Surgida hace 43 años en una ciudad multicultural que lucha por su identidad, la compañía de danza contemporánea Les Ballets Jazz de Montréal es un reflejo de su entorno. "Montreal tiene gente de todas partes del mundo, pero con antecedentes europeos muy fuertes", cuenta en entrevista Louis Robitaille, director artístico de la compañía Les Ballets Jazz de Montréal.
"El hecho de que sea una provincia francoparlante en un mar de angloparlantes, hace que la identidad sea muy fuerte", afirma el director de la compañía que se presenta hoy en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, como parte de la programación del Festival Centro Histórico.
"Montreal es el centro cultural más poblado de Canadá. El número de artistas con relación al resto de la población es el más elevado, todas las disciplinas artísticas están representadas en la ciudad, que es la capital de la danza", agrega el coreógrafo respecto al origen de este grupo de artistas que parte del ballet clásico y lo mezcla con jazz, baile moderno, hip-hop, folclor, incluso danzas aborígenes de Canadá y, recientemente, ha integrado a su propuesta el teatro y la gimnasia.
En su visita a México la agrupación presenta tres coreografías: Zero in on, un encuentro entre fuerzas y poder que interpreta una pareja de bailarines, original de Cayetano Soto, con música de Phillip Glass. Rouge, de Andonis Foniadakis, que se presenta como "una oda a la resiliencia", acerca del choque cultural y la lucha de poder entre conquistadores y los pueblos originarios, y Harry, de Barak Marshall, en la que el protagonista enfrenta conflictos existenciales y físicos, con música de Tommy Dorsey, Balkan Beat Box, Dejan Petrovic y Maria Callas, entre otros. Estas dos últimas, son piezas largas, de 36 y 40 minutos, respectivamente, interpretadas por los 11 bailarines de la compañía, cuya expresión representa un reto físico de grandes dimensiones, que lleva la danza a niveles fantásticos.
Robitaille lo describe como "danza fusión", pero los elaborados movimientos de los bailarines recuerdan más a otro emblema artístico de Canadá: el Cirque du Soleil. Para el director artístico, su propuesta es también "música que se ve". Y es que la precisión entre el sonido y el movimiento es apabullante. La coordinación en grupo, exacta. Paradójicamente, mientras las temáticas de las coreografías pueden ser terribles, como el despojo y la muerte que sufrieron los pueblos indígenas, la belleza que se refleja en el escenario es conmovedora.
"Se puede encontrar belleza en la tragedia, en lo horrible", destaca Louis Robitaille. Al ser un medio de comunicación universal, la danza puede transmitir esos mensajes de confrontación entre una realidad cruda que se vive en todo el mundo y la belleza que sucede en el escenario, donde los artistas se expresan como una forma de resistencia, de lucha.
"Esta compañía tiene la capacidad de transmitir un sentido de elevación. Es delicado, no es estresante, sino preocupante abordar estos temas y transformarlos en arte. No se trata de la política del avestruz, no hay que esconderse; debemos ver, conocer los problemas y enfrentarlos. Pero seguir siendo optimistas, con la fuerza, la energía del que lucha y no la derrota de la víctima", concluye.