Monterrey

Exige acción el bullying en Monterrey

Cerca de 2.9 millones de adolescentes han sido víctimas de ciberbulying de acuerdo al Módulo sobre Ciberacoso del INEGI.

El caso de Norma Lizbeth se volvió viral en febrero pasado
(Nación321/Especial)

En los últimos meses, casos de bullying en diversas ciudades de México, y particularmente en Monterrey, han capturado la atención pública, generando un debate urgente sobre el acoso escolar en el país.

Desde la tragedia de Norma Lizbeth, una adolescente que perdió la vida tras ser golpeada con una piedra por una compañera en una secundaria de la Ciudad de México, hasta el reciente incidente en Monterrey en donde un joven fue agredido en las propias instalaciones de la preparatoria, la violencia escolar parece estar alcanzando niveles alarmantes.

Este fenómeno no es aislado. Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022, más del 28% de los adolescentes mexicanos entre 12 y 17 años, es decir, aproximadamente 3.3 millones de jóvenes, han sido víctimas de bullying en el último año.

Además, cerca de 2.9 millones de adolescentes han sido víctimas de ciberbulying de acuerdo al Módulo sobre Ciberacoso del INEGI, dijo Daniela Manríquez, Investigadora independiente.

Destacó que México, de hecho, ocupa de los primeros lugares a nivel mundial en casos de acoso escolar, según la organización Bullying Sin Fronteras.

En entrevista, Manríquez comentó que las consecuencias del bullying no solo afectan el bienestar inmediato de las víctimas, sino que también pueden tener repercusiones a largo plazo.

“Los estudiantes acosados suelen enfrentar problemas de autoestima, ansiedad y depresión, con efectos devastadores para su desarrollo académico y social. La reciente tragedia de la joven de Monterrey, que fue atacada por su propia comunidad escolar durante un receso, muestra hasta qué punto el daño psicológico y emocional puede llegar a ser irreversible”.

Por su parte, Kevin Zapata Celestino, investigador del London School of Economics, señala que comprender al agresor es un elemento clave para erradicar el problema del bullying.

“Aunque el foco mediático suele centrarse en las víctimas del bullying, es necesario entender que el problema no solo radica en quienes sufren las agresiones, sino también en los agresores”, dijo.

Refirió que según un estudio reciente de la London School of Economics and Political Science (LSE), los agresores son en muchos casos productos de un entorno que normaliza la violencia.

A través de entrevistas con más de una docena de ex bullies, se identificaron diversas causas psicoemocionales, sociales y contextuales detrás de este comportamiento.Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que el bullying es un comportamiento aprendido y normalizado en contextos familiares donde la violencia es una constante.

“Crecí en una casa donde la violencia era algo cotidiano. Mis padres discutían mucho y, de alguna manera, eso me hizo pensar que agredir a los demás era la forma de resolver las cosas”, explica uno de los ex bullies entrevistados para el estudio.

Además, muchos agresores utilizan el bullying como una válvula de escape para sus propios problemas personales. Situaciones traumáticas, como la muerte de un familiar o las inseguridades físicas, pueden desencadenar una necesidad de canalizar esas frustraciones mediante la intimidación de sus compañeros.Otro factor alarmante es la forma en que las jerarquías de poder en las escuelas fomentan este comportamiento.

En Monterrey, como en muchas otras ciudades, los bullies suelen ocupar posiciones de liderazgo en grupos sociales, utilizando la intimidación y la violencia como herramienta para mantener su popularidad. “no va a venir nadie a quitarme mi puesto y lo voy a defender, si me hacían algo yo les iba a tirar los dientes (…) la gente me tenía miedo”, confiesa uno de los entrevistados.En Monterrey, donde la competitividad y el valor social a menudo se asocian con la imagen de fuerza y liderazgo, el bullying no solo se limita a las agresiones físicas.

Las dinámicas de poder, dentro y fuera del aula, crean un caldo de cultivo perfecto para que los estudiantes más vulnerables sean blanco fácil de abuso.

La presión por encajar en una estructura social rígida hace que muchos estudiantes se vean forzados a adoptar roles agresivos, no por elección propia, sino por supervivencia dentro de sus círculos sociales.

Recientemente, un caso en una secundaria privada de Monterrey involucró a un grupo de estudiantes que acosaron a un compañero por su orientación sexual.

Este tipo de agresiones se incrementa en un contexto donde los estereotipos de género y la homofobia siguen prevaleciendo, permitiendo que algunos jóvenes justifiquen sus actos violentos bajo la excusa de “defender lo que es normal”.

Ambos investigadores coinciden que para erradicar el bullying en Monterrey y en todo México, es imperativo que se adopte un enfoque integral que no solo se concentre en castigar a los agresores, sino que también se analice el contexto más amplio que permite que estas situaciones ocurran.

La violencia en las aulas, como lo indica el estudio de la LSE, no es solo un problema individual de los bullies, sino un reflejo de una cultura que tolera y, en algunos casos, promueve la agresión como un medio para resolver conflictos.

Esto requiere una transformación cultural en las escuelas, una revisión de las políticas educativas y, sobre todo, un cambio en la manera en que los jóvenes perciben las relaciones interpersonales.

Las autoridades y la sociedad deben cuestionar las normas que perpetúan el bullying, fortalecer los programas de prevención y ofrecer apoyo adecuado tanto a las víctimas como a los agresores.

Solo de esta manera será posible garantizar que Monterrey y el resto del país ofrezcan entornos más seguros y respetuosos para sus estudiantes.

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