Los tiempos que corren son tiempos peligrosos para la humanidad, pues en lo que va del siglo XXI hemos visto una serie de acontecimientos que han trastocado el mundo heredado por el siglo XX, y de manera particular, después de la segunda guerra mundial.
El amanecer del presente siglo situaba a los Estados Unidos de América como la gran superpotencia y por tanto, hablábamos de un mundo unipolar, las instituciones multilaterales heredadas de la posguerra de alguna manera eran funcionales para resolución de conflictos; el desarrollo tecnológico avanzaba al igual que la economía de mercado y la globalización económica, además de que con la caída del muro de Berlín, la democracia liberal salía de la guerra fría como la gran triunfadora, una revolución de nuevos derechos para los diversos grupos sociales marcaba el triunfo de los nuevos movimientos sociales. El porvenir se veía prometedor. Todo cambió con los atentados a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York, a las 07:46 de la mañana.
Las definiciones que la Casa Blanca hizo en represalia a los atacantes terroristas, pero sobre todo aprovechando justo el ser la superpotencia mundial vino a mover el tablero internacional y equilibrios regionales, de manera particular, en Medio Oriente y en Europa, sobre sus decisiones de invadir Afganistán, pero sobre todo Irak, y a modificar, en otros liderazgos, su actitud para lanzarse en una carrera por ubicarse como potencia en el tablero internacional.
El ascenso al poder de Putin el primer día del año 2000 ponía a un nacionalista ruso en el poder con la idea nostálgica de reorganizar el antiguo poder, ya de la URSS o de la Rusia zarista, y de manera inmediata, varios acontecimientos marcaron la intención del regreso ruso al juego internacional por el poder global. Las legislaciones en materia de vigilancia a la población con el uso de la tecnología marcaba también una manera de violentar derechos de los ciudadanos y después se sabría una manera descarada de mentir sobre la existencia de supuestas “armas químicas de destrucción masiva” en Irak que buscaban esconder el objetivo de generar un guerra para beneficio de la industria de armas en Estados Unidos, así como la lucha por el petróleo y los beneficios de la reconstrucción, después.
La violacion de los derechos humanos en las cárceles fue la otra cara que dejó al descubierto la prepotencia con la que los norteamericanos actuaban con los prisioneros de guerra. Los estadounidenses no veían que su liderazgo moral y político iba degradándose.
Y mientras eso está pasando, un gigante estaba despertando y aprovechaba la globalización económica y con su ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC), en diciembre del 2001, arrancaba una carrera de desarrollo tecnológico, económico y de expansión por el mundo, no solo como " la fábrica del mundo”, sino también con una gran influencia para aspirar a ser una potencia en disputa por el liderazgo geopolítico.
Los procesos de desregulación que se emprendieron en los Estados Unidos, bajo el capitalismo de amigos, llevaron a una generación de “derivados” en la industria inmobiliaria que pronto saltó por los aires y contagió a las instituciones financieras hasta llegar a la crisis del 2008, que no solo impactó en Norteamérica sino al resto del mundo, para convertirse en un crisis global y tampoco no sólo financiera sino también económica. El neoliberalismo estaba en una crisis que tendría repercusiones sociales y políticas, con los perdedores y rezagados de este modelo económico, pero también de los partidos políticos que se agotaban por su centralidad cúpular, pero sobre todo, por no representar ya los intereses de los sectores que decían representar, con ello, abrían las puertas a los populistas.
Mientras China avanzaba en su preponderancia mundial y a base de golpes invasivos con antiguos miembros de lo que fue la URSS, Putin avanzaba en su ola expansiva y a base de represión con la oposición iba cimentando su liderazgo autocrático y marcaba una forma política para otras latitudes.
En 2016, con la primer llegada al poder de Trump y el Brexit del Reino Unido marcaron el tiempo de la llegada al poder de los nacional populistas y con ello, marcaron la amenaza para la democracia liberal en el mundo por la aún gran presencia de Estados Unidos de Norteamérica, e infectaron a la democracia europea, ya que el populismo en América Latina tenía viejas raíces que se vieron renacer con la llegada de Hugo Chávez al poder en febrero de 1999. México cayó en el populismo autocrático en 2018. El momento populista tenía su ascenso.
Ahora lo que estamos viviendo con la segunda llegada al poder de Trump, confirma de manera inequívoca la crisis de la democracia, el momentum de las formas autocráticas del poder y la crisis del multilateralismo forjadas en la posguerra, es también el entendimiento de los líderes autoritarios aparte de Trump, de Putin y de Xi Jinping, pero lo más peligroso es que asistimos a una forma que ya vimos en el pasado de reparto del mundo, donde el ejemplo de lo que hoy está pasando en Ucrania es solo la punta del iceberg de este momento autocrático, y donde los aliados como Europa y México están siendo vilipendiados, como ejemplo. Un cambio de era está llegando y lo más grave, la democracia y los demócratas no estaban preparados ni lo vieron venir. Horas oscuras están por arribar.
No volverá Estados Unidos a ser más grande otra vez como reza el slogan trumpista, el momento de liderazgo que obtuvo después de la segunda guerra mundial no volverá a repetirse en la actualidad, la globalización económica no dejará de existir, pero si en el corto plazo los ciudadanos que votaron a Trump y también los que no, sufrirán en los precios (inflación) las medidas arancelarias que está dictando, los europeos tendrán que responder con urgencia y con recursos a su propia defensa y estrategia de seguridad regional y Trump ha acabado, no por intereses de su país, una alianza histórica que le daba fuerza en su estrategia geopolítica, sino por intereses de su postura ideológica y de los multimillonarios tecnológicos que lo acompañan. China puede ser la ganona en su relación con Europa en esta crisis, ¿y México, tiene su gobierno una mínima idea de dónde estamos parados ahora?