Samuel Aguilar Solis

El reto mexicano frente a Trump

La próxima negociación del Tratado Comercial se da en una contexto de los choques frontales por la nueva hegemonía geopolítica particularmente con China.

Los tiempos que corren en el mundo son diametralmente opuestos al año de 1994 cuando inició la vigencia del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos de América y México. El mundo occidental vivía una enorme ola de optimismo después de la caída del socialismo realmente existente, la llamada caída del “muro de Berlín” con toda su significación histórica alentaba señalar que la democracia liberal había, de manera definitiva, triunfado y que una época de prosperidad se asomaba con la globalización económica para despegar las fuerzas productivas rumbo a un progreso que fuera inclusivo para todos los integrantes de la sociedad, para atacar de manera consistente la pobreza y desigualdades.

Sin embargo, las cosas han durado acaso un cuarto de siglo, en el plano político, el triunfo de la democracia hizo reaparecer a los enemigos de esta, así como los nacionalismos, además de fuerzas de la ultraderecha y los populistas emergieron justo con las banderas que los saldos de la globalización estaba dejando, para que en ese mar de aguas turbulentas y sacando las emociones más profundas de los afectados por esa globalización y, de alguna manera también apartados de los espacios de poder, pudieran con una narrativa llamar a la oposición del estatus quo con todas las armas que la propaganda, así, a través de las nuevas formas de comunicación pudieran oponerse tanto a las olas migratorias como a añorar un pasado dizque mejor que se había perdido justo por la globalización económica. La narrativa populista estaba de regreso y con el resentimiento de los afectados por los saldos de los resultados sobre todo económicos, pero ayudados por los datos duros de la corrupción de las élites y su impunidad, así como la crisis de representatividad de la clase política enquistada en los partidos políticos que se habían alejado de representar los intereses de sus militantes y de los grupos sociales que decían representar, amén de un proceso de cartelizacion que los desdibujaba ideológicamente fue lo que creó las condiciones para que el populismo y autócratas no solo en México, sino en muchas partes del mundo accedieran al poder.

El tratado comercial que tiene vigencia hace más de 30 años se inscribe en un contexto en donde una parte muy importante del mundo se sumaba al mercado capitalista como era la antigua URSS y Europa del Este, era además un momento en donde los países europeos habían avanzado en la conformación de su Unión y en América latina se estaba dejando atrás, no sin problemas en sus haciendas y modelos de desarrollo, un periodo de la década de los 80’s que se conoció como “la década perdida”, pero también había un avance sustancial de la democracia que alejaba los períodos terroríficos de las dictaduras y de formas autoritarias en el ejercicio del poder. La visión estratégica para avanzar en la unidad regional de los estadistas que vislumbraron, negociaron y firmaron el Tratado Comercial en ese contexto histórico es lo que a México de manera particular le permitió eslabonar su planta productiva, aumentar su productividad, recibir flujos muy importantes de inversión, generar empleos y en general modernizar su planta productiva.

La necesidad de actualizar el Tratado y el cambio de esas condiciones y ese contexto de principios de los años 90’s, fue justo con la primer llegada de Trump a la Casa Blanca, (en otras latitudes también había resquebrajamientos como lo fue el BREXIT en 2016), de manera que este nuevo escenario internacional es el que debemos de tener presente para su primer gran negociación que se dio en 2017, pero ahora en la segunda presidencia de Trump y un ascenso de las autocracias en detrimento de la democracia liberal las cosas irán a mayores, porque además hay que tener muy en cuenta que NO solo es una negociación ESTRICTAMENTE comercial sino que se da paralelamente a un ambiente donde los intereses del movimiento MAGA encabezados por Trump es también contra la inmigración y el combate a los cárteles de la droga, que incluso han sido catalogados como organizadores terroristas, y esa agenda en su conjunto es la que interesa al gobierno norteamericano y aunque marchen por carreteras aparentemente diferentes, en esencia están absolutamente relacionadas para los intereses de la Casa Blanca.

Además, la próxima negociación del Tratado Comercial se da en una contexto de los choques frontales por la nueva hegemonía geopolítica, particularmente con China, por parte de Estados Unidos y con un instrumento disruptivo de las relaciones comerciales como son los aranceles que penden como espada de Damocles sobre cualquier acuerdo de estabilidad comercial, pero además, es MUY importante con la economía mexicana estancada por la ausencia de una verdadera política económica los últimos siete años, en donde de manera contundente la manifestación de la debilidad se establece en el promedio de crecimiento del 0.8% del PIB, que aunado al creciente endeudamiento del gobierno federal y a un “paquete económico” que no refleja ninguna modificación a la inercia del gasto del período del obradorato no hay muchas expectativas para una buena renegociación comercial cuando, además, el presidente Trump ha dicho apenas hace unos días que le gustaría más un acuerdo bilateral tanto con Canadá como con México que un trilateral.

Hay varios claroscuros de parte de México en la renegociación, sin duda, como el desplazamiento que China ha hecho de Estados Unidos en América Latina y México sería justo ese dique para impedir el crecimiento de los intereses chinos en la región; la otra positiva, sin duda, es la gran interdependencia de las cadenas productivas y el amplio mercado de las exportaciones, México podría negociar una mayor participación en las certificaciones y reglas de origen ya que solo el 50% de las exportaciones cumplen con ese requisito, pero también debería el gobierno morenista abrirse a la modificar el gasto público para el próximo año como señal de un cambio en el rumbo económico en el entendido que la dependencia del comercio mexicano es absoluta respecto a los Estados Unidos, 82% de nuestras exportaciones son para el vecino país. Pero hay un gran elemento negativo en la negociación y es la captura del poder judicial por el obradorato que, sin duda alguna, genera un gran resquemor para los inversionistas y los actores económicos del Tratado. Nuestra vecindad, el desarrollo de nuestra planta productiva ligada directamente al mercado norteamericano y en medio de la guerra arancelaria global, cierta flexibilidad en este tema favorable a los intereses del consumidor norteamericano pueden obrar a favor de México, pero los otros temas de seguridad, combate a las organizaciones criminales y migración son los que pueden llevar al límite las negociaciones comerciales o las pueden embarrar. Nada es hoy seguro y mucho menos fácil en el nuevo escenario trumpista .

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