La reunión anual de banqueros centrales de todo el mundo en Jackson Hole, Wyoming, celebrada el pasado fin de semana, fue el marco para que el presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Jerome Powell, dejara ver que en ese banco central están listos para empezar a recortar las tasas de interés en esa economía.
“La estabilidad de la tasa de desempleo y de otros indicadores del mercado laboral nos permite proceder con cautela mientras consideramos cambios en nuestra postura de política”, dijo Powell el viernes en su esperada participación.
“No obstante, con la política en territorio restrictivo, la perspectiva base y el cambiante balance de riesgos podrían justificar un ajuste de nuestra postura”, abundó.
Si bien Powell fue cauto y se resistió a comprometerse con un recorte inminente, dejó la puerta abierta para ello y preparó el escenario.
Los analistas y operadores del mercado de bonos aumentaron de 75 a cerca de 90 por ciento las apuestas de que la Fed reanudará los recortes a su tasa de referencia en la reunión de mediados de septiembre.
Las declaraciones del banquero central suenan a ‘música para los oídos’ del presidente estadounidense, Donald Trump, quien ha exigido, sin dar tregua, que la Fed recorte las tasas de interés y ha amenazado con despedir a Powell.
La Fed ha resistido las presiones políticas y las críticas de Trump, pero debe evitar que en los mercados se instale la narrativa de una ‘baja forzada de tasas’, que afectaría la percepción de independencia del banco central más influyente del mundo.
Lo irónico del caso es que, con el discurso pronunciado el viernes, Powell se empieza a mover en la dirección que Trump quiere.
Mientras Powell hablaba en Jackson Hole, Trump dijo que despediría a Lisa Cook, miembro de la Junta de Gobernadores de la Fed, si no renunciaba por las recientes acusaciones de presunto fraude hipotecario.
El lunes en la noche, Trump afirmó en Truth Social que tenía “motivos suficientes” para destituir a Cook de su cargo con efectos inmediatos, pero ella respondió diciendo que “no existe ninguna causa justificada” para despedirla y que el presidente “no tiene autoridad para hacerlo”.
Se trata del más reciente intento del presidente republicano por ejercer control sobre la Fed desde múltiples frentes, incluido el nombramiento de nuevos miembros del comité que fija las tasas y del sucesor de Powell, cuyo mandato expira en mayo de 2026.
Esta medida sin precedentes intensifica los temores sobre la erosión de la independencia de la Fed, institución que tiene sus propias prioridades, que distan del calendario político de Trump.
Ese es el contexto en el que se conmemoró el 100 aniversario de la fundación del Banco de México (Banxico), cuya ley constitutiva fue promulgada el 25 de agosto de 1925 en la presidencia de Calles para asumir funciones de banca central en septiembre de ese año.
Durante el evento conmemorativo, la gobernadora Victoria Rodríguez destacó que a 100 años de su fundación, Banxico, que se convirtió en una institución autónoma en abril de 1994, “constituye un pilar de estabilidad y desarrollo para nuestro país; nuestras fortalezas más valiosas son la credibilidad y la confianza que la sociedad nos otorga”.
La presidenta Claudia Sheinbaum, luego de reconocer que “el Banco de México ha sido guardián de estabilidad y garante de nuestra soberanía económica”, resaltó que “la autonomía no necesariamente significa descoordinación” entre el banco central, la Secretaría de Hacienda y la banca privada.
En el mismo sentido, el titular de la SHCP, Edgar Amador, dijo afirmar con convicción que “la estabilidad económica del país reposa sobre la complementariedad entre Hacienda y Banco de México, en un marco de respeto a la autonomía y de colaboración permanente”.
No les sobra razón, pues el mejor marco para preservar la estabilidad económica de México es la labor conjunta, coordinada y estrecha del gobierno federal –a través de Hacienda– y Banxico.
Además de que se debe seguir cumpliendo el compromiso del gobierno por respetar la autonomía de Banxico y no intervenir en la política monetaria, lo que implica respaldar el mandato único de estabilidad de precios sin presionar al banco central para que actúe a favor de un mayor crecimiento económico.