Samuel Aguilar Solis

El imprevisible futuro

Los líderes no solo pueden alterar el status quo, sino que a partir de sus decisiones, ya sea para mal o para bien, pueden encabezar procesos de cambio mucho más radicales, bajo principios ideológicos, intereses económicos, políticos o religiosos.

Es obvio que nadie tiene una bola mágica de cristal para prever el futuro, pero lo que sí se puede hacer son escenarios para vislumbrar cuál puede ser el rumbo que pueden tomar determinados procesos sociales o ciclos económicos, por mencionar estos dos casos, a partir de hechos, o de datos duros, de comportamiento en el caso de la economía y además teniendo siempre presente el contexto en el que se desenvuelven ciertos acontecimientos, pero también existe la posibilidad, como ahora es el caso, de que lo imprevisible tome las riendas del futuro, con líderes que no solo alteran las lógicas en las que se venían desarrollando las cosas ya en lo económico o en el caso de los sistemas políticos.

Sí, lo incierto forma, sin duda, siempre parte del futuro y es más hasta de la coyuntura, pero no es lo normal de la incertidumbre lo que ahora preocupa, sino lo imprevisible del comportamiento de una sola persona: el presidente estadounidense. Cambia de opinión, a veces, sobre el mismo tema el mismo día o con uno u otro país al que le aplica “su medicina”, y es donde el miedo gana terreno, porque del comportamiento o de las decisiones, así sean ocurrencias que toma una persona, dependen las condiciones de vida, sin exagerar, de millones de seres humanos .

Los líderes no solo pueden alterar el status quo, sino que a partir de sus decisiones, ya sea para mal o para bien, pueden encabezar procesos de cambio mucho más radicales, bajo principios ideológicos, intereses económicos, políticos o religiosos.

Ahora asistimos a una ola de populismo autocrático que raya en una nueva forma de fascismo, que no solo está destruyendo la democracia liberal y sus instituciones, sino que pretende destruir la globalización, y con ello, golpeando la economía de mercado en el mundo.

Lo que Trump hace bajo su lema de “hacer grande a los Estados Unidos”, con su política arancelaria, ha trastocado a la economía global y la está amenazando de entrar en una recesión, si bien no global, sí a las economías más débiles, y está generando que las proyecciones de instituciones financieras internacionales sobre el crecimiento económico en el mundo para este año disminuyan, y eso, apenas terminado el primer trimestre del 2025 y cumplidos apenas 100 días del gobierno de Trump.

El desastre económico que está generando las medidas arancelarias de Trump están ya reflejadas en el último informe del FMI, en sus perspectivas económicas para este año a nivel global, al bajarlas de 3.3 por ciento al 2.8 por ciento; pero a los mismos Estados Unidos le están afectando las medidas, ya que baja sus perspectivas de crecimiento de 2.7 por ciento que le otorgaba en enero, a 1.8 por ciento, y el caso más dramático es para nuestro país, que lo ubica ahora en una caída hasta -0.3 por ciento, lo cual es prácticamente un decreto de recesión. Para China, que a principios del año lo ubicaban con un crecimiento de 4.6 por ciento, ahora le da solo el 4 por ciento.

Entendámonos, no solo son números macroeconómicos, esto, sin duda, afecta directamente a los trabajadores, a las empresas y a los mismos gobiernos que dejarán de captar ingresos por la vía de la recaudación fiscal. El fantasma de la desigualdad y la pobreza son los resultados concretos de estos números, producto justo de la guerra comercial iniciada por Trump. Si en política las palabras tienen consecuencias, en el caso de la economía también y más si esta narrativa se acompaña de medidas de política pública.

Pero aún y que ahora, a nivel global, a todos los países les va mal, es claro que a unos les va más mal que a otros y son aquellos, donde su economía estaba por los suelos, no solo no resisten estos embates del presidente Trump, sino que caen aún más, como es el caso de México. No olvidemos que el desastre económico que dejó López Obrador se reduce a que el promedio de crecimiento económico durante todo el sexenio fue de solo 0.8 por ciento, el PIB, pero si ahora a esto le agregamos el impacto arancelario, la terrible violencia e inseguridad y la guillotina cayendo sobre el Poder Judicial, es decir, una destrucción del Estado de Derecho, obvio, nadie en su sano juicio de los que tienen capital tendrán incentivos para invertir.

Pero Sheinbaum dice que la economía está fuerte y no pasa ni pasará nada, aquí es donde cabe el refrán popular que dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver” porque no basta con mentiras, demagogia y propaganda para negar la realidad, cuando las mismas cifras oficiales van dando los datos de la crítica situación de la economía nacional; de la enormidad de la deuda pública; las pérdidas multimillonarias por pésima administración, y muy probablemente, además, corrupción de dos de las empresas estatales, como Pemex y CFE, por ejemplo, porque como está documentado, la corrupción corroe la maquinaria estatal y la ineptitud gubernamental son la marca del obradorato.

La imprevisibilidad trumpiana, sin dud,a es un factor de peligro para el mundo, pero de manera particular es más fuerte para México en su porvenir, y lo es más por su destrucción institucional, la falta de una estrategia para enfrentar la coyuntura, y el mediano y largo plazo, y sobre todo, por la ausencia de una garantía de certeza legal en medio de la violencia, inseguridad y cobro de “derecho de piso” por los criminales y la consigna de la destrucción del Poder Judicial. La polarización alimentada desde Palacio Nacional no permite, y creo que ni se lo plantean, una unidad nacional para buscar una ruta de salida porque lo único que le importa al movimiento es la conservación del poder a costa y por encima de lo que sea. Muchas veces se ha dicho: “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, y ahora le agregaríamos: y gobernados por la kakistocracia. El peor de los escenarios.

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