La Feria

‘Andy’, ¿qué pesará más, su marca o su fama?

Ahora, y hasta nuevo aviso, ‘Andy’ López Beltrán es un político de escándalos frívolos y escasos resultados, desdeñoso de su partido y hasta de lo que proclama su presidenta.

En el periodismo, mientras la verdad es elusiva, las mentiras suelen ser más descaradas.

No sabemos, por ejemplo, si en verdad la esposa del expresidente pensaba mudarse a España; sobrará quien diga que sí, y que cambió sus planes al ver que quienes le ayudaron con trámites migratorios filtraban su intención; lo real es que hoy la historiadora vive aquí.

En sentido contrario, siempre fue dudosa la aseveración de que con siete mil 500 pesos por noche, desayuno incluido, se puede estar así, nomás en un hotel de lujo en, digamos, Tokio. Si hubiera OXXO en Japón, Andy podría haberse ido por fideos Maruchan. Pero así no es Andy.

Esa es la cuestión. Quién es Andy, qué busca en la vida y si eso que pretende coincide con lo que quieren su patrocinador, sus socios en no pocos negocios e incluso los seguidores de su padre en Morena (que no necesariamente es un negocio, pero vaya que tiene millones).

Andrés Manuel López Beltrán, el segundo de los cuatro hijos del exmandatario, ronda los 40 años de edad. En su vida adulta ha destacado por su afición a negocios restauranteros. Por otro lado, en el sexenio de su padre y en el actual sus amigos gozaron de encargos.

Es decir, Andy estuvo en la política junto a su progenitor.

En la última campaña de López Obrador, tomando no sólo los años 2017-2018 sino prácticamente desde el arranque del sexenio de Peña Nieto, cuando por enfermedad cardíaca de Andrés Manuel tuvo que hacerse un poco más visible, Andy fue un alfil electoral de su padre.

La identificación entre ambos fue notable desde siempre (en una temprana biografía de Jorge Zepeda sobre AMLO cita al tabasqueño con estos términos sobre Andy: “Es candela pura, me cuestiona, debatimos, es contestatario, muy inteligente”); pero bien a bien, el gran público no sabe hoy cuál es el genio o atributo propio del vástago.

Su padre fue a debates y entrevistas, Andy va a conciertos. No es crítica, es contraste.

Haber operado elecciones cuando su padre era el jefe máximo del movimiento es una cosa, ser número dos en medio de la lucha de poder que vive Morena menos de un año después del retiro de su tutor, es otra. Por cierto, muy recomendable el artículo de ayer de Agustín Basave al respecto de esa pugna en Milenio.

En las primeras elecciones postAMLO, ocurridas en junio en Durango y Veracruz, el hijo del fundador dio resultados magros. Lejos de la autocrítica por el descalabro, declaró la frase que le hizo ser mofa nacional: “No me digan Andy” es su aportación al añejo Mirreynato.

Lo siguiente que la opinión pública supo del hijo del de Macuspana es que él, en su calidad de número dos del partido, desairó al consejo morenista donde se criticaron desviaciones doctrinales y pleitos internos.

Luego se publicó que andaba en Japón y quiso defender sus vacaciones de siete mil 500 pesos por noche, aduciendo “extenuantes jornadas de trabajo”. Carcajadas del respetable. Este fin de semana, ¿alguien se sorprende?, se filtraron otras elevadas facturas niponas.

En argot pugilístico, se trata de un “uno-dos-tres-cuatro” letal para casi cualquier figura de Morena. El “casi” es porque sólo hay un hijo político del mayor fenómeno de la política en México en décadas.

Tomó apenas unos meses para que Andy dejara de ser lo que había sido: un operador medianamente discreto de su padre, supuestamente efectivo en los encargos electorales, ave de la noche capitalina (dicho esto sin denostación), presunto beneficiario de sus amigos en contratos, real beneficiario de sus amigos en puestos públicos e incógnita como político a nombre propio… Ahora, y hasta nuevo aviso, es un político de escándalos frívolos y escasos resultados, desdeñoso de su partido y hasta de lo que proclama su presidenta y, eso sí, con nuevos negocios (ahora en Guadalajara).

A pesar de todo lo anterior, no hay que confundirse. Morena tiene dueño. Ese dueño andaba medio distraído escribiendo, pero todo libro llega a su fin. Ese dueño sabe que otra criatura que dejó al libre albedrío (el PRD) se malogró. A ese dueño seguro le repatea la pachanga veraniega mariodelgadistaricardomonrelianandylopezbeltrarianayloqueseacumule.

Ese dueño decidió que su hijo fuera secretario del movimiento y decidirá que sea lo que él necesite. La presidenta Claudia Sheinbaum no ha tomado al partido y de cualquier modo, Andy sí lleva un nombre que puede levantar votos en la capital o en otra candidatura.

Salvo que siga el carnaval de cenas de 47 mil pesos.

La pregunta sobre el futuro de Andy es: ¿qué pesará más, el valor en el papel de un nombre, o su carácter, a todas luces reticente a caminar el país propagando el credo pobrista de su padre?, ¿su marca o la mala fama que empieza a construirse?

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