Cuando Irán lanzó una bombardeo de misiles contra una base aérea estadounidense en Qatar este verano, fue uno de los ataques más directos contra activos de Estados Unidos en Medio Oriente en años. Sin embargo, apenas unas horas después de que los proyectiles fueran derribados en el cielo nocturno de Doha, la vida seguía como de costumbre en la capital y centro financiero del país. En la vecina Abu Dabi, las inversiones avanzaban según lo previsto, y los banqueros en Dubái expresaban confianza en que Emiratos Árabes Unidos evitaría cualquier repercusión mayor. Semanas después del ataque, Bloomberg News informó que empresas estadounidenses como BlackRock Inc. y xAI de Elon Musk estaban negociando acuerdos en Arabia Saudita.
Al parecer se necesitarán más que unos cuantos misiles balísticos para quebrantar la confianza empresarial en Medio Oriente. Con sus regímenes fiscales bajos y un creciente caudal de riqueza soberana y familiar —que ya supera los 5 billones de dólares—, la región ha resistido todo tipo de inestabilidad. Incluso cuando los conflictos se han intensificado desde 2023, los inversionistas envían la señal de que Medio Oriente sigue abierto a los negocios, y las compañías globales están dispuestas a aceptar su dinero.
El año pasado, BlackRock consiguió una promesa de inversión por 5 mil millones de dólares desde Riad. Meses más tarde, un grupo encabezado por Brookfield Asset Management Ltd. invirtió en Gems Education, con sede en Dubái, uno de los mayores proveedores de educación privada del mundo, apostando por un sector impulsado por la llegada masiva de expatriados; Bloomberg News estimó previamente el acuerdo en unos 2 mil millones de dólares. Las firmas financieras también han seguido expandiéndose en la región. KKR & Co. nombró recientemente al general retirado del ejército de EU David Petraeus como presidente de su franquicia en Medio Oriente y está formando un equipo local de inversión.

De acuerdo con el BlackRock Investment Institute, Medio Oriente se encuentra en la intersección de tres “megafuerzas” que marcan la inversión actual: fragmentación geopolítica, transición energética e inteligencia artificial. La combinación de recursos energéticos confiables y una escala financiada con petróleo —junto con un historial de éxito— podría seguir impulsando los retornos de capital, afirma Ben Powell, estratega en jefe de inversiones para Asia-Pacífico y Medio Oriente de BlackRock. “Hemos vuelto a una visión bastante constructiva”, asegura, “aunque, por supuesto, con la necesaria cautela y vigilancia frente al riesgo geopolítico, que es constante, real e impredecible”.
Algunos incluso ven oportunidades en medio de la turbulencia. Ken Moelis, veterano banquero de Wall Street con estrechos lazos en la región, sostiene que las hostilidades entre Irán y EU podrían ser un preludio para negociaciones y eventualmente una relación productiva. Aunque ese escenario no parece cercano, un nuevo acuerdo nuclear y el levantamiento de sanciones abrirían las reservas petroleras iraníes a la exportación y potenciarían la fuerza laboral del país. “Todos hablan de qué pasa si la paz no se sostiene”, dijo Moelis en Bloomberg Television a finales de junio. “No he escuchado a nadie decir: ‘¿Qué pasaría si los 90 millones de iraníes, altamente educados y motivados, entran al mercado?’”.
Los inversionistas extranjeros han mantenido la esperanza de paz en Medio Oriente desde hace tiempo, pero nunca ha sido una condición para hacer negocios. En la última década, los combatientes hutíes de Yemen han atacado a Arabia Saudita con misiles y drones, incluido un golpe en 2019 contra una importante instalación petrolera que sacudió los mercados globales. Hace tres años, el mismo grupo, respaldado por Irán, lanzó ataques con drones que provocaron explosiones y un incendio mortal en las afueras de Abu Dabi.
Mientras tanto, multinacionales, bancos de Wall Street, fondos de cobertura y las grandes fortunas han sellado nuevos acuerdos en Medio Oriente, una tendencia que se ha acelerado en los últimos dos años, tras intensificarse el conflicto regional con la guerra de Israel en Gaza. La inestabilidad en otras partes del mundo incluso ha beneficiado al Golfo Pérsico: después de la invasión de Ucrania en 2022, los ricos rusos compraron bienes raíces en Dubái para diversificar sus rublos, dando un impulso adicional a los precios de la vivienda, ya en alza tras la pandemia de Covid-19.
“Pese a las tensiones recientes, los negocios en Medio Oriente siguen sólidos”, afirma Pamela Thomson-Hall, directora ejecutiva de negocios internacionales en la firma de corretaje y asesoría WTW. “Seguimos invirtiendo significativamente en la región, abriendo nuevas operaciones de seguros y reaseguros, como hicimos recientemente en Arabia Saudita. Los Emiratos siguen siendo centrales en nuestra ambición de crecimiento global”.
Los datos reflejan la magnitud de la llegada de capital. El distrito financiero de Dubái reportó un récord de 32 por ciento de aumento en registros de empresas en la primera mitad del año, impulsado en parte por la continua llegada de fondos de cobertura. En la isla principal del centro financiero de Abu Dabi trabajan unas 29 mil personas, muchas en las 144 gestoras de fondos y activos establecidas allí. Riad ha visto cómo grandes nombres como Goldman Sachs Group Inc. obtenían licencias para sedes regionales, mientras que las autoridades en Doha ofrecen incentivos a los bancos de Wall Street con la meta de convertir a la ciudad en el próximo gran centro financiero de Medio Oriente.
En los días previos a que Israel y EU abrieran fuego contra Irán, Stephen Schwarzman, CEO de Blackstone Inc., habló de las oportunidades en Medio Oriente. La firma —hoy el mayor gestor de activos alternativos del mundo, con más de un billón de dólares bajo gestión— ve al Golfo como un destino de inversión y no solo como un lugar para recaudar capital. Aunque las empresas locales han dominado tradicionalmente la región, el rápido crecimiento de las ciudades del Golfo como centros internacionales lo hace cada vez más atractivo, dijo Schwarzman en una entrevista en Bloomberg Television.
Esto no significa que Medio Oriente sea el nuevo Silicon Valley. Muchas empresas globales siguen viendo a la región principalmente como una fuente de capital. La mayoría de las firmas de capital privado que se instalan allí buscan recaudar fondos más que realizar adquisiciones locales.
Aun así, países como los Emiratos Árabes Unidos y Qatar consideran que el arreglo les conviene. Están ganando miles de millones de dólares adicionales por petróleo que no pueden gastar internamente y necesitan dónde colocarlo. De paso, esperan que esas apuestas les den participación en sectores como la IA, las finanzas u otras industrias que podrían sobrevivir al mercado de los combustibles fósiles.
Incluso Arabia Saudita, con unas finanzas más limitadas, sigue siendo uno de los mercados más activos en ofertas públicas iniciales y uno de los mayores emisores de bonos soberanos en mercados emergentes, lo que refleja el amplio respaldo internacional a su economía. Los planes de diversificación del reino continuarán requiriendo alianzas con una amplia gama de gestores de activos y desarrolladores inmobiliarios, y probablemente mantendrá acuerdos transfronterizos alineados con sus objetivos económicos locales.
“Si observo el progreso de la región en las últimas dos décadas, la manera más simple de decirlo es que ha alcanzado la madurez”, dice May Nasrallah, exdirectiva de Morgan Stanley y fundadora de la firma de asesoría en Dubái, deNovo Partners, adquirida el año pasado por PJT Partners.
Aunque cada nuevo conflicto trae consigo un escalofrío de incertidumbre, la resiliencia se ha vuelto la norma. “Es notable que los inversionistas lo vean con un optimismo resuelto”, comenta Dominic Raab, ex viceprimer ministro del Reino Unido y actual jefe de asuntos globales en Appian Capital Advisory, sobre la más reciente escalada, “especialmente en el contexto de la visión de largo plazo para la región”.
—Con información de Jennifer Surane, Abeer Abu Omar y Dorothy Gambrell
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