La epidemia zombi se ha desatado en las letras del país. Estos monstruos deambulan hambrientos por las calles de Ciudad Juárez, el DF o lugares ficticios en la antología Festín de muertos (Océano).
Los escritores Raquel Castro y Rafael Villegas reunieron 18 historias de autores nacionales que escapan a los estereotipos y ofrecen una visión muy mexicana del muerto viviente.
La idea de hacer este libro surgió durante una conferencia en la que alguien le preguntó a los escritores sobre la existencia de estos personajes en la literatura mexicana. Ambos se quedaron como zombis: no supieron qué contestar. Así que invitaron a un grupo de autores a escribir y quedaron sorprendidos por la manera en que los escritores exploraron sus propios miedos e inquietudes para abordar el tema.
"Estas mutaciones del zombi se me hicieron muy interesantes porque los autores le dieron actualidad desde distintas perspectivas: la violencia intrafamiliar, cuestiones de género, los narcos, las muertas de Juárez", dice Castro.
Hay relatos de terror, otros irónicos y divertidos, incluso algunos despiertan cierta ternura. Estas versiones se alejan del cliché apocalíptico alusivo a la decadencia de la era consumista y tecnológica que suelen brindar la literatura, el cine o las series estadounidenses que están de moda.
Antonio Ramos, por ejemplo, presenta al zombi como un adicto incapaz de rehabilitarse en su sed de carne humana, mientras que Cecilia Eudave imagina al último no muerto en la Tierra, a la que sólo le queda devorarse a sí mismo.
El cuento de Berardo Esquinca se sitúa en la noche del 2 de octubre de 1968, cuando la sangre derramada por la matanza revive a los muertos. El toque prehispánico y el equilibrio del cosmos a través de los sacrificios ha sido recurrente en su pluma.
"Este texto es una revancha, el reto para mí era revivir los zombis en un acontecimiento que marca un antes y un después de la historia", comenta el autor.
Para Castro, el ejercicio en el que participaron también Alberto Chimal y Bef, entre otros escritores, sirvió para confirmar que la literatura de terror en México "es un género muy sano".