Qué hitazo, Dato Protegido, pegaste en la política nacional. Inscribiste para siempre y por todo lo alto tu nombre en la conversación mediática y de redes.
Qué pena que no lo puedas presumir en redes, Dato Protegido. Obvio: ni modo que se sepa de quién es el mérito de que una mexicana se coma sus palabras 30 días seguidos: quién querría reconocerse detrás del castigo que haría soltar emocionadas lagrimitas a Torquemada.
Pensándolo bien, Dato Protegido, debiste pedir al tribunal que te hizo justicia que calendarizara distinto la pena impuesta a quien al hablar de tu carrera centróse en el cónyuge más que en ti, una ofensa sin duda, y tú pa’ pronto a emular al prócer: “tengan para que aprendan”.
Sí, nada de que se disculpe durante 30 días seguidos. ¿Qué tal un tuit al ritmo del calendario lunar? Así, al correr de las lunas, muchos preguntarán, caray, por qué se disculpa y, sobre todo, quién es ésa, tan discreta persona, detrás de Dato Protegido.
Qué coraje, Dato Protegido, que ahora nada dure en las redes sociales. Por eso, algunos ni las toman en cuenta (aunque es cierto que otros no pueden vivir sin verse en ellas –y sobre todo, sin ver qué dicen de ellos en ese humo digital–. Así su autoestima.
Pídele al obsequioso tribunal –es sólo sugerencia de ingrato mirón– que sean disculpas esporádicas; pero eso sí, empezando en septiembre, cuando los políticos vuelven de sus vacaciones, cuando se calienten las pre-pre-pre-precampañas electorales.
¿Estamos seguros de que no podemos ir al Tribunal Electoral a solicitar que rectifiquen la sentencia? Qué tal una disculpa al iniciar el mes patrio, y otra el día del Grito rematada con “¡Viva Dato Protegido!”.
Y otra al inicio de las discusiones de la reforma electoral, ésa que el Santo Niño de Atocha quiera que contenga una previsión para que ya nunca más la gente pueda hablar de los políticos si no es para decirles cosas buenas, chulearles el modito, la dimensión republicana de cada una de sus palabras, la huella de estadista que dejan, la posteridad que les reservará letras de oro en San Lázaro y un día en el calendario cívico: Día de Dato Protegido (que siempre caerá en lunes, para que haya Honores a la Bandera).
Ay, Dato Protegido, por qué tardaste en llegar, urgía quién pusieras orden.
Sepan ahora las y los mexicanos que cualquier cosa que digan contra nuestra excelsa clase política, cualquier tuitazo de mala leche, la mínima suspicacia sin notario que dé fe de lo que se señala o esparcir el rumor de la duda, será combatido desde las tres P: plenitud del poder; pos estos.
Es que de veras, Dato Protegido, no se miden los alzaditos ciudadanos. Quesque libertad de expresión. Quesque derecho a la información. Quesque someter a los políticos a rendición de cuentas. De cuándo acá los patos le tiran a las pistolas que nos gobiernan.
Dato Protegido sigue tu camino. Desoye a quien asegure que si buscas el voto de nuevo, la gente desconfiará de quien movió tanto para castigar a una ciudadana.
No les hagas caso, Dato Protegido. Calumnian como respiran. O pretenden olvidar que en este país si por récord de abusos fuera, la mitad de los legisladores estaría fuera del Congreso. Y míralos, no le temen ni a la reforma electoral de Sheinbaum.
Y si te acusan de desproporción entre ofensa y castigo, respóndeles Dato Protegido: desproporcionado quien espere piso parejo ante la ley. Se los advertimos, pero ustedes lo entendieron mal: no somos iguales.
Síguele Dato Protegido, la patria te lo demanda.