Houston, tenemos un problema con las encuestas. O las estamos leyendo mal, o las estamos leyendo para las personas equivocadas. Es decir, para una minoría en el poder, no para la población.
EL FINANCIERO publicó ayer que Clara Brugada, con un año al frente (es un decir) de la CDMX, tiene 64 puntos de aprobación. La encuesta fue levantada del 24 al 28 de septiembre, ergo no incluye su inoperancia el 2 de octubre (con policías golpeados o quemados en la marcha).
Una manera de leer la encuesta es que las y los capitalinos creen que Brugada pierde fuelle, pues en mayo 75% la aprobaban y en cuatro meses cayó 11 puntos. La otra manera de leer el sondeo es que la peor noticia está en otra parte.
En marzo, 64% de los consultados calificaba “mal/muy mal” el manejo de Clara en el tema de la “corrupción”. En septiembre, ya era 86%, sí, casi nueve de cada 10, quienes califican mal/muy mal esa asignatura.
La economía de la Ciudad de México también está mostrando signos de debilitamiento (bajó de 66% a 55% la aprobación), y en seguridad pública, aunque por un apretado margen, ya son más los que desaprueban a la gobernante que los que la aprueban (49% vs. 47%).
Brugada puede presumir, entonces, que así sea de panzazo ella todavía está en zona de aprobación, y de hecho no tan lejos de la presidenta Sheinbaum (que al año trae 73% de aprobación). O sea, que es popular en una ciudad donde la corrupción se salió de madre.
Vamos a las obviedades. Primera, ¿qué es más importante para la gente que la seguridad y el empleo? En ambas, hay señales de alerta en la CDMX según la encuesta. Segunda, la corrupción no es anecdótica: se traduce en peores servicios y menos oportunidades para todos.
La noticia de que en unos pocos meses en la CDMX la corrupción se ha desbordado no va a generar conversación. Que la economía cae, tampoco. Hay 85 por ciento que aprueba a Clara en programas sociales, así que de ahí tirará el gobierno para aguantar críticas.
¿De qué sirve ser popular si tu encargo cruje en materias clave? Esta interrogante aplica también para la presidenta Sheinbaum como para otros mandatarios, como, por cierto, el de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo, acusado de censor el lunes en Palacio Nacional.
Que un candidato sea popular puede deberse tanto a su historia, como a la marcha de la campaña. Esa aprobación es un activo rumbo a la elección. En cambio, qué de malo tendría ser un gobernante impopular mientras tu población apruebe temas clave para su bienestar.
La popularidad depende de muchos factores. Entre ellos de cómo se logre instalar una propaganda o limitar el alcance de los temas dañinos en la conversación mediática. Hay toda una industria, se sabe, que trabaja en ello. Y en tiempos de redes sociales, aún más.
Si se preguntan por qué teniendo denuncias de censor Ricardo Gallardo tiene popularidad en las encuestas, una primera hipótesis sería: por las versiones de que de tiempo atrás existe un aparato mediático que contrarresta en SLP un debate sustancial.
Además, desde tiempos en que su familia gobernaba en la capital de ese estado, se habla de que organizan múltiples festivales para felicidad de la población. Propaganda, prensa limitada y circo, diríase. Como en la CDMX con los conciertos “gratuitos”, entre otras cosas.
Nuestra política adora la aprobación genérica. Y los otros datos de las encuestas van a un segundo plano. Si fuéramos al médico nos diría, su aprobación anda bien, eh; eso sí, el cáncer de la corrupción y sus endebles finanzas no, pero qué importa.
Corruptos, pero populares.