Osman Ali creció cerca del río Shabelle, en el sur de Somalia, que solía ser lo suficientemente profundo como para sumergirse y nadar. Pero en los últimos tres años, las sequías lo han convertido en un arroyo sucio. Después de que sus ovejas y cabras quedaron esqueléticas y sus cultivos se marchitaron, quedó a merced de extorsionistas armados a los que no tenía con qué pagar. El joven de 29 años vendió la tierra de su familia y compró un boleto a Brasil. Caminó durante dos meses a través de selvas, ríos y ciudades y llegó a Tapachula en México, con la esperanza de dirigirse a la frontera sur de Estados Unidos.
Al igual que él, Ibrahima Coulibaly estaba en Tapachula, bajo el calor sofocante, en una acera frente a la oficina de migración de la ciudad. Dejó su hogar cerca de Tambacounda, en el este de Senegal, cuando ya no pudo cultivar su terreno de dos hectáreas. Una serie de sequías destruyó sus cultivos de mijo, cacahuate y frijol —dejando a su familia con poco alimento—, y lo impulsó a vender sus 32 cabezas de ganado y emprender un largo viaje al continente americano.
Al llegar a Brasil a principios de este año, y luego de ser asaltado en el Tapón del Darién —la densa jungla entre Colombia y Panamá infestada de serpientes venenosas y bandidos—, esperó desesperadamente un permiso para continuar cruzando México y llegar a la frontera con EU.
“Llega un punto en el que es mejor irse que quedarse. Uno puede caminar hasta morirse, pero no quedarse quieto hasta morir de hambre”, dijo el hombre de 37 años en una entrevista en abril. “Cada año es peor que el anterior”. La cantidad de africanos que se dirigen a la frontera sur de EU podría alcanzar un récord este año. Provenientes de la República Democrática del Congo, Malí, Senegal, Sierra Leona, Somalia y otros países, muchos escapan de fenómenos ambientales que destruyen los medios de subsistencia.
El continente del que huyen se enfrenta a desastres naturales a un ritmo más rápido que el resto del planeta y, en gran medida, no está preparado para hacerles frente. África, el continente que menos ha hecho para provocar la crisis climática mundial (produce solo el 4 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo), está siendo azotada por tormentas, inundaciones y sequías sin precedentes. Eso impulsa la migración.
Para 2050, 86 millones de africanos, o alrededor del 6.6 por ciento de los mil 300 millones de habitantes de la región, se verán obligados a migrar a causa del cambio climático, estima el Banco Mundial.
La gran mayoría migra a otras partes de su propio país o se va a una nación vecina, pero aquellos que pueden juntar cierto dinero se aventuran más lejos. Más de 4 mil 500 africanos cruzaron la frontera entre Colombia y Panamá entre enero y abril de este año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), convirtiéndose en el segundo grupo más grande —después de los latinoamericanos— en intentar llegar a la frontera con EU.
“La gente dice: ‘Bueno, si no puedo vivir aquí, prefiero morir tratando de llegar a otro lugar’”, comentó Ayaan Adam, directora ejecutiva de AFC Capital Partners, la unidad de Africa Finance Corp. que se centra en infraestructura y que está recaudando 500 millones de dólares para un fondo de resiliencia climática este año.
Ayudar a los africanos a quedarse en su país tiene un precio alto. Adam estima que se necesitaría un billón de dólares para la infraestructura “a prueba de cambio climático” que necesita, lo que en sí mismo costaría 2.3 billones de dólares. China, EU y Europa, que en conjunto producen más del 50 por ciento de las emisiones del mundo, necesitan ayudar a financiar este esfuerzo, dicen los líderes africanos.
“Esto no es una donación, es una tarifa de limpieza”, dijo el presidente de Malaui, Lazarus Chakwera, en la COP26 en Glasgow en noviembre. Los países más ricos pueden limitar los refugiados en sus fronteras ayudando al continente a adaptarse al cambio climático, dijo Lisa Lim Ah Ken, especialista en migración y cambio climático para África oriental en la OIM.
“Las naciones desarrolladas gastan enormes presupuestos nacionales en la construcción de muros y la creación y el monitoreo de políticas de inmigración. Sin embargo, si esos presupuestos se invirtieran en las naciones y comunidades que sufren los efectos del cambio climático, apoyando su desarrollo sostenible, entonces tal vez la migración forzada se reduciría”, dijo Lim Ah Ken.
Ha pasado más de una década desde que los países ricos se comprometieron a ayudar a las naciones más pobres del mundo a reducir las emisiones y adaptarse al cambio climático con hasta 100 mil millones al año. Falta que cumplan ese objetivo.
Los líderes africanos estiman que la adaptación al cambio climático —mediante el fortalecimiento de las costas contra el aumento del nivel del mar—, la lucha contra la desertificación y la construcción de carreteras y puentes resistentes a fenómenos climáticos, requeriría una inversión anual de 33 mil millones de dólares, dijo Patrick Verkooijen, director ejecutivo del Centro de Adaptación Global, o GCA por su sigla en inglés, desde Róterdam. Si bien los países pueden recaudar ellos mismos 6 mil millones de dólares, solo reciben otros 6 mil millones en ayuda, dijo.
“Esto es imprescindible para África, no un gusto”, dijo Verkooijen, y agregó que la financiación de la adaptación será un enfoque clave de la cumbre climática COP27 en noviembre en Egipto. El dinero de la adaptación climática que entra actualmente es demasiado insignificante para marcar la diferencia. El Banco Africano de Desarrollo tiene un fondo con contribuciones de Europa y Canadá, pero ha desembolsado solo 8 millones de dólares para pequeñas operaciones en 16 países. Un proyecto ambicioso, la iniciativa de la Gran Muralla Verde destinada a detener la desertificación mediante la siembra de árboles a lo ancho de África, ha recibido promesas de más de 19 mil millones de dólares de organizaciones de todo el mundo. Pero el progreso ha sido lento.
Los fenómenos meteorológicos extremos se han desatado en el continente. El Cuerno de África se enfrenta actualmente a la peor sequía en al menos cuatro décadas, lo que pone en riesgo a 16 millones de personas en Kenia, Etiopía y Somalia, y aumenta la posibilidad de una hambruna.
El número de inundaciones en África se ha quintuplicado desde la década de 1990, según GCA.
“Los impactos del cambio climático están costando a las economías africanas entre el 3 y el 5 por ciento de su PIB”, dijo el Presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, a la Unión Africana el 6 de febrero.
Los líderes africanos no han ayudado, ya que tratan los problemas relacionados ambientales como un “problema periférico”, dijo Saliem Fakir, director ejecutivo de African Climate Foundation.
Dado que es probable que el clima extremo se intensifique y lleve a más personas a migrar, “los países desarrollados tienen tanto la responsabilidad como el interés de ayudar a algunos de los países más vulnerables”, dijo Taylor Dimsdale, director de Riesgo y Resiliencia en E3G, un grupo de expertos en clima.
Podría evitar que inmigrantes como Ali toquen en sus puertas. El agricultor somalí esperó en Tapachula, a unos mil 450 kilómetros de la frontera estadounidense más cercana, para hacer el tramo final de su viaje. Ahora que el cambio climático destruyó su sustento, ansía comenzar de nuevo en otro lugar.
“Dependemos de la lluvia y del río, pero no había agua”, dijo Ali. “Lo perdimos todo”.
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