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Necesitamos más millonarios y multimillonarios en América Latina

La falta de millonarios en América Latina no es solo un dato curioso, sino un síntoma de economías cerradas, baja innovación y escasa movilidad social. El reto: generar riqueza, no solo redistribuirla.

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David Vélez América Latina necesita más de la salsa secreta de David Vélez. (Tuane Fernandes)

No tenemos suficientes millonarios en América Latina.

Dado que hablamos de la región más desigual del mundo, donde ya viven algunas de las personas más ricas del planeta, puede que esto suene muy a lo Gordon Gecko. Pero escúchenme.

Según el Informe de Riqueza Global 2025 publicado por UBS Group AG la semana pasada, la región sufrió una disminución del 4.3 por ciento en la riqueza personal total en 2024 en comparación con el año anterior. Ese es el peor desempeño en términos de dólares de las ocho regiones incluidas en el informe, que tuvo a Europa del Este a la cabeza de la escala con un impresionante crecimiento del 12 por ciento. Sí, 2024 fue un año particularmente malo para las monedas latinoamericanas; cuando la riqueza de la región se mide en dólares, comprensiblemente parece estar disminuyendo. El informe explica muy bien los matices que deben tenerse en cuenta al medir las fortunas, lo que puede distorsionar las comparaciones. Cuando se calcula en términos nominales, la riqueza total de América Latina ponderada por su población adulta en realidad se expandió un 7.6 por ciento interanual en 2024.

Pero dejando de lado las discusiones estadísticas, una vez considerados todos los elementos, una conclusión permanece: la región tiene un número relativamente bajo de personas ricas. De hecho, la proporción de millonarios mundiales que provienen de estos países es de solo el 1.6 por ciento según UBS, aun cuando América Latina representa alrededor del 6 por ciento del PIB mundial y casi el 8 por ciento de su población. Brasil, la décima economía más grande del mundo, ocupa solo el puesto 19 entre los mercados seleccionados por su número de millonarios, que es solo un tercio de los de Corea del Sur. Y México tiene casi la mitad de los millonarios de Taiwán (y antes de que pregunten, no, no sabemos cuántos millonarios secretos tiene la región como resultado de sus auges de actividades ilegales; hay al menos un exmando de seguridad mexicano y su esposa a quienes un tribunal estadounidense acaba de ordenarles que devuelvan más de 2.4 mil millones de dólares por presunta corrupción en contratos públicos.

Algunos podrían argumentar que centrarse en la riqueza es superficial. Se están perdiendo algo: la riqueza es una medida importante del dinamismo, la acumulación de capital y la transparencia de cualquier economía, y una fuente de tensiones sociales y políticas.

Una clase más grande de capitalistas emergentes, particularmente de la base de la pirámide de riqueza, indicaría un entorno empresarial más ambicioso y vibrante. Visto de esa manera, el menor número de millonarios expone algunos de los problemas de larga data que afectan a la región: las empresas emergentes y los emprendedores luchan por avanzar a la siguiente etapa; las empresas medianas y grandes enfrentan restricciones financieras y altos costos de capital para continuar su expansión; el ingreso per cápita se ha estancado durante más de una década; los mercados oligopólicos impiden el acceso de nuevos actores; las políticas gubernamentales no hacen lo suficiente para promover la innovación, la competencia y la movilidad social ascendente. La lista es larga.

Sin duda, la distribución de la riqueza en América Latina debería ser mejor. Pero también necesitamos ampliarla. Es fundamental que los gobiernos promuevan políticas de crecimiento y eliminen las barreras para las nuevas empresas. Si bien el espíritu emprendedor en América Latina ha crecido en la última década, aún existen obstáculos para impulsar el talento y aprovechar las oportunidades, afirma Josué Delgado, cofundador de incMTY, una plataforma del Tec de Monterrey que fomenta la innovación y el emprendimiento.

“El espíritu emprendedor existe, pero necesitamos pensar y actuar a lo grande”, me dijo. “El acceso a la información, la tecnología y los recursos es muy limitado”.

UBS también señala que más del 61 por ciento de la riqueza en Brasil se mantiene en activos financieros, proporción que se reduce al 43 por ciento en el caso de México. Esto constituye un oportuno recordatorio de la crucial necesidad de expandir los mercados de capital locales y promover una mayor inclusión y educación financiera.

Por supuesto, la cantidad de millonarios no refleja necesariamente cómo se distribuye esta riqueza entre ellos: hay 19 multimillonarios latinoamericanos entre las 500 personas más ricas del mundo en el Índice de Multimillonarios de Bloomberg, lo que sugiere que la distribución desigual también afecta a quienes más ganan. A sus 85 años, Carlos Slim sigue encabezando la lista de ultrarricos de la región, como lo ha hecho durante las últimas tres décadas, una hazaña notable que también muestra la concentración y rigidez de la riqueza en América Latina. Si observamos a los principales magnates de la región, en su mayoría encontramos personas que construyeron sus imperios hace décadas o los heredaron de sus familias.

Dos excepciones notables son Marcos Galperin, fundador del gigante digital Mercado Libre —la empresa más valiosa de Latinoamérica—, y David Vélez, quien convirtió a Nu Holdings Ltd. en uno de los bancos digitales más grandes del mundo. A pesar de los numerosos obstáculos de la región, construyeron imperios desde cero revolucionando negocios consolidados y aprovechando la revolución digital.

Si yo fuera un responsable de políticas públicas pensando en cómo los países latinoamericanos pueden enriquecerse, hablaría con Galperin y Vélez. La región necesita más casos de éxito como el suyo.

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