Como abriéndose entre las montañas y el mar, desfila una pequeña pista de aterrizaje que apenas permite aviones pequeños. Quizá esa puerta de entrada funciona como el prólogo de una isla cuya exclusividad está directamente relacionada con el tamaño.
A St Barth se tiene que llegar en vuelos casi privados que salen desde Puerto Rico, unos 45 minutos de mar separan a la isla caribeña de San Juan.
Para este recorrido, y con el propósito de iniciar el viaje con la mayor comodidad, la aerolínea privada Tradewind recibe a los viajeros desde que descienden del avión y los acomoda en una sala privada mientras esperan su vuelo.
Entre ocho y diez personas abordan las aeronaves que, minutos después, aterrizan flanqueadas por el verde que se extiende en las colinas y el azul que rodea todo el territorio.
En Saint-Barthélemy, nombre oficial del lugar, el idioma oficial es el francés y la moneda el euro. Sin embargo, en su extensión se escuchan varios idiomas de Europa o distintos acentos escondidos entre líneas de inglés.
Le Sereno
Antes de que la pandemia nos pusiera en perspectiva la importancia de reconectar con la tierra, de la relajación lejos de las multitudes y del lujo que significa compartir un hotel con pocos huéspedes, Le Sereno ya tenía los preceptos estampados en su ADN.
La propiedad se expande hacia los costados, sus edificios de poca altura permiten que crezca el mar desde los ojos y ver las ondeantes banderas francesas que se envuelven en los arbustos que se estiran hacia el cielo.
Todo el hotel se posa alrededor de una bahía turquesa que por varios metros hacia el fondo conserva su color, su altura y temperatura.
Una de las grandes propiedades de este pedazo de mar es que alberga tortugas perfectamente habituadas a la presencia humana. Para compartir un poco del día con ellas es preciso entrar al mar desde temprano.
Fundida con esa postal de azul turquesa está la alberca de Le Sereno. Su posición permite que en el día funcione como un oasis al que llegan las bebidas y comida del restaurante, mientras que en la tarde se convierte en el lugar ideal para ver partir el sol.
Apenas a unos pasos de la alberca se encuentra el restaurante de la propiedad. Su totalidad se divide en tres espacios esenciales: un área abierta con mesas sobre la arena, el área que da hacia el mar y un pequeño espacio con sillones ideal para un cóctel o una reunión más íntima.
Las habitaciones del hotel se dividen en dos categorías. Están las suites que constan de espacios grandes, una cama king size, sala, escritorio y una maravillosa terraza privada con vista al mar y mobiliario exterior.
También pueden elegirse las villas, que además de tener las amenidades de las suites cuentan con piscina privada, cocina, comedor y estancias más amplias.
Le Sereno pone el toque final a su oferta con una boutique con prendas y accesorios magníficamente curados y un spa con vista al mar y enclavado entre la naturaleza para tomar tratamientos especialmente diseñados.
Playas aledañas
Parte de la oferta de Le Sereno incluye la renta de autos para recorrer los alrededores de St Barth. El equipo del hotel además está listo para proporcionar agua, hieleras y refrigerios para que los huéspedes disfruten de la isla.
Las calles de este lugar son estrechas y van colina abajo y colina arriba, de manera que todos los autos que circulan son pequeños, muchos de ellos sin puertas para recibir el aire de mar.
Dos de las playas más famosas son Saline y Gouverneur, la constante es que están completamente limpias y paradisiacas.
Vale la pena mencionar que no cuentan con ningún tipo de servicio, así que es muy recomendable llevar toallas, algo para cubrirse del sol y agua.