de qué forma puedes contribuir y desarrollar tu valor pleno en la empresa se aclarará con el tiempo.
Si eres madre o padre, sé observante de la autoexclusión; sé paciente y repítete una y otra vez: “¡no sin mi hija, pues el descuento puede salir muy caro a la larga!”.
La autora es directora académica del Instituto de Familias Empresarias para México y LATAM (IFEM) del Tecnológico de Monterrey.
Correo: m.ramirezpasillas@tec.mx