Monterrey

Pablo de la Peña: A tres años y medio

Hace justamente tres años y siete meses se le dio el voto de confianza a un nuevo grupo de liderazgo para tomar las riendas de México

Imagine que hace tres años y medio, usted y un grupo de inversionistas aportaron capital para que una persona y un grupo de amigos, con quien usted comparte ciertos ideales, iniciaran operaciones de una nueva empresa. Ahora, después de más de 40 meses de operaciones, usted quiere medir el éxito y la eficiencia con la que se ha manejado la empresa de la cual usted es accionista importante. Para medir el éxito de una empresa en el sector privado, tradicionalmente observamos indicadores como la rentabilidad, la productividad y la penetración de mercado. Esto es, la relación de utilidades a ventas, la relación de la producción con los recursos empleados (típicamente capital humano) y el porcentaje de la participación de mercado de las ventas del negocio en relación con otras empresas competidoras.

Sería razonable pensar que esta empresa no necesariamente podría tener utilidades en el primer año de operaciones, pero para los siguientes dos años, ya lo menos que uno puede esperar es que esté teniendo ganancias y se estén reinvirtiendo para hacer crecer el negocio. En el peor de los casos, uno esperaría no tener pérdidas, es decir, que la empresa se mueva hacia adelante.

En el sector público es más complejo poder analizar el éxito y la eficiencia con que se desempeña una administración, ya sea a nivel ciudad, estatal o nacional. Sin embargo, sin duda podemos encontrar indicadores que nos den claridad sobre el desempeño de la gestión y del liderazgo de quienes tienen bajo su responsabilidad la administración de nuestros recursos públicos, y en quienes depositamos nuestra confianza para conducir el futuro inmediato de nuestro país, estado o ciudad. En el sector público no buscamos que las administraciones tengan utilidades, pero sí que utilicen de manera eficiente nuestros recursos, y que con su gestión puedan lograr mantener un desarrollo progresivo en términos económicos, sociales e institucionales. Por ejemplo, a nivel nacional, esperaríamos que el Producto Interno Bruto per cápita creciera en términos reales, que hubiera bajo nivel de desempleo, que no hubiera altos niveles de inflación, que hubiera incentivos para invertir y crear negocios, que se redujera la pobreza y se achicara la brecha de desigualdad en términos de ingresos y por supuesto que existiera seguridad, confianza en las instituciones, estado de derecho y por supuesto, que no hubiera corrupción; por mencionar solo algunos indicadores.

Hace justamente tres años y siete meses se le dio el voto de confianza a un nuevo grupo de liderazgo para tomar las riendas de México, y a sabiendas que los retos que enfrenta cualquier país son mucho más complejos que quizá cualquier empresa por sí sola, y que pasamos por una pandemia que nos llevó a una crisis a nivel mundial, es importante que analicemos el éxito y la eficiencia de esta ya no tan nueva administración federal. La administración de la 4T tomó el país con una tasa de crecimiento promedio anual del PIB del 2.40 por ciento; en los primeros tres años de esta administración, tenemos una tasa promedio negativa de 0.70 por ciento anual, considerando un pronóstico de 1.80 por ciento de crecimiento para este 2022, al terminar el cuarto año de gobierno tendríamos un crecimiento promedio anual aproximado del 0.60 por ciento. Al terminar el 2018 el PIB per cápita era de $10 mil dólares a precios constantes de acuerdo con el Banco Mundial, ahora se estima que el PIB per cápita se encuentra alrededor de los $9,200 dólares a precios constantes. La inversión en el país representaba el 20 por ciento respecto al PIB al terminar el 2018, actualmente es a penas cercano al 18 por ciento. Al final del 2018, la tasa de desempleo era del 3.36 por ciento, de acuerdo con la última cifra de INEGI es del 3.27 por ciento, realmente no hay mucha diferencia; aunque, claro hay que considerar que pasamos por una crisis, no hay duda de que hay una relativa recuperación.

Sin embargo, la tasa de desocupación y subocupación en el 2018 era del 6.49 por ciento, y ahora del 8.48 por ciento. Esta tasa nos dice que hay personas que están haciendo labores para las cuales no necesariamente fueron capacitados, o digamos que están haciendo otra cosa para lo que realmente no son buenos, solo por tener trabajo. Si a esta información le agregamos la tasa de informalidad que pasó del 27.70 al 28.30 por ciento del 2018 al 2022, podemos imaginarnos que la gente está efectivamente trabajando, pero lo hace o en el sector informal o en alguna actividad que muy probablemente no le refleja el mejor de los salarios posibles. En concreto, yo diría que no hay ningún avance en términos de empleo desde el 2018 a la fecha.

Siguiendo con otros indicadores. El porcentaje de la población que vivía en México con ingresos insuficientes para superar la línea de pobreza era del 42 por ciento en el 2018; la última cifra que nos da el CONEVAL para el 2020 es del 44 por ciento; claramente el tema de la pandemia y la crisis es un factor que sigue acentuando las carencias en los hogares mexicanos.

De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, en el 2018 el 74 por ciento de la población mayor a 18 años decía sentirse inseguro en el país, para el 2022 esta cifra es del 67.40 por ciento, si bien esta cifra muestra una reducción de casi 7 puntos, aun así, dos terceras partes de la población mexicana dice sentirse inseguro! Por su lado, en la plataforma de datos sobre incidencia delictiva del Observatorio Nacional Ciudadano muestra un incremento en la tasa de delitos totales del 2018 al 2022 de 15 a 17 por cada 100 mil habitantes, y hay delitos que continúan con una tasa creciente como lo son: homicidio culposo, feminicidio, trata de personas, violencia familiar y extorsión.

Creo que a tres años y medio de esta administración podemos decir que no hay resultados exitosos en términos económicos, sociales ni institucionales; quizá sí en términos políticos para el partido de Morena, por lo que podemos entender claramente que la prioridad de esta administración federal no ha sido el avance progresivo hacia el desarrollo, sino la captura política de los espacios electorales a través del clientelismo.

Pablo de la Peña

Pablo de la Peña

Decano Asociado de Educación Continua de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno y director de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública, profesor del Tec de Monterrey de Economía y de Gestión Pública Aplicada.

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