Monterrey

Rosa Nelly Trevinyo: La Generación de Cristal (parte 1 de 2)

Ser buen dueño no basta; primero hay que ser buen profesionista.

A lo largo de varias décadas he interactuado a fondo con numerosos hij@s, niet@s y bisniet@s de empresari@s. Muchos de estos miembros de siguiente generación suelen estar ilusionados por aprender y agregar valor en la empresa de su familia; no obstante, otros, cubren su puesto por obligación; porque algo les toca hacer o porque el ser “futuros” dueños les proporciona privilegios que en otro lado no tendrían—por ejemplo, llegar tarde, sueldos por encima de mercado o vacaciones extendidas varias veces al año.

Cuando hablamos de familias empresarias multigeneracionales, soy fiel creyente de que debemos preparar a los miembros de la siguiente generación para que sean buenos dueños. Sin embargo, a lo largo de mis consultas internacionales he detectado que los más jóvenes—aquellos de menos de 25 años—requieren también, de forma complementaria, otro tipo de formación.

Enfocarnos en hacerlos buenos dueños, no es suficiente. Y es que, para que un joven de siguiente generación pueda ser un buen dueño, lo primero que tiene que ser es un buen profesionista. Y no hablo sólo de tener un título universitario, sino de ser una persona integral que practique los valores de honestidad, excelencia, laboriosidad, iniciativa, sencillez y austeridad; un individuo autodisciplinado, responsable, competente técnicamente y con la voluntad de seguir aprendiendo (formación continua); un ser humano con la capacidad socio-emocional para trabajar en equipo, tomar decisiones, solucionar problemas, aceptar el feedback, tolerar la frustración y ejercer la resiliencia ante eventos complejos.

Las diferencias generacionales son reales. En los últimos 140 años se han identificado al menos ocho (8) generaciones diferentes (cohortes generacionales). Cada cohorte identifica a un grupo de personas nacidas en un mismo período de tiempo cuyo entorno y experiencias moldean sus actitudes, valores y perspectivas, generando patrones de pensamiento y comportamiento característicos. Entre estas cohortes, se encuentra la generación Z (centennials).

Aunque en todas las generaciones existen aquellos que rompen el molde, es interesante analizar el término “generación de cristal”, acuñado por la filósofa Montserrat Nebrera, para referirse a los centennials y cómo éste se relaciona con algunos miembros de siguiente generación.

El término generación de cristal, describe la fragilidad de estos muchachos al enfrentarse a los problemas de la vida adulta. Muchos de ellos, tuvieron una crianza sobreprotectora. Sus padres, personas que sufrieron carencias y padecieron una disciplina más estricta, trabajaron mucho para que no les faltara nada [“…queremos dar a nuestro hij@ todo lo que nosotros no tuvimos… queremos que tenga calidad de vida”] e intentaron eliminar al máximo los obstáculos y sacrificios que éstos pudieran enfrentar.

El resultado: Hij@s con muy baja tolerancia a la crítica (propensos a ofenderse), al rechazo (inseguros) y susceptibles a la frustración, que demandan reconocimiento, no respetan la autoridad (jerarquía) y exhiben patrones de conducta que, en ocasiones, las familias no comprenden y que provocan una difícil convivencia, especialmente cuando se les incorpora a la empresa familiar sin experiencia previa y deben trabajar con sus padres, tíos, hermanos o primos mayores.

En esta situación, los jóvenes no crecen; no desarrollan sus talentos. ¿Por qué? Porque se toman a título personal cualquier sugerencia de mejora—y encima, no la llevan a cabo; y como no están acostumbrados a esforzarse, sus pequeños o mínimos esfuerzos les parecen hazañas. El conflicto entre generaciones no se hace esperar.

¿Qué les ocurrirá a estos miembros de siguiente generación, adultos, cuando se topen con situaciones personales o empresariales complejas y no encuentren en ellos los recursos necesarios para enfrentarlas? De esto, precisamente, debemos ocuparnos.

Y es que, bien guiados, estos jóvenes tienen un potencial extraordinario. Son nativos digitales, creativos y colaboradores, aceptan la diversidad y la justicia social, se preocupan por el medio ambiente, buscan el bienestar de los animales, son capaces de reconocer sus debilidades y, sobre todo, de pedir y aceptar ayuda—especialmente en temas de salud mental y emocional.

La llamada generación de cristal puede ser una generación fuerte, brillante, diversa, justa, llena de ideales y con la energía para hacerlos realidad, no obstante, para ello, debemos dejar de verlos como vulnerables, acompañarlos en su educación personal, y guiarlos en su desarrollo y carrera profesional.

Antes de enseñarlos a ser buenos dueños, necesitamos que los centennials sean buenos profesionistas, que desarrollen valores y actitudes específicas que les ayuden a liderar bien y a tomar buenas decisiones en sus empresas, y que aprendan a querer su trabajo—que “se pongan la camiseta”. ¿Cómo hacerlo? Te compartiré cinco (5) recomendaciones en mi siguiente columna. ¡No te la pierdas!

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Dra. Rosa Nelly  Trevinyo

Dra. Rosa Nelly Trevinyo-Rodríguez

Socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Turismo, Agroalimentario y de Retail.

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