La Feria

Felices, en el gabinete de gira por Michoacán

Van a hacer como que hacen lo que no hicieron antes: escuchar a los de Uruapan, incluido a su asesinado alcalde, y a todo Michoacán.

Enviados de distintas secretarías de la administración federal andan de gira por Michoacán. Y, como cualquiera que viaja a tan entrañable estado, se toman fotos y las suben a redes sociales. En algunas de ellas sonríen. Por qué sonríen si lo que los lleva ahí es una tragedia.

Carlos Manzo fue asesinado el 1 de noviembre y esa muerte ha metido en una crisis al gobierno de Claudia Sheinbaum. A la semana del homicidio, la presidenta lanzó en Palacio, no en Uruapan, el llamado Plan Michoacán, que desembarcaría con 57 mil millones de pesos. Gente de esa entidad señala que al menos esperan que sí haya más obras de infraestructura y más presupuesto para jóvenes.

Y con ese amateurismo de cara bonachona que les caracteriza, algunos hasta de chalecos con la leyenda de Plan Michoacán, parte del gabinete, andan de puerta en puerta en la insegura entidad donde tres presidentes ya antes han fracasado: Calderón, Peña Nieto y AMLO.

¿A qué fueron, a qué van, realmente, los personeros del gobierno federal a Michoacán? La pregunta no es retórica.

Si la presidenta que hizo al menos cuatro giras por la República antes de jurar el cargo –la de precorcholata, la de corcholata, la de candidata y la de transición–, no tenía claras las necesidades y los problemas de Michoacán antes de octubre 1 de 2024, híjole.

Si la mandataria, que tiene en el eje de la seguridad una de las apuestas para, por un lado, distinguirse de su antecesor aun sin necesidad de decirlo y, por otro, mostrarse como alguien eficaz en una materia compleja, no tenía desde que asumió la presidencia un monitoreo permanente de la extorsión aguacatera y limonera, de los grupos surgidos ahí tras las autodefensas de 2013, de los problemas concretos en los límites con Jalisco-Colima, Guerrero y el Estado de México, del puerto de Lázaro Cárdenas, etcétera… híjole.

El Estado mexicano es (o era) muy sofisticado. El INEGI, por ejemplo, dotaba a los gobiernos de información variada, comparable en el tiempo, verificable y muchas veces oportuna para entender cambios socioeconómicos en una región o estado.

Con esa información –y creando más conocimiento– otras entidades del mismo Estado, como el Coneval en el caso de la pobreza, trabajaban para evaluar avances, retrocesos, hallazgos y aprendizajes de las respectivas políticas públicas.

Y lo mismo en el terreno educativo, o en el forestal, y sin lugar a dudas en el agropecuario. Es decir, el Estado mexicano solía saber sus miserias y sus glorias.

Al obradorismo le encanta decir que “más territorio y menos escritorio”. Es, por supuesto, una baladronada. Y hasta una contradicción: si a una presidenta le gusta su escritorio y los productos que de él salen, es a Claudia Sheinbaum, una profesional dedicada y metódica.

De forma que, cuando veo las fotos que funcionarios federales suben –por ejemplo, decenas de ellos en la plaza de Uruapan a escasos metros de donde mataron a Manzo y hasta sonríen–, me surgen dudas:

¿Van casa por casa preguntando carencias que no sabe la Secretaría del Bienestar? ¿Averiguando falta de maestros que la SEP no trae en el radar? Uy. ¿Detectando deficiencias nutricionales que Salud ni enterada? Diantres. ¿Cuestionando si se sienten seguros? Orita les dicen la verdad. ¿Van porque el Estado ya no funciona ni para dotarse a sí mismo de información? Megahíjole.

No. Van a que los vean. Van a que los veamos (por eso tuitean). Van a hacer como que hacen lo que no hicieron antes: escuchar a los de Uruapan, incluido a su asesinado alcalde, y a todo Michoacán. Ya regresarán con sus cuestionarios, que tendrán más uso electoral que técnico. ¿Apostamos?

¡Ah!, y van a sustituir al fallido gobernador Bedolla y a las y los alcaldes, en los que no confían. Ya me dirán si de eso sale algo bueno, o algo que no sea para beneficio de Morena en las urnas en 2027.

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