Con el control absoluto de los tres poderes del Estado mexicano por parte de Morena es claro que no estamos ya en una democracia. Una democracia constitucional es aquella donde existe una separación de los poderes del Estado y a la vez un delicado equilibrio entre ellos, no se trata de que deben de estar peleados o de que no exista cooperación entre ellos, aún y que sean de diferentes partidos, aquí es donde se ve la estatura política de los partidos en su lealtad hacia la Constitución y la democracia, de que en base a sus principios y programas le impregnen en su espacio también sus intereses pero velando en todo momento por el interés general, pero la separación de los poderes sigue existiendo como forma también de limitar y controlar cuando alguno de ellos se quiere extralimitar en sus atribuciones constitucionales.
Ahora bien, cuando ya los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) son del mismo partido es claro que otro de los elementos esenciales de la democracia como es el pluralismo no existe ya en espacios de poder y por tanto, solo quedarían las tensiones y luchas de las corrientes internas del partido, pero si agregamos que no existe vida democrática en ese partido (Morena) y todo depende de la voluntad del líder, obviamente no hay signos vitales para la existencia de una democracia.
La joven democracia mexicana se vio carcomida por la corrupción, la violencia generada por el crimen organizado ante la debilidad del establecimiento de un verdadero estado de derecho, pero también por el proceso de cartelización de los partidos políticos y algo muy importante, la tremenda ausencia de una verdadera ciudadanía, de manera que ante el incumplimiento en el corto plazo de los ofrecimientos materiales de un mejor bienestar personal y familiar, el desencanto no se hizo esperar, y pronto, “los cantos de las sirenas” del populismo pudieron rápidamente anidar en el votante que le dio el poder bajo ese contexto de malestar, desafección y resentimiento, con un sistema (la democracia) que fue vendido como la panacea a un demagogo y populista.
La agenda de destrucción del sistema constitucional y democrático que impuso desde el inicio el obradorato casi termina, durante los primeros seis años fueron desmantelando pieza a pieza el edificio de la democracia y ahora la reforma política que viene será el último clavo al ataúd de la democracia, ya que ha concluido la toma del Poder Judicial, para reducir al mínimo la pluralidad en el Congreso, eliminando la expresión parlamentaria de las minorías y afianzar aún más el régimen autocrático que hoy tenemos, sin embargo, paradójicamente no es de la presidenta en funciones sino del verdadero líder de Morena, que es López Obrador, lo que sin duda agrega aún más a la descomposición institucional de un régimen político y pone en un predicamento la definición y la clarificación de saber entonces en qué régimen político estamos pardos.
La autocracia es la forma de gobierno en donde la voluntad de una sola persona, generalmente quien ostenta oficialmente la titularidad del Poder Ejecutivo, es a la vez la autoridad suprema también de los otros poderes (Legislativo y Judicial), pero ojo, formalmente es autoridad legal, aunque su elección haya sido fraudulenta, o aunque sea legal, pero no por fuera formalmente del poder “institucional” y en términos reales es quien verdaderamente detenta el poder real, el caso de México es que cada día es más que evidente que, como en el periodo del maximato callista, el jefe nato de Morena y de las decisiones que se toman en el gobierno es López Obrador, y este neocaciquismo habla de lo descompuesto que está el régimen, que ante la ausencia real de una oposición partidista convierte al Estado en un botín personal y del “movimiento”, en un contexto donde aparte de la corrupción, la inseguridad y violencia y la cohabitación con los delincuentes, la ineptitud en el ejercicio gubernamental es otra de las características del actual régimen.
La expectativa de no tener crecimiento económico este año y un nebuloso porvenir de la ratificación del Tratado Comercial para el próximo año con los Estados Unidos, cuando el aparato productivo nacional desde hace 30 años está enfocado a la exportación justo en el marco del tratado, una deuda pública abultadísima que obliga a los mexicanos estar pagando por ese servicio, amén de la quiebra de las empresas públicas y la inoperancia de las costosas obras faraónicas de López Obrador en un contexto de la impredecible actitud de Trump, cada día hablan de lo grave que estamos viviendo los mexicanos con el obradorato autocrático en su séptimo año, son otras de las caras en donde se observa que la manera como mataron a la democracia no solo es hablar de una forma de gobierno sino de un sistema de vida en libertad.