México es uno de los tres países en América Latina en donde el ecosistema del emprendimiento social ha alcanzado un mayor grado de desarrollo; sin embargo, aún enfrenta retos para colocarse a la par de economías avanzadas y el problema está en la discontinuidad de la cadena de financiamiento, según arroja un estudio de la IESE Business School.
Si bien en el país se ha desarrollado con mayor fuerza iniciativas de emprendimiento en sectores concretos, en la cadena de financiamiento hay discontinuidad, existe escasez para apoyar económicamente en la etapa semilla y en el otro extremo, hay una disponibilidad abundante para la etapa de ampliación y crecimiento rápido.
"México presenta el ecosistema donde el fenómeno ha tomado más fuerza y también donde es posible observar alguna iniciativa especializada en emprendimientos para sectores concretos. Chile, a su vez, se postula como un caso a seguir en los próximos años", señala el estudio Aceleradoras para Emprendimiento Social en América Latina y el Caribe.
Al considerar que un ecosistema emprendedor es el contexto que provee de los elementos para que el proyecto desarrolle la capacidad necesaria para generar valor en el mercado; la cantidad, la calidad y el acceso a los recursos disponibles en el ecosistema pueden variar sustancialmente y afectar al emprendimiento.
La IESE Business School reconoce que en México operan modelos sofisticados de aceleración y apoyo a emprendimiento social, con distintas metodologías de aceleración, distintos focos y margen de mejora y consolidación de varias aceleradoras que comienzan a operar.
"Los servicios de apoyo y aceleración están adaptados a distintos tipos de emprendimiento. Hay financiadores específicos sociales, negocios para la base de la pirámide, servicios básicos y tecnológicos. Hay margen para una mayor segmentación en las aceleradoras".
Sin embargo, aún existen frenos en su consolidación como un ecosistema completamente avanzado, como son la discontinuidad de la cadena de financiación, con escasos financiadores en la etapa semilla o en el otro extremo, la disponibilidad de financiación abundante para la ampliación y el crecimiento rápido.
El estudio señala que en México cabría contemplar la apertura y desarrollo de distintos tipos de financiación aplicados al emprendimiento social en diferentes etapas o necesidades: capital, deuda mezzanine, y crowdfunding; asimismo, destaca la importancia de la innovación en la creación de los flujos de rentabilidad de la financiación.
Cada vez más surgen más inversores específicos dedicados a la inversión con impacto: fondos de inversión financiera como Promotora Social, Ignia, Adobe Capital, Monte de Piedad; instituciones internacionales como el BID, el FOMIN, el Fondo de Cooperación Suizo o USAID. Un agente local clave como INADEM también participa en un fondo de inversión con impacto como es Adobe Capital.
Actualmente se pueden identificar casos notorios en torno al emprendimiento social que además de haber crecido han probado su modelo de negocio como Grupo Compartamos, Provive y SalaUno.