libertad de expresión

Estamos presenciando cómo cobra forma un talante sigiloso de intimidación, esgrimida de manera facciosa por el titular de Ejecutivo, alcahueteando las instituciones del Estado.

El caso de Jimmy Kimmel expone cómo la censura gubernamental en EU utiliza la “cancelación cultural” como excusa para acallar voces críticas y controlar a los medios.

El régimen obradorista no caminaba hacia una dictadura, sino a una autocracia, acabando metódicamente con las libertades, borrando una lucha por las libertades que se extendió por varias décadas.

De acuerdo con una encuesta de El Financiero, el 70 por ciento de los mexicanos opina que en el país se puede ejercer la libertad de expresión.

Una de las virtudes de la libertad de expresión es que obliga a las autoridades a tolerar la crítica sobre los asuntos públicos. Si el poder no lo acepta, el problema no es la opinión, es el poder.

Para el sector empresarial generó una real preocupación, ya que la crítica a la actuación de legisladores en la elaboración de leyes, pueda generar denuncias diversas en su contra y más si hay una mujer al frente de la propuesta.

Gracias al internet y a las redes sociales, se han amplificado los discursos de odio, lo cual ha multiplicado sus lastimeros objetivos.

La censura requiere mucho más que un gobierno con la intención de silenciar medios o temas. La libertad de prensa es un sistema, un esfuerzo colectivo que se sostiene por los incentivos institucionales y sociales.

Se va a “legalizar” la censura con una ley que tiene facultades para intervenir contenidos, supuestamente para proteger audiencias.

El ataque a la prensa representa el último dique frente al régimen autoritario que se termina de construir en México, mientras que la resistencia de los periodistas persiste.