Retrato Hablado

"Mi vida es como el jazz: improvisación continua"

Kirén, quien adora el helado y tiene un gato que se llama Mantequilla. Es fanática de Ray Bradbury, autor de Crónicas marcianas. Es una apasionada por la información y el conocimiento.

CIUDAD DE MÉXICO. Kirén Miret es un trompo. Su carácter voluntarioso y su herencia –la pasión por el conocimiento– la han llevado más lejos de lo que ella misma reconoce haber imaginado. Y vaya que ingenio no le falta, porque todavía es una niña. Juega futbol, patina, adora el dulce, sobre todo el helado, y tiene un gato que se llama Mantequilla. Es fanática de Ray Bradbury, autor de Crónicas marcianas.

Sus abuelos paternos, refugiados españoles, llegaron a México durante la Guerra Civil. Su abuela materna era rusa; su abuelo polaco. Ellos emigraron a Argentina. Su hija, antropóloga y editora, se enamoró de México y del padre de Kirén, el escritor Pedro Miret, íntimo amigo de Luis Buñuel.

En esa familia de letrados, Kirén se sentía fuera de lugar. Su historia escolar en el Colegio Madrid fue desastrosa, pero corrigió cuando empezó la licenciatura en Comunicación en el Tecnológico de Monterrey. Se propuso graduarse con honores. Rompería con la niña rebelde y "marimacha" que no encajaba en su propio clan.

Las prácticas profesionales en la CNN le desvelaron su vocación, la producción. Tras una breve estancia en Harvard, donde tomó un curso intensivo de redacción periodística en inglés, produjo los programas de Javier Solórzano y Carmen Aristegui, "desde el eslabón más bajo de la cadena". Se encargaba de los enlaces telefónicos.

"Mi vida es como el jazz: improvisación continua", afirma. Dice que por obra de la casualidad recibió dos ofertas para producir segmentos noticiosos en MTV. Rechazó la primera y aceptó la segunda vez. "Fueron los dos años más divertidos de mi vida profesional".

Kirén volvió como productora de Carmen Aristegui a MVS, en el 2009. No contaba con el éxito que le esperaba. Ni siquiera anticipaba un proyecto "serio" de carrera y menos aún, un rumbo profesional tan cercano al de sus padres.

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Niñonautas, su proyecto consentido, fue afortunado desde su concepción. Ella quería ser locutora, a pesar de que más de uno la desanimó: con esa voz gruesa no tenía oportunidad. Tiempo después, sin embargo, grababa la sección de efemérides.

Dominaba el ritmo del programa que producía y sugirió unos segmentos cortos para introducir cápsulas sobre temas curiosos. El primero fue la historia del sandwich. Su objetivo no era el público infantil, pero Emilio, el hijo de Aristegui, la escuchó y eso animó al equipo. El día siguiente transmitieron la historia del cono de helado, y el próximo la de los patines de ruedas. No seguían criterio alguno. La productora elegía los temas en función de sus gustos: las papas fritas, las donas, las pelotas…

__¿Te gustan los niños?
__No me gustaban ni un poco ni siquiera porque fui guía en el Museo del Niño__, hasta que descubrí que eran mucho más inteligentes de lo que yo pensaba. Generé una empatía particular con ellos porque tengo una faceta muy infantil: pregunto cosas extrañas, me gusta el helado de chicle, tengo un paladar con una alta tolerancia al azúcar; necesito toneladas de adrenalina, me gusta la velocidad, tengo un coche muy rudo y una moto. Vivo exhausta y duermo muy poco. En realidad, creo que soy un niño.

La cápsula curiosa se transformó en Niñonautas y los audios en el primer libro. Carmen Aristegui lo prologó y lo presentó, y fue un hitazo. Siguieron tres libros más, un programa de radio y un disco producido por Universal Music, de reciente aparición. El siguiente proyecto relacionado es una heladería que quizá comparta el nombre de la famosa cápsula.

__¿Te gusta tu voz?
__Ahora me encanta. Reconozco que es muy característica. La gente que me ve no sabe quién soy, pero me escucha y me identifica.

__Conservas un semi anonimato...
__Sí. Heredé el timbre y el tono de la voz de mi mamá, y me parece divertido que a los niños les guste una voz tan poco convencional.

Kirén es una mujer práctica. Es una condición obligatoria para ser una workaholic. Hace un año fundó Cromática, su propia casa productora, que tiene entre sus clientes a Discovery Channel y a Google. Conserva otro negocio previo, Agua Dulce, de paisajismo y jardinería.

No le tiene miedo a la muerte. También en eso parece un niño.
El año pasado murió su madre, una víctima más del cáncer. Era el ser más cercano a ella, su persona favorita, su cómplice. Su padre había muerto cuando ella tenía nueve. Desde entonces vivió estremecida. Le aterrorizaba la posibilidad de perder también a su mamá.

Su "salvavidas" ha sido su trabajo, aunque el exceso ya le pasa factura: "Este año me he puesto a prueba. Me levanto tempranísimo todos los días porque no tengo opción, porque soy hija de mi madre y ella no me perdonaría que faltara a trabajar, porque ella no bajaría los brazos, porque estoy sola y dependo de mí".

__Nadie está solo. Supongo que tienes buenos amigos.
__Sí, buenos pero pocos. A la gente le pesa mucho que te vaya bien.
Con las pérdidas, se gasta el miedo a la muerte. Asegura que nada le inquieta, pues le ha pasado lo peor.

"Me siento miserable por decir esto, pero con la muerte de mi madre, se esfumó mi más grande miedo, y una parte de mi descansó a pesar de que no encuentro nada que me reconforte ante su ausencia".

Niñonautas es el homenaje de Kirén Miret a su madre, Victoria Schussheim, que participó activamente en la edición de los dos primeros libros. Schussheim aparece en los créditos del programa, todos los domingos y cuando es posible, su hija reutiliza los textos que dejó.

"Fue la persona más culta que he conocido. Siempre tenía una buena respuesta. Era el niñonauta al que uno le podía llamar y este proyecto se ha convertido en pretender que tengo a mi mamá a la mano".

La vida de Miret implica una dosis gigante de energía. Tiene 35 años apenas, pero percibo su resistencia a madurar. "La idea de ser adulto no está tan padre. Extraño que mi mayor preocupación fuera no haber hecho la tarea. Mi vida profesional está bajo control, pero mi vida personal está hecha un desmadre. Se acerca el momento de tomar decisiones sobre tener hijos, y no sé…"

Ni yo. Los niños no tienen niños.

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