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Los aliados y adversarios de EU esquivan las amenazas arancelarias de Trump

Trump vuelve a la carga con amenazas arancelarias, pero sus tácticas de presión pierden fuerza ante aliados que ya conocen su estilo y prefieren resistir antes que ceder sin condiciones.

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Amenazas arancelarias (Thea Traff )

Donald Trump tiene una visión clara y sencilla de cómo deberían funcionar las cosas: él da las órdenes, y todos obedecen. En su mundo, los despachos de abogados dejan de representar a sus acusadores. Las universidades le ceden el control de admisiones y planes de estudio. Europa y China aceptan sin chistar sus aranceles. Las corporaciones mudan sus fábricas a EU. Ucrania se rinde ante Rusia. Dinamarca le entrega Groenlandia. Panamá le regresa el canal.

Para su furia diaria, el mundo real no siempre coopera. La Universidad de Harvard ha luchado con fuerza a su intento de tomar control de la institución. Aunque algunas firmas legales cedieron ante sus amenazas, otras ahora se están resistiendo. Trump ha oscilado entre la escalada y la retirada en temas arancelarios cuando otros países se han negado a alinearse. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha ignorado sus demandas para detener el derramamiento de sangre en Ucrania, y durante meses el presidente chino, Xi Jinping, prácticamente lo dejó en visto.

Empleados federales despedidos, migrantes que enfrentan deportaciones sin el debido proceso, y otros que han demandado para impugnar sus acciones, están ganando apoyo en tribunales —incluso en aquellos presididos por jueces nombrados por el propio Trump.

“¿De dónde salieron estos... tres jueces?”, preguntó Trump en Truth Social después de que un tribunal federal de comercio pausó temporalmente algunos de sus aranceles. “¿Cómo es posible que hayan hecho tanto daño a Estados Unidos? ¿Se trata simplemente de odio a ‘TRUMP’? ¿Qué otra razón podría haber?”

Podría ser la separación de poderes. O el estado de derecho. Pero también hay una razón menos elevada detrás de tanta oposición visceral, tanto dentro como fuera del país, a muchos de los planes de Trump. Las amenazas y la coerción —sus tácticas predilectas de negociación— pueden tener peores resultados que una política menos combativa… o que simplemente no haya acuerdo.

Esto es particularmente evidente en la pelea global por aranceles que Trump emprendió tras volver a la Casa Blanca. “Si consideramos cuánta fuerza tiene Estados Unidos por sí solo, está claro que el enfoque de la administración Trump no es muy eficaz”, dice Deepak Malhotra, profesor de Harvard Business School y autor de Negotiating the Impossible. “Estamos rindiendo por debajo de nuestro potencial, incluso cuando amenazamos y retrocedemos”.

Malhotra reconoce que las tácticas de presión a veces funcionan. “No es que no haya espacio para la coerción. Pero se ha aplicado sin cuidado ni matices, y eso conlleva consecuencias negativas que pudieron evitarse”. La costumbre de Trump de liderar con enojo y resentimiento —tanto en política interna como en diplomacia internacional— genera innecesariamente orgullo herido, rechazo y resistencia que dificultan las negociaciones y dejan una huella duradera de desconfianza. Como lo resume Malhotra: “Si alguien es un abusivo y se sale con la suya, ¿debemos concluir que abusar funciona? ¿O deberíamos preguntarnos si le fue mejor con esa táctica que si hubiera actuado de otra manera?”.

Cuando Trump anunció en abril aranceles punitivos contra socios comerciales alrededor del mundo, los mercados de acciones y bonos se desplomaron—y él dio marcha atrás rápidamente, pausando los aranceles por 90 días. La Casa Blanca intentó vender ese revés como una victoria. “Esto está ocurriendo exactamente como esperábamos en un escenario dominante”, dijo Peter Navarro, asesor comercial de Trump, en Meet the Press de NBC. La administración predijo que las naciones correrían a ofrecer concesiones. “Tenemos potencialmente 90 acuerdos en 90 días”, aseguró Navarro.

Eso no ha pasado. Muchos socios comerciales han hecho justo lo contrario: se han atrincherado. La Unión Europea aprobó aranceles de represalia por 24 mil millones de dólares en productos estadounidenses como pollo, soya y motocicletas, en respuesta a que Trump duplicó los aranceles al aluminio y al acero al 50 por ciento. Otros países han optado por esperar mientras los tribunales de EU evalúan si el presidente se excedió en sus atribuciones.

La espectacular ruptura de la alianza de Trump con Elon Musk recordó a los socios comerciales la precariedad de tratar con un presidente impulsivo. Su buena voluntad es transaccional y efímera; cada acuerdo que firma está sujeto a renegociación en cualquier momento, bajo sus propios términos.

Salvo un acuerdo comercial tentativo y limitado con el Reino Unido, la administración ha tardado en sentar a otras naciones en la mesa. Xi inicialmente rechazó los intentos públicos de presión y halagos por parte de Trump, y tardó en aceptar una llamada telefónica. Dos días de negociaciones en Londres este mes terminaron sin avances significativos. En lugar de eso, ambas partes acordaron una tregua que, en esencia, regresó la relación comercial entre EU y China al punto en que estaba antes de que Trump elevara las tensiones.

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Líderes El viceprimer ministro chino, Liu He, y el presidente Trump en la firma del acuerdo comercial de la Fase Uno en la Casa Blanca el 15 de enero de 2020. (Evan Vucci)

Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase & Co., dijo que el líder de la segunda economía del mundo probablemente no se doblegará ante Trump. “Acabo de regresar de China la semana pasada”, dijo durante el Foro Económico Nacional Reagan, en California, el 30 de mayo. “No están asustados, señores. La idea de que se van a inclinar ante Estados Unidos, no contaría con eso”.

Katherine Tai también asegura que China está mejor preparada para enfrentar a Trump esta vez. Como representante comercial de EU durante la administración de Joe Biden, lideró las negociaciones con China y otros países. Advierte que Xi ha aprendido de la guerra comercial de la primera presidencia de Trump, cuando EU subió los aranceles a cientos de miles de millones de dólares en productos chinos. “Los chinos están utilizando activamente su experiencia del Trump 1.0 para definir su estrategia actual”, señala.

Tai dice que otros países no se apresurarán a anteponer los intereses de EU sobre los suyos, sin importar cuánto quieran preservar el acceso al mayor mercado importador del mundo. “Estos aranceles pueden crear cierto incentivo para hacer acuerdos, y a veces podrían funcionar. Pero cuando uno se topa con la política interna de otro país, llega un punto donde se golpea con una pared, y la gente simplemente no va a ceder”.

Los acuerdos comerciales duraderos suelen tardar años de negociaciones agotadoras. Son increíblemente complejos, y todos los involucrados quieren salir sintiendo que consiguieron el mejor trato posible. Si Trump logra forzar a algunos países a aceptar condiciones que no les gustan, Tai dice que esos acuerdos no necesariamente perdurarán. “Cuando no se sienten bien con cómo llegaron al ‘sí’, porque no sintieron que se les respetó en la mesa de negociación, la tendencia es querer salirse del acuerdo”.

Durante su primer mandato, Trump presionó a Canadá para reducir las barreras a los productos lácteos de EU, una medida que los agricultores canadienses rechazaron con fuerza. Cinco años después, EU sostiene que Canadá no ha cumplido del todo, pese a las protestas formales. “Los canadienses lo aceptaron técnicamente en papel”, dice Tai. “Sabían que tenían que hacer que pareciera que EU tendría más acceso a su mercado, pero la evidencia sugiere que nunca lo consideraron un compromiso real”.

Algo similar ocurrió con el acuerdo comercial llamado Fase Uno entre Washington y Beijing, alcanzado a principios de 2020. China prometió comprar 200 mil millones de dólares adicionales en productos estadounidenses a cambio de una reducción de los aranceles de Trump. La administración lo celebró como “histórico” y “aplicable”. Sin embargo, un análisis del Peterson Institute for International Economics reveló que China no compró ni cerca de los productos adicionales comprometidos. La Casa Blanca no respondió a solicitudes de comentario.

Los líderes también ya le tomaron la medida al hábito de Trump de lanzar amenazas y demandas exageradas para luego ceder ante la menor resistencia. TACO —siglas en inglés de Trump Always Chickens Out (Trump siempre se echa para atrás)— es ahora un mantra entre operadores financieros que ya descuentan su arrogancia. “A estas alturas, nadie cree genuinamente que si dice algo extremo, realmente se va a mantener firme si enfrenta una resistencia significativa”, dice Malhotra. Y eso podría venirle bien a Trump, quien tiene una capacidad inigualable para declarar victoria incluso cuando pierde y pasar rápidamente al siguiente tema.

Malhotra dice que su forma de negociar podría considerarse exitosa—si el objetivo es satisfacer su necesidad personal de mostrarse fuerte ante sus seguidores. Pero no está claro cómo eso beneficia a EU o fortalece su credibilidad con aliados y adversarios. “Un país como Corea del Norte podría beneficiarse de ser impredecible, porque no tiene otra palanca más que esa. Pero nosotros no necesitamos usar esa estrategia. Somos Estados Unidos, y cuando jugamos a eso, en realidad mostramos una falta de confianza y de profundidad estratégica, y debilitamos nuestro poder y nuestros recursos”.

Trump parece decidido a seguir con su jugada característica, incluso si el mundo ya la conoce. El 11 de junio advirtió que no esperaría mucho más a que otros líderes cumplieran sus demandas arancelarias. “Vamos a enviar cartas en una semana y media, dos semanas, a los países, diciéndoles cuál es el trato”, dijo a periodistas. “En cierto punto, simplemente vamos a mandar las cartas. Y creo que entienden lo que eso significa: ‘Este es el trato, lo toman o lo dejan’”.

Si eso suena familiar, puede ser porque en mayo amenazó con hacer lo mismo, diciendo que comenzaría a imponer aranceles “en las siguientes dos o tres semanas”. La fecha llegó… y no pasó nada.

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