Monterrey

Sergio Castellanos-Gamboa: Cuando el dinero no llega

Remesas, migración y vulnerabilidad en la vejez en México.

La economía de muchas familias mexicanas depende, en gran medida, de las remesas enviadas por migrantes que viven en Estados Unidos.

En 2024, estas transferencias alcanzaron un récord de 64,746 millones de dólares, según el Banco de México. Sin embargo, este flujo vital enfrenta crecientes desafíos bajo la administración de Trump, cuyas políticas migratorias están modificando la dinámica de envío, de manera profunda y preocupante.

¿Menos remesas o más miedo? La tensión detrás de los números

Aunque la cifra total sigue siendo alta, el comportamiento mensual muestra señales de alerta. En enero de 2025 se enviaron 4,660 millones de dólares, un modesto aumento interanual del 1.9%. Pero en febrero, el monto cayó a 4,458 millones, lo que representa una disminución de 0.81% respecto al mismo mes de 2024.

Esta caída, aunque leve, refleja algo más profundo: el miedo constante a ser detenido o deportado, que lleva a muchos migrantes a reducir su actividad laboral, evitar trabajos más riesgosos o limitar el uso de canales formales de envío.

Deportaciones y desconfianza: el efecto dominó

Las deportaciones han aumentado de forma sostenida en 2025. Aunque aún no se alcanzan los niveles máximos de la administración Biden, el ambiente de hostigamiento ha tenido un impacto real. Según WOLA (Washington Office on Latin America) decenas de miles de personas fueron deportadas sólo en los primeros meses del año.

Las consecuencias no son sólo legales, sino también emocionales y económicas: los migrantes viven en un estado constante de ansiedad que afecta su capacidad de tomar decisiones racionales, mantener empleos estables o enviar dinero con regularidad.

Este temor no sólo debilita el flujo de remesas, sino que deteriora la salud mental y emocional de quienes migran y de sus familias en México. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2022), en los hogares más pobres, las remesas representan hasta un tercio del ingreso disponible. Cualquier fluctuación genera efectos inmediatos y dolorosos, como dificultades para cubrir alimentos, educación, salud, transporte o deudas.

El regreso forzado: una carga inesperada

El impacto de las políticas migratorias no termina con la deportación. Las personas que regresan, muchas veces con pocos recursos y sin redes de apoyo, se enfrentan a mercados laborales saturados y mal remunerados. Esto incrementa la competencia por empleos precarios, reduce los salarios y aumenta la carga sobre las familias receptoras, que ya viven en condiciones difíciles.

Este retorno forzado también tiene un componente generacional: muchos adultos mayores terminan asumiendo el rol de cuidadores o sostenes económicos para hijos o nietos que regresan sin empleo ni seguridad social. En lugar de descansar tras una vida de trabajo, enfrentan nuevas cargas emocionales y financieras.

Resiliencia en riesgo: la salud financiera de los adultos mayores

Las brechas de género y edad agravan aún más este panorama. Según estudios del Centro FAIR (Financial Access, Inclusion and Research) del Tecnológico de Monterrey, basados en datos de la Encuesta Nacional de Salud Financiera (ENSAFI 2023), las mujeres adultas mayores están más expuestas a altos niveles de estrés financiero y presentan un menor bienestar financiero que sus contrapartes masculinas y las personas de menor edad.

No sólo perciben ingresos más bajos y presentan trayectorias laborales fragmentadas, sino que también tienen menor alfabetización financiera, redes de apoyo limitadas y mayores cargas de cuidado, factores que debilitan su capacidad de planificar a futuro y enfrentar imprevistos.

Esta combinación de vulnerabilidades mina su resiliencia financiera, entendida como la capacidad de resistir, adaptarse y recuperarse de choques económicos sin comprometer su bienestar.

En este contexto, la dependencia de las remesas se convierte en una fuente adicional de estrés e incertidumbre. Cuando el ingreso remesado se vuelve volátil, la capacidad de planificar, ahorrar o responder a emergencias económicas se erosiona aún más.

Para quienes ya tienen una resiliencia financiera frágil, esta inestabilidad representa un golpe severo que agrava su vulnerabilidad y limita sus posibilidades de recuperación frente a nuevos desafíos económicos.

Inflación y guerra comercial: un doble golpe

A todo lo anterior se suma el impacto de la inflación, intensificada por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y el incremento de aranceles.

El aumento sostenido en los precios de alimentos, medicamentos y transporte golpea con más fuerza a quienes viven con ingresos fijos o variables, como los hogares que dependen de remesas. El resultado: un círculo vicioso donde el estrés financiero debilita la salud física y mental, lo que a su vez reduce la capacidad de generar o administrar ingresos.

¿Qué podemos hacer ante este panorama?

El reto es claro. Los hogares con adultos mayores, especialmente mujeres, están en el centro de esta crisis silenciosa.

No sólo enfrentan la inestabilidad de las remesas, sino que también cargan con las consecuencias del retorno forzado de familiares. Urge repensar las respuestas.

¿Qué tipo de políticas podrían proteger a estas poblaciones en un contexto de incertidumbre económica y migratoria? ¿Cómo podemos mejorar la resiliencia financiera de quienes han sostenido a sus familias con tanto esfuerzo durante décadas?

Es tiempo de actuar. Necesitamos educación financiera adaptada a la edad y el género, acceso flexible a productos financieros, redes comunitarias de apoyo y políticas públicas que consideren todo el ciclo de vida.

Sólo así podremos construir un sistema que reconozca y valore el rol fundamental de los adultos mayores, y especialmente de las mujeres, en la estabilidad de millones de hogares mexicanos.

El autor es Profesor de Finanzas y Líder Regional del FAIR Center for Financial Access, Inclusion and Research del Tecnológico de Monterrey. (https://fair.tec.mx)

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