Monterrey

Angel Maass: Economía mexicana en 2025

¿Confianza sólida o espejismo financiero?

En la Convención Bancaria 2025, algo llamó poderosamente la atención: el desbordante optimismo que expresaron muchos de los líderes financieros del país. Lo curioso no es que sean optimistas, sino que lo sean pese a sus propios análisis, que señalan un crecimiento económico modesto, una demanda interna débil y un entorno global incierto. ¿Estamos ante una muestra de resiliencia racional o simplemente ante una especie de “happy hour” macroeconómico?

Para no quedarnos en la anécdota, veamos los argumentos con los que justifican ese optimismo, y sobre todo, pongámoslos a prueba.

México ha resistido los embates globales

El primer argumento, repetido como mantra entre pasillos, es la resiliencia de la economía mexicana: un crecimiento de 0.2% en el primer trimestre y una inflación controlada gracias a la política monetaria prudente del Banco de México. Es cierto, evitar una recesión técnica es motivo de alivio. Pero aquí conviene analizar qué estamos asumiendo: ¿resiliencia estructural o simple inercia estadística?

Un escéptico bien informado podría argumentar que un crecimiento cercano al cero no es necesariamente señal de fortaleza, sino de estancamiento disfrazado. Y si miramos bajo la alfombra, encontramos baja inversión pública, consumo privado desacelerado y una productividad laboral que no levanta ni con café de altura.

El nearshoring es el salvavidas prometido

Ah, el nearshoring, ese unicornio económico que muchos ya han montado... aunque todavía no ha llegado. Sin duda, México tiene ventajas geográficas y logísticas. Pero muchos de estos proyectos siguen en pausa, a la espera de definiciones políticas en EE.UU., infraestructura local adecuada y —no menor— Estado de derecho. ¿Puede una promesa de inversión futura justificar el optimismo presente?

El riesgo aquí es el sesgo de confirmación: vemos señales parciales de inversión como prueba concluyente de una tendencia general. Pero como diría cualquier buen economista: correlación no implica causalidad, y expectativa no implica ejecución.

El T-MEC nos blindará del caos

Sí, el T-MEC sigue siendo una tabla de salvación para México. Pero también es una cuerda floja. Las revisiones futuras pueden volverse escenario de tensiones, sobre todo si EE.UU. entra en una etapa más proteccionista. En ese sentido, el optimismo bancario parece descansar en un marco institucional que, si bien estable por ahora, está lejos de ser inmutable.

La estabilidad macroeconómica es suficiente

Los banqueros aplauden el relativo bajo déficit, el control de la deuda y la disciplina fiscal. Todo esto es cierto, pero es sólo la mitad de la historia. La otra mitad es la fragilidad estructural: baja bancarización, informalidad rampante, y un sistema judicial que arrastra una cantidad importante de casos abiertos de garantías sin resolver.

El gran elefante en la sala: el acceso al crédito

Aquí es donde el discurso oficial y el sector bancario empiezan a converger con la realidad. Con un crédito equivalente al 35%-40% del PIB, México se queda corto frente a países como Perú (46%) o Colombia (42%).

El problema no es solo la cantidad, sino la distribución: apenas 4.4% de las pymes tienen acceso a financiamiento formal, a pesar de generar el 70% del empleo.

Esto es como tener un auto con motor potente pero sin llantas: sin acceso al crédito, la economía no puede despegar. La presidenta Sheinbaum y el secretario de Hacienda lo reconocieron con claridad. Y es alentador que se haya firmado un convenio entre la ABM y el gobierno para fomentar crédito, educación financiera y digitalización. Pero el diablo está en los detalles. Los anuncios deben traducirse en resultados medibles.

Optimismo sí, pero con cinturón de seguridad

No se trata de apagar la vela del optimismo con el viento del escepticismo, sino de evitar que esa vela encienda una hoguera de complacencia.

El sector bancario debe mirar más allá del espejo retrovisor de indicadores recientes y reconocer que, si bien hay fundamentos sólidos, también hay pendientes urgentes.

El optimismo, cuando se usa bien, es combustible para la acción. Pero cuando se convierte en justificación para el inmovilismo, se vuelve peligrosamente parecido a la negación. Y en economía, como en los deportes extremos, la negación suele ser mala compañera de viaje.

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