El apagón eléctrico del pasado 28 de abril que afectó a millones de personas en España, Portugal y el sur de Francia es un hecho que trasciende lo técnico. Es un espejo que nos devuelve una pregunta urgente: ¿qué tan preparadas están nuestras organizaciones y ciudades para gestionar, comunicar y superar una contingencia de alto impacto?
En sociedades con infraestructuras sólidas, la respuesta técnica suele ser rápida. Pero lo que muchas veces queda en evidencia es la otra mitad del desafío: la capacidad de mantener la confianza, proteger la continuidad operativa y evitar que el vacío informativo agrave la percepción de la crisis.
Desde América Latina —y particularmente desde regiones industriales como Monterrey— esta experiencia deja lecciones que no podemos ignorar. No se trata de alarmarse. Se trata de prepararse. Las crisis no llegan por sorpresa: la mayoría pueden anticiparse, y por lo tanto, deben gestionarse antes de que escalen.
La preparación no es un lujo. Es una responsabilidad estratégica.
En el ecosistema empresarial, las crisis energéticas, ambientales, sanitarias o geopolíticas son parte del entorno. No son “cisnes negros”, son escenarios posibles. Lo verdaderamente estratégico no es evitar la crisis a toda costa, sino reducir su impacto, preservar la reputación institucional y proteger a las personas y a los negocios que dependen de nuestras decisiones.
En Monterrey, una región con alta densidad industrial, dependencia energética, presiones ambientales crecientes y fuerte integración en cadenas globales de valor, este tipo de reflexiones son más relevantes que nunca. A los riesgos clásicos, hoy se suman nuevas dinámicas: eventos extremos por cambio climático, incendios forestales, alertas por calidad del aire o la reconfiguración comercial global marcada por aranceles y tensiones geopolíticas, entre otras.
Preparar no es prever, es entrenar
Anticipar riesgos es el primer paso. Pero la verdadera preparación requiere simulacros, equipos entrenados, mensajes construidos, roles definidos y liderazgo activo.
La comunicación es una herramienta de contención
No solo se trata de decir qué pasó. Se trata de explicar con claridad, actuar con empatía, y mantener informados a colaboradores, clientes, proveedores y autoridades. La confianza se comunica o se pierde.
El tiempo juega a favor del que se prepara
Las primeras dos horas de una crisis definen el tono de los días siguientes. Las organizaciones que reaccionan con orden y claridad tienen mayor capacidad de recuperar el control.
Reputación y continuidad van de la mano
Una crisis no solo daña la imagen. Puede afectar contratos, operaciones, logística y relaciones comerciales clave. Gestionar riesgos es también proteger el modelo de negocio.
Cada crisis deja lecciones. Solo hay que estar dispuesto a aprenderlas.
Documentar, evaluar, y corregir es tan importante como resolver. La mejora continua convierte la experiencia en capacidad instalada.
Lo que aprendemos de otros, también nos fortalece a nosotros
El caso europeo nos recuerda que incluso los países con estructuras sofisticadas deben mejorar continuamente sus esquemas de prevención y respuesta. Esa humildad institucional también debe replicarse en nuestra región.
Monterrey, como polo industrial estratégico, tiene todo para liderar una cultura empresarial orientada a la resiliencia. Pero esa transformación solo será real si pasamos de la reacción a la anticipación, del “no nos va a pasar” al “estamos listos para responder”.
Porque al final, las luces se pueden apagar por un instante. Lo importante es que el liderazgo, la preparación y la comunicación nunca dejen de estar encendidos
5 Claves para Prepararse ante una Crisis de Alto Impacto

Cuando se apagan las luces, lo que queda visible es lo que se construyó antes.