En el fútbol, como en el trabajo, nadie gana solo. Para que un equipo levante la copa, hay que armar jugadas desde abajo, pasar el balón con inteligencia, tirar a portería con decisión y —por supuesto— meter goles. Y cuando eso sucede en una empresa, también se vale celebrar en equipo.
Eso es, precisamente, lo que representa la PTU: la Participación de los Trabajadores en las Utilidades. O como podríamos decir en lenguaje futbolero:
- P de Pases: porque sin coordinación ni apoyo entre líneas no hay juego. Así como en la cancha, en la empresa cada trabajador aporta su parte.
- T de Tiros a gol: el esfuerzo que cuenta. Cada meta alcanzada, cada cliente satisfecho o proceso mejorado suma puntos en el marcador.
- U de Utilidad en el marcador: si el partido fiscal se ganó (es decir, si hubo utilidad neta al cierre del año), se activa el reparto. El 10% de esa ganancia se convierte en el trofeo compartido.
La PTU es como el premio de fin de temporada: si el equipo ganó el torneo (es decir, si la empresa tuvo utilidades), toca repartir el trofeo con toda la plantilla. No es opcional: está en el reglamento —bueno, en la Constitución y en la Ley Federal del Trabajo, para ser exactos.
Pero no todos los que están en el estadio se llevan lana. Por ejemplo, los directores, gerentes generales, socios y accionistas quedan fuera. Tampoco aplica para quienes prestan servicios independientes, como los árbitros (es decir, los freelancers).
Quienes sí entran al reparto son los jugadores de base, los eventuales con suficiente tiempo en cancha (más de 60 días), y todos los que estuvieron en nómina cumpliendo su rol.
Y aquí viene la parte técnica: la repartición se hace en dos mitades.
- La primera parte se distribuye en función de los días trabajados. Así que si usted estuvo todo el torneo (los 365 días del año), le toca más que a quien apenas jugó medio tiempo.
- La segunda mitad se reparte con base en el salario: a mayor sueldo, mayor pedazo del pastel.
Pero no se trata de cualquier sueldo: se toma el salario ordinario, es decir, lo que usted gana normalmente sin incluir bonos, horas extras ni comisiones variables. Solo el sueldo base, como si fuera la camiseta oficial sin patrocinadores.
Ahora bien, no todos los jugadores están bajo el mismo contrato. Si en su empresa hay futbolistas sindicalizados —los que firmaron con cláusulas claras, con su representante y su entrenador sindical—, su sueldo no solo les da estabilidad: también se convierte en el tope para repartir la bolsa de utilidades.
¿Cómo funciona esto? Muy sencillo: el salario diario más alto entre los sindicalizados o de planta se toma como referencia, se le incrementa un 20%, y ese se vuelve el límite para calcular la parte proporcional del resto.
Es como si en la liguilla fiscal, aunque haya estrellas que ganan como delanteros europeos, a todos les pusieran el mismo sueldo base para repartir el premio. Así se evita que la delantera se lleve todo el bono y la defensa solo reciba una palmada en la espalda. ¿Justo o no? Esa es otra historia. Pero lo cierto es que, cuando hay sindicato, el reglamento cambia y la cancha se nivela… al menos en teoría.
¿Y qué pasa si una empresa tiene muchas utilidades? Aquí entra la “regla del fair play financiero”: desde 2022, la Ley Federal del Trabajo establece un tope al reparto por trabajador. El límite es el equivalente a tres meses de salario o el promedio de la PTU recibida en los últimos tres años, lo que resulte más favorable. Esto se diseñó para evitar goleadas desproporcionadas en empresas con utilidades importantes.
Ahora bien, como en todo buen partido con taquilla llena, el árbitro también quiere su parte. Y ese árbitro se llama SAT. La PTU, aunque suene a bono por buen desempeño, es un ingreso gravado.
Es decir: sí paga Impuesto sobre la Renta (ISR). Pero para no dejarlo en la banca con un solo descontón, se aplica un cálculo especial que simula cómo habría sido ese ingreso si se repartiera mes con mes. Así, el golpe fiscal no es tan rudo y el descuento no le saca tarjeta roja a su quincena.
Y no lo olvide: el patrón tiene hasta 60 días después de la fecha en que debe presentarse la declaración anual para repartir la PTU. Y sí, es obligatorio. Si no lo hace, los jugadores (los trabajadores) pueden reclamar su premio. Porque ganar y no repartir sería como levantar la copa y no invitar ni la cerveza.
Así que ya lo sabe: la PTU es como ese bono de vestidor que le toca a quien sudó la camiseta durante el torneo fiscal. No importa si usted jugó en la defensa administrativa o en la delantera operativa. Si ayudó al club a ganar, el reglamento dice que merece parte del festejo. Y si su empresa no tuvo utilidades… bueno, a entrenar duro para el próximo torneo.
Hugo René Ortiz Santos
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