Vestida con una bata blanca, Mélissa B. se pone guantes delgados de algodón y coloca con cuidado sobre su escritorio un bolso Birkin azul Zanzíbar de Hermès, su icónica caja naranja, una funda de tela y varios documentos. Se aparta para observar el bolso de 18 mil dólares, buscando bultos o dobleces. Pasa sus dedos por el borde superior, luego, al tomar su lupa de bolsillo, se inclina para examinar una placa de paladio en la solapa. El logo ha evolucionado con el tiempo, pero el texto grabado sigue nítido y bien definido, con caracteres uniformemente espaciados. “Esta es una de las características clave del Birkin para revisar”, comenta.
Cambia su atención a la costura, comprobando consistencia y uniformidad. Revisa los cuatro pies de paladio en la base del bolso, asegurándose de que estén hechos del mismo metal que el resto del herraje y que estén martillados, no atornillados. Luego, se concentra en el cierre: verifica que sea fabricada por Hermès, con su distintivo tope en forma de H al final.

Mélissa es una de las decenas de examinadoras contratadas por el sitio francés de reventa de lujo Vestiaire Collective en su centro de autenticación en Tourcoing, al norte de Francia. La instalación, ubicada en una antigua hiladora de lana, es la primera y mayor de cinco centros globales de la empresa.
En una sala tipo almacén, con filas de escritorios rodeados por percheros móviles, Mélissa y sus colegas inspeccionan bolsos, faldas, zapatos y otros productos de lujo anunciados en la plataforma. Su tarea es casi Sísifica: detectar falsificaciones provenientes de operaciones cada vez más sofisticadas, hechas a veces con cuero de las mismas curtidurías y herrajes de los mismos proveedores que los originales.
Mélissa (la empresa se negó a proporcionar nombres completos por temor a que sean contratados por la competencia) levanta el Birkin, lo acerca a su nariz, cierra los ojos y aspira profundamente para captar el aroma del cuero suave. “Huele casi dulce”, comenta. Finalmente, inspecciona la caja con luz ultravioleta y revisa la factura y el comprobante de compra. “Esto es muy real”, concluye. Tiempo empleado: 15 minutos.
Combatir la piratería es crucial para quienes comercializan lujo usado, ya que sus ventas siguen creciendo: 7 por ciento más en 2024, superando los 50 mil millones de dólares, según Bain & Co. Los ingresos de Vestiaire aumentaron 20 por ciento el año anterior (aunque la empresa privada no reveló cifras completas). Las ventas de The RealReal, su rival de San Francisco con más de una docena de puntos físicos, crecieron 9.3 por ciento en 2024, superando los 600 millones de dólares. Y Vinted, el marketplace europeo más grande, lanzó en 2023 una categoría de lujo que, según dice, está prosperando. Con los aranceles que ya encarecen las importaciones de lujo en Estados Unidos al menos un 10 por ciento, y el riesgo de que suban más, este mercado de segunda mano probablemente siga creciendo.

Una razón más para autenticar estos productos. En 2021, menos de un tercio de los artículos que Vestiaire rechazó fueron descartados por sospecha de ser falsos. Hoy en día, es más de la mitad. Además, las falsificaciones en cuestión no son las imitaciones baratas que se encuentran en Canal Street de Nueva York o en los mercadillos de París. El verdadero problema es lo que la industria llama superfakes: copias casi indistinguibles de los originales, lo que hace que los esfuerzos de Mélissa y sus colegas sean aún más desafiantes.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos estima que la falsificación de productos es una industria de 467 mil millones de dólares a nivel mundial, con una parte significativa de estos productos llegando a Estados Unidos. El año pasado, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EU confiscó artículos de lujo falsificados con un valor estimado en la calle de 4 mil 200 millones de dólares, en su mayoría joyas, relojes, bolsos y carteras. “Esa es solo la cantidad que fue incautada: la punta del iceberg”, dice Laurent Dhennequin, director del Comité Colbert, un veterano grupo comercial en París. Su carga de trabajo, lamenta, se ha vuelto “una falsificación sin fin”.
Las marcas más reconocidas, como Chanel, Hermès y Louis Vuitton, durante mucho tiempo resistieron el mercado de segunda mano, temiendo que socavara la demanda de productos nuevos y empañara su imagen cuidadosamente gestionada de exclusividad. Sin embargo, sus productos están entre los más vendidos en Vestiaire y The RealReal. Y, últimamente, algunas casas de lujo han comenzado a adoptar la reventa, aunque de mala gana. En 2021, Vestiaire inició asociaciones con cinco compañías, incluyendo Alexander McQueen y Mulberry. Ese mismo año, Kering SA, el grupo detrás de Gucci, Saint Laurent y alrededor de una docena de marcas más, adquirió el 5 por ciento del revendedor. “El lujo de segunda mano es ahora una tendencia real y profundamente arraigada”, dijo en su momento François-Henri Pinault, presidente y director ejecutivo de Kering.
Un problema, sin embargo, es que no existe un estándar global para la autenticación. Y los titulares de marcas registradas aún retienen cierto control, lo que obliga a los revendedores a calibrar cuidadosamente su lenguaje de marketing, señala Susan Scafidi, directora del Fashion Law Institute de la Universidad de Fordham en Nueva York. “Las empresas de reventa de lujo tienden a destacar sus procesos de autenticación o a referirse a los artículos como ‘autenticados’ en lugar de simplemente llamarlos ‘auténticos’”, dice Scafidi. “Sus afirmaciones principales se centran en los procesos, no en los productos”.
El revendedor StockX, por ejemplo, solía afirmar que los productos que vendía eran “Verificados como auténticos” (Verified Authentic). Pero ahora la compañía —a la que Nike Inc. acusó de infracción de marca registrada, falsificación y publicidad engañosa en una demanda de 2022 que está programada para ir a juicio pronto— dice que sus productos están “Verificados por StockX” (StockX Verified). Y cuando The RealReal se lanzó en 2011, insistía en que sus artículos eran “100 por ciento auténticos”, pero ahora su marketing enfatiza sus “estándares de autenticación” y la “garantía de autenticidad” del sitio.

Más allá de la semántica, la mejor defensa legal para los revendedores es simplemente hacer todo lo posible por evitar falsificaciones. Ahí es donde entra en juego la academia de autenticación de Vestiaire en Tourcoing. Los nuevos empleados pasan por al menos 750 horas de formación, aprendiendo sobre materiales y procesos de producción, el uso de herramientas de aumento y lámparas UV, y los métodos más recientes de falsificación. Tras al menos dos meses de estudio del programa de autenticación de 12 puntos de la empresa, los reclutas se especializan: calzado, ropa, bolsos, joyería o accesorios.
Los artículos llegan a Tourcoing ya sea porque un comprador potencial paga una tarifa de verificación de 15 euros o porque el artículo tiene un precio superior a los mil euros, lo que automáticamente activa una evaluación. Y cada vez más, los vendedores están publicando productos de lujo de altísima gama en el sitio.
Vestiaire afirma que trabaja estrechamente con al menos una docena de marcas de lujo, pero los acuerdos de confidencialidad le impiden revelar los nombres de las empresas. Victoire Boyer Chammard, jefa de autenticación, dice que, si bien la cooperación varía de una casa a otra, va desde asistencia en tasaciones complejas hasta impartir cursos de formación en la academia de autenticación de Vestiaire.
A cambio, ella puede ofrecer una mercancía importante que los fabricantes de lujo no pueden obtener fácilmente: falsificaciones realmente buenas. Si bien Vestiaire debe devolver a los vendedores cualquier falsificación que detecte, recopila datos antes de enviar los artículos. Y, con frecuencia, los vendedores no recuperan las falsificaciones que intentaron hacer pasar por auténticas, lo que permite a Boyer Chammard acumularlas para análisis posteriores.
Vestiaire señala que, después de que las presentaciones de productos se dispararan en 2019, comenzó a intensificarse el uso de inteligencia artificial. El año pasado, la Unión Europea introdujo una legislación que exige que todos los nuevos productos textiles, electrónicos y muebles contengan identificaciones llamadas Pasaportes Digitales de Producto. Chanel reemplazó sus tarjetas de autenticidad de plástico negro con bordes dorados, que habían acompañado sus artículos de piel desde 1984, por hologramas y microchips incrustados en los bolsos que pueden escanearse para verificar su autenticidad.

Y el Aura Blockchain Consortium, una organización sin fines de lucro lanzada en 2021 por LVMH, Prada Group, Richemont y el conglomerado italiano de moda OTB Group, ha creado identificaciones digitales estandarizadas con una cadena de bloques propietaria. Prada, por ejemplo, la utiliza para tarjetas de autenticidad que acompañan a sus joyas de oro reciclado. Al escanear la tarjeta, los clientes pueden verificar (y transferir) la propiedad y acceder a información de fondo sobre el origen y la artesanía. “Hemos creado 50 millones de identificaciones digitales para 50 marcas miembros, y esto es solo el comienzo”, dice Romain Carrere, director ejecutivo de Aura.
Sea cual sea la solución a largo plazo, la pregunta más apremiante es: ¿Realmente les importa a los consumidores? Los precios de los artículos de lujo han aumentado en promedio un 54 por ciento desde diciembre de 2019, según HSBC Holdings Plc, y algunos bolsos han duplicado su precio. Esta greedflation, como la llaman los consumidores indignados, junto con la indignación en redes sociales por la calidad decreciente —costuras torcidas, patrones desalineados, herrajes dorados que se empañan después de unos meses— ha contribuido al auge de una cultura dupe en la que las falsificaciones han pasado de ser tabú a ser cool.
Un tercio de los adultos en Estados Unidos afirma haber comprado intencionalmente falsificaciones, desde imitaciones baratas hasta copias casi indistinguibles del original, según la publicación especializada The Business of Fashion.
“El entusiasmo que estamos viendo hoy en día marca un gran cambio de actitud”, dice Emilia Petrarca, creadora del boletín de moda Shop Rat.
Pero si a los humanos les cuesta determinar si un bolso, vestido o zapato es auténtico, con o sin ayuda de la tecnología, ¿realmente importa? Las casas de lujo deben justificar sus precios astronómicos con una calidad irreprochable y un legado deseable, o ver cómo la distinción antes clara entre auténtico y falsificado se vuelve irrelevante para una generación que valora más la accesibilidad que la exclusividad. Para una industria construida sobre la imagen, la aspiración y el estatus, la ilusión más preocupante podría no ser la autenticidad de los productos en sí, sino más bien la creencia de que la autenticidad vale un precio premium.
Lee aquí la versión más reciente de Businessweek México: