Mucha ha sido la destrucción institucional que Morena ha hecho del país, y sin embargo, aún le queda aquella que busca que todo lo que ha logrado quede cimentado firmemente, para que el régimen autócrata que está formando permanezca solo leal a su liderazgo hegemónico y es lo que se busca con la reforma político-electoral, que al parecer será enviada en el próximo periodo de la actual legislatura para de una vez borrar todo rastro de pluralismo representativo en el Congreso y sujetar más firmemente y de manera directa a la autoridad electoral responsable de la organización de las elecciones en nuestro país, se busca según se desprende de las intenciones de López Obrador y contemporanizadas ahora por Sheinbaum, que el edificio autocrático quede protegido.
Se llama Zócalo en arquitectura a esa base inferior que soporta una estructura o a un edificio y que pretende darle estabilidad, y es el caso en el proyecto político de Morena y del obradorato con la reforma política, busca el control absoluto del Estado, ya que ahora tiene los tres poderes (con mayoría absoluta en el Legislativo), pero busca cerrar cualquier ventana o espacio a la representación de las minorías en el futuro, para de una forma antidemocrática fijar la bota del autoritarismo y la autocracia.
Hay quien piensa que será la primera vez que desde el poder y con un control de los poderes del Estado se impulsará dicha reforma electoral, y no como resultado de la presión que ejercía la oposición en las muchas que se dieron en el largo proceso de liberalización política hasta alcanzar la alternancia en la presidencia de la República en el año 2000; pero hay que recordar que de hecho la primera gran reforma política de 1977 se hizo por iniciativa del ejecutivo con un control absoluto del Congreso y del Poder Judicial también, pero que se hizo justo por causas muy diferentes a como se plantea hoy, se realizó por la visión autocrítica de que la elección federal de 1976 y sus resultados había restado sustancialmente legitimidad al régimen político surgido de la Revolución Mexicana, y además en un contexto de crisis económica que dejaba el agotamiento del modelo de desarrollo estabilizador, por el populismo de Luis Echeverría y su “Control de la economía desde los Pinos” como dijo que debería de ser, amén de resquebrajamientos en el bloque en el poder de manera particular con el sector empresarial por el manejo justo de la política económica y el discurso que según este sector era el responsable del crecimiento de los movimientos armados, pero recordemos que se vivía también un momento político de radicalización en algunos sectores de la juventud después de la represión en los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971; además existía una crisis al interior de la oposición (PAN) que los orilló incluso a no presentar candidato a la presidencia en las elecciones de 1976, situación que nunca se había dado desde su fundación en 1939, así es que la reforma de 1977 buscó también oxigenar el sistema de partidos políticos, legalizando nuevos y ampliar la representación de las minorías en el Congreso.
Una importante segunda experiencia de reforma política impulsada desde el poder fue en 1996, a la que incluso Zedillo llamó “la reforma definitiva”, obvio ignorando que las sociedades se desarrollan y en cada momento histórico se ajustan las reglas para la elección de los representantes populares, y para ir consolidando la democracia, pero al final del día era también producto de las voces desde la oposición que señalaban que aunque legal el triunfo del cándida del PRI no era con recursos equitativos con los otros participantes en la contienda; la reforma le dio plena autonomía al Instituto Federal Electoral y se establecieron nuevas reglas para el financiamiento publico a los partidos políticos; se regularon las condiciones para el acceso por parte de los partidos políticos a los medios de comunicación y también se buscó que las nuevas reglas electorales se dieran en las entidades federativas y se definió la composición del Tribunal Electoral, entre lo más sobresaliente, se pretendía también como la gran reforma impulsada por Reyes Heroles dar legitimidad al régimen del PRI y ampliar la democracia en México. El contexto lo daban: la gran crisis económica de 1995 derivada del “error de diciembre de 1994” y el gran descontento social que ello generó, además sin duda del movimiento de los indígenas de Chiapas encabezados por el EZLN y el cúmulo de simpatías que atrajo a nivel nacional en amplios sectores sociales.
En resumen la gran cantidad de reformas electorales que durante todo el proceso de liberalización política en nuestro país se dieron, fueron producto de la desconfianza de la oposición partidista, pero también de la voluntad política del poder para mantener legitimidad, aunque hay que reconocer que cada reforma llevó a que se fuera acumulando no solo una obesa y exagerada detallada legislación electoral, sino también una gran y pesada arquitectura institucional que acompañó la llamada “transición a la democracia” en México y que parió al final del día una débil y quizá defectuosa democracia pero que al final era una democracia, pero ojo todas las reformas durante este largo periodo fueron aprobadas por consenso en el Congreso, y buscaban consolidar la democracia en el pais, al contrario del proyecto que se cocina hoy, que busca justo terminar la autonomía de la autoridad electoral, bloquear el acceso de las minorías al poder legislativo, restar recursos a la oposición y volver inequitativa la contienda como ya se demostró en 2024 con el uso de los recursos públicos y programas sociales de parte de Morena y dar por terminado el sistema democrático para cimentar lo más posible un régimen autocrático.