Hace un año, en Yucatán comenzó algo más que un nuevo ciclo de gobierno. Se activó una maquinaria histórica que venía acumulando tensiones, aspiraciones y deudas pospuestas durante décadas. La llegada de Joaquín Díaz Mena al gobierno estatal no significó simplemente el ascenso de un nuevo liderazgo, sino el despliegue de una visión inédita: convertir a Yucatán en epicentro logístico, productivo, agroindustrial y cultural del sureste mexicano, con capacidad de articulación nacional e inserción global.
Esta visión proviene, de un profundo conocimiento del pasado y de un sentido de admiración por lo que este territorio representa. Porque solo quien conoce su historia, puede construir su destino. Yucatán tiene una geografía estratégica, una capacidad institucional reconocida, una cultura resistente y una tradición de gobernabilidad que no es menor. Con esas fortalezas como cimiento, se generó una visión clara de lo que este estado puede y debe ser: un eje articulador del sur-sureste mexicano, un nodo logístico de América del Norte, un productor de valor agregado para el mundo.
La administración que inició el 1 de octubre de 2024 no lo hizo con discursos ni promesas huecas, sino con un mapa de ruta técnico, ambicioso y deliberadamente estructural: el Renacimiento Maya; un paradigma de desarrollo integral que ya se está ejecutando en obras, inversiones, instituciones, prioridades presupuestarias y, sobre todo, en una forma distinta de concebir el poder: desde el territorio, con perspectiva de justicia social, y con enfoque intergeneracional.
El primer año de gobierno ha tenido una función crucial: desmontar inercias administrativas, redistribuir el foco territorial del Estado, recuperar la lógica de planeación, y comenzar a edificar, piedra sobre piedra, la infraestructura del futuro. Yucatán ya no está siendo gobernado en clave de mantenimiento, sino de la transformación.
Lo más visible de esta primera etapa es también lo más sólido: el inicio de la construcción de una infraestructura funcional, pensada para conectar territorios, atraer capital productivo y equilibrar los desequilibrios históricos entre el norte metropolitano y el sur - sureste. La modernización del Puerto de Altura de Progreso, con una inversión pública anunciada de 12 mil millones de pesos, no es una obra más: es una condición necesaria para insertar al estado en el comercio global de alto valor. La construcción del tren logístico entre Poxilá y Progreso, que implica una inversión proyectada de 25 mil millones de pesos, responde no a una nostalgia ferroviaria, sino a una lógica de eficiencia en costos de exportación para la industria y agroindustria emergente.
A ello se suma la expansión del Anillo Metropolitano, el impulso a las plataformas logísticas del interior del estado, y la conclusión del nuevo hospital O’ Horan, cuya inversión consolidará infraestructura social crítica para toda la región. Estos proyectos forman parte de una arquitectura de desarrollo territorial cuyo diseño responde a prioridades estratégicas de largo plazo.
Estas obras comenzaron a construir el esqueleto del nuevo Yucatán: aquel con acceso al mundo, capaz de exportar valor agregado y atraer inversiones de calidad. Un indicador menos visible pero igual de trascendente es el rediseño institucional para facilitar y blindar la atracción de inversiones. En este primer año se han concretado anuncios de inversión privada por más de 34 mil millones de pesos en sectores agroindustriales, logísticos y de distribución. Adicionalmente, proyectos turísticos en curso —algunos ya en ejecución— superan los 19 mil millones de pesos en capital comprometido.
Estas cifras son importantes, pero lo que las hace transformadoras es el entorno que las hace posibles: certeza jurídica, acompañamiento institucional, gobernabilidad democrática y visión de cadena productiva. Aquí no se trata de atraer capital por volumen, sino por impacto. La instalación del Consejo Promotor de Inversiones y Fortalecimiento Empresarial —con la iniciativa “Invest in Yucatán”— consolida una plataforma público privada diseñada para alinear la acción gubernamental con los horizontes industriales del estado. Por primera vez, Yucatán está organizando su desarrollo productivo con lógica de Estado, no de coyuntura.
El primer año también deja en claro que el gobierno actual no pretende operar bajo la lógica de la gestión rutinaria. En cada intervención pública del gobernador Joaquín Diaz Mena, en cada mensaje institucional, se reitera un principio rector: esta administración tiene misión histórica. Y eso, en términos de política pública, significa abandonar la improvisación y someterse al rigor técnico para mantener una ambición transformadora. No se está gobernando para resolver coyunturas, sino para configurar estructuras. No se gobierna desde el confort del escritorio, sino desde el territorio. Y esa diferencia es crítica: implica asumir que el éxito de una administración no se mide en aplausos inmediatos, sino en la huella que deja en la capacidad real del estado para generar oportunidades, reducir desigualdades, proteger su entorno y ampliar su base de bienestar.
Este enfoque exige mucho más que obra pública. Exige reforma institucional, inteligencia colectiva, músculo técnico y liderazgo con brújula. El mensaje del gobernador a su equipo es claro: no vinimos a repetir fórmulas, vinimos a trazar un nuevo camino. El futuro de Yucatán se está construyendo ahora. El reto es no perder dirección. El Plan Renacimiento Maya 2024 2030 no puede diluirse en trámites ni en inercias burocráticas. Requiere continuidad estratégica, evaluación permanente y sentido de urgencia. Vienen años decisivos para consolidar el modelo logístico-productivo del estado, escalar la inversión en innovación tecnológica, transitar hacia un sistema de transporte público eficiente, cerrar las brechas sociales en el sur, fortalecer el capital humano, y blindar ambientalmente cada gran proyecto. Yucatán tiene, por primera vez en décadas, una visión de desarrollo sostenida desde el poder estatal con claridad política, respaldo social y viabilidad económica. No está todo hecho. Ni siquiera cerca. Pero el horizonte ya se trazó, y los cimientos están siendo colocados con disciplina.
Lo verdaderamente histórico para Yucatán, será lo que sea capaz de sostener y expandir a partir de este primer año. Porque el porvenir no se improvisa: se planea, se construye y se defiende. Y eso es precisamente lo que está en marcha en la tierra del mayab, bajo el liderazgo del gobernador Joaquín Diaz Mena, el Renacimiento