La tarde iba dando tumbos hasta que saltó a la arena Miel en Penca, un toro muy emotivo de la ganadería de La Estancia, con el que se enredó Sebastián Castella para cortarle dos orejas ante la vibración de un público que disfrutó la faena del torero francés, que tuvo series de distintos acabados unidos por un denominador común: el sitio y el valor.
Y sobre estos dos pilares edificó una labor que caló en los tendidos de La México, prácticamente desde que Sebastián comenzó el trasteo mediante unos toreros doblones en los que se plantó con firmeza sobre la arena para enganchar por abajo las emocionantes embestidas del toro, que seguía la tela humillado y con gran recorrido.
El público le coreó muy fuertes los olés a Castella, que se enfibró en esa primera parte de la faena, para fundirse con Miel en Penca en muletazos largos, tersos, mandones y sabrosos, de esos que tanto gustan a la afición capitalina.
Así llevó cosidas a la muleta las embestidas de un toro que escarbó la arena en distintos pasajes de la faena, y que mediada la misma empezó a ser un poco tarde. Castella tuvo que pisarle el terreno, e inclusive reponer hacia adelante para obligar a que el toro repitiera, pues era fácil salirse de su distancia.
Si es verdad que la faena no decayó en ímpetu y vibración, la segunda fase de la misma no tuvo la misma limpieza de trazo, quizá porque Sebastián buscó arrear y no dejar caer un trasteo que remató de una estocada que provocó una larga agonía antes de que se le premiara con dos orejas, hecho que celebró el público con una cerrada ovación.
Este fue el momento culminante de una corrida con algunos otros pasajes de entrega por parte de Castella con el primer toro de su lote, un ejemplar bruto, que arrollaba y se defendía con la cara alta. El maestro francés lo obligó con mucha autoridad cerca de las tablas y fue gracias a esta actitud tan honrada como se había metido al público en el bolsillo.
Aunque a este toro no pudo matarlo con eficacia, la reciedumbre de su entonada faena había predispuesto a la gente para volcarse en la lidia de "Miel en Penca", que fue premiado con un merecido arrastre lento.
A diferencia de la tarde anterior, en la que Diego Silveti no acabó de centrarse con sus toros, ahora le regaló a la afición una primera faena muy entonada ante un toro que no valía y con el que se plantó muy serio para exponerle en muletazos con enjundia. Sin embargo, pudo haber conseguido un mejor resultado si hubiera estado fino con la espada.
El toro que cerró plaza se acobardó en tablas y por más que Diego lo intentó, aquella buena disposición que mostró el torero de dinastía terminó diluyéndose ante la mansedumbre de un toro de La Estancia cuyo juego contrastó con el que ofreció "Miel en Penca".
Guillermo Capetillo no consiguió meter en la muleta al aceptable toro que abrió plaza, fue su falta de sitio le hizo torear sin temple, llevando casi siempre la muleta descuadrada, desprovista de toques precisos, y con un público que estuvo como casi siempre ha estado con él: hostil. Unos cuantos muletazos sueltos en el inicio del trasteo al que abrió plaza, fueron el escaso balance de una tarde para el olvido.
Porque el acochinado cuarto, de la divisa de San Isidro, debió haber sido devuelto por inválido, ya que tenía lastimada la mano derecha y no había forma de que embistiera. Pero para la mala fortuna de Guillermo, el toro se quedó en la arena y, evidentemente, no dio juego porque apenas y podía apoyar la extremidad.
Mal y de malas, sin Las Golondrinas en la megafonía de la plaza, al final no supimos si el hijo el gran Capeto se despedía de los ruedos o la empresa había anunciado que ya se iba sin haberlo establecido. Para el caso es casi lo mismo, pues en los últimos años había toreado muy poco, cinco corridas nada más en un extenso lapso de un lustro. ¿Acaso eso no es estar retirado?
FICHA
México, D.F.- Plaza México. Segunda corrida de la Temporada Grande. Poco más de un tercio de entrada (unas 17 mil personas) en tarde soleada, con algunas ráfagas de viento. Tres toros de San Isidro (2o., 3o. y 4o.) y tres de La Estancia, correctos en presentación y de poco juego en general, salvo el 1o. que fue manejable y el 5o., que fue muy emotivo y se le premió con arrastre lento. Pesos: 495, 510, 480, 515, 490 y 522 kilos. Guillermo Capetillo (verde botella y azabache): Pitos y pitos tras aviso. Sebastián Castella (azul marino y oro), que sustituía a José Mari Manzanares: Palmas y dos orejas. Diego Silveti (lila y oro): Silencio en su lote. Incidencias: Destacó en varas Ángel Juárez, y en banderillas Edmundo Navarro y Cristian Sánchez, que saludaron. En la brega lució José Chacón. Al finalizar el paseíllo se tributó un homenaje al doctor Rafael Vázquez Bayod por su labor al frente de los servicios médicos de esta plaza. Y también se rindió un minuto de aplausos a la memoria del maestro José Mari Manzanares, fallecido en días pasados.