Cuando Alejandro Ricaño se convirtió en el autor más joven en ganar el Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido, en 2009, con Más pequeños que el Guggenheim, una generación de escritores comenzó a darse a notar. Esa comedia en la que cuatro personajes intentan montar una obra cuyo autor no termina de escribirla, llamó la atención sobre un joven de 25 años que hoy es una de las voces más destacadas de la dramaturgia nacional.
Con obras crudas y en algunos casos sobrecogedoras e impregnadas de humor negro, los dramaturgos menores de 40 años han revitalizado la escena no sólo en México, sino en el extranjero. Es el teatro de principios del siglo XXI que resulta avasallante.
"He tenido oportunidad de dirigir obras de varios dramaturgos, pero también he sido jurado en varios concursos y sí, todos los autores están planteando nuevas estructuras", dice la directora Claudia Ríos. "Es la manera como están viendo el mundo lo que los lleva a proponer otras formas en el montaje. Hay una nueva generación de autores realmente extraordinarios que a uno le plantean retos a resolver".
Forma y fondo
"Siempre he tenido problemas con la clasificación de algo como contemporáneo o no, pero el tipo de teatro que se está haciendo en México está tratando de encontrar nuevos lenguajes y métodos de trabajo", reconoce el dramaturgo y director Diego Álvarez Robledo (DF, 1986), quien estrenó en el pasado Festival Internacional de Teatro Universitario Gospel of the spangled banner, teatro documental en el que tres actores recorren la historia de Estados Unidos, haciendo varios personajes. "Mis obras y las de otros dramaturgos de mi generación ponen en cuestión la noción de personaje. En mis montajes siempre hay un actor que habla con el público como actor, y en otros momentos se desenvuelve como tradicionalmente se consideraría a un personaje", explica el autor de Bestiario humano de las especies en proceso de extinción, documental escénico que estrenó en 2014 y se presentará próximamente en el Teatro Sergio Magaña.
Si bien las rupturas experimentales son recurrentes en los nuevos discursos, a veces resultan fallidas, advierte el dramaturgo tijuanense Hugo Alfredo Hinojosa. "La experimentación sin estudios provoca vicios. Si alguien sólo experimenta y experimenta y no se reta a dejar las estructuras libres puede quedarse atrapado en eso. Es una trampa que puede ser muy cómoda, sobre todo en la soberbia de los principiantes o de los falsos intelectuales. Lo más fácil siempre será decir: si no entienden, no es mi culpa", agrega el Premio Mexicali de Dramaturgia, cuyos textos han sido puestos en escena por destacadas agrupaciones, como Misericordia, presentada por la Compañía Nacional de Teatro en 2012. Tiene en cartelera El laberinto de un hombre solo, sobre el abandono en la vejez, con la cual ganó el primer lugar en el concurso de dramaturgia joven Gerardo Mancebo del Castillo.
Proyección internacional
La actriz mexicana Odille Lauría estrenó el año pasado la versión en francés de la obra El cielo en la piel, de Edgar Chías (Ciudad de México, 1973), que en la traducción de Boris Schoemann fue premiada por el Centro Nacional de Teatro de Francia. La obra se presentará en México en abril próximo. Definida por Chías como "una rapsodia para la escena", El cielo en la piel es teatro a muchas voces que puede ser montada, por sugerencia del propio autor, con uno o varios actores. En el marco de los feminicidios de Ciudad Juárez, es una ácida crítica al machismo.
Este género es apoyado por becas del Fonca y programas como México en Escena, concursos convocados por el INBA o el Premio Independiente de Joven Dramaturgia, creado en 2012 por la compañía Teatro sin Paredes (cuya obra ganadora, Los invertebrados, de Sara Pinedo, se presenta desde el sábado pasado en La Cantera, un foro dedicado a la danza y al teatro joven).
Teatro contemporáneo
"Antes había una línea divisoria muy clara: el teatro comercial era comedia de pastelazo, hecha con actores de telenovelas, o algún clásico, alguna obra probada, y teatro cultural era una cosa de búsqueda muy rara que nadie entendía. Ahora hay teatro de inversión privada y teatro de inversión pública", dice Alejandro Ricaño, autor del monólogo, protagonizado por Diego Luna, Cada vez nos despedimos mejor.
Ségun él, en el teatro de inversión pública se puede seguir todavía en la UNAM con puestas en escena con actores y temas tradicionales. En el otro, las propuestas son más arriesgadas. Los escritores mexicanos de esta generación se adaptan con mayor facilidad a cualquiera de las exigencias del mercado cultural. En todo caso, asegura, realizan sus ideas con el perfil de los productores.
Para la dramaturga y tallerista Estela Leñero está resurgiendo el teatro social que se hacía en los años 70 y hacia finales de los 80, como lo hace la obra de Hugo Salcedo El viaje de los cantores, que aborda el tema de los migrantes. "Ahora vemos reflejado el sistema de violencia, de impunidad, de injusticia, a través de nuevas estructuras dramatúrgicas", afirma Leñero, quien todos los lunes dirige un taller de dramaturgia en El Círculo Teatral.
Lo que hace contemporáneo al teatro de estos autores, concluye la directora Claudia Ríos, es que habla de lo que está pasando y propone una nueva manera de acercarse al público, de resolver una puesta en escena o de tratar el tema a través de la estructura dramática, el tipo de actoralidad, o la forma de producir. "Algo que está resuelto de esa manera porque emana de una necesidad profunda, no sólo por innovar".