La Feria

La censura en un país sin censura

La alternancia le falló al país al no corregir la herencia priista donde los presupuestos de publicidad son discrecionales, y los medios públicos, todo menos verdaderas instituciones de un Estado plural.

Un acto de censura aspira a la excelencia de no parecerlo. Más que tratar de cometer cada vez el crimen perfecto, lo que intenta el censor es crear un ambiente en donde la información que llega a la sociedad se parezca demasiado a la que sólo al poder político le interesa.

Porque para la censura se requiere de mucho más que un gobierno con ganas de acallar medios o temáticas. La libertad de prensa es un sistema, un asunto colectivo que en democracia encuentra incentivos; al debilitarse aquella escasean estos.

Llevamos siete años en la dinámica opuesta a fortalecer el derecho a la información. El cambio sexenal aceleró esa tendencia: en los estados, la Federación e incluso en órganos autónomos hay un afán por reinstalar la censura, por regatear transparencia.

Y se está haciendo al modo mexicano. Es decir, medio a la sorda. Morena emula al viejo PRI al reinstalar mecanismos para que la lógica silenciadora permeé de una forma que sea tan funcional como fácil de negar.

Ello inicia con un grupo hegemónico que, como el de antes, pretende que sólo su discurso sea válido. La censura que niega su nombre asume que la pluralidad se justifica siempre y cuando únicamente pesen las voces adictas al régimen, y las otras no.

Acto seguido, no faltan grupos mediáticos que se alinean a ese ánimo que desde el poder promueve una versión de la historia. Este segundo elemento es clave en la censura: la autocensura. Periodistas y medios que renuncian a la crítica al abrazar una sola manera de ver las cosas.

Esa autocensura no es de una sola cara.

Hay quien antes criticó a presidentes y hoy calla (o sigue culpando a Calderón hasta de las inundaciones) porque cree que ya era hora que ganaran sus amigos, mismos que, desde luego, le premiarán con acceso y publicidad. Hay quien cambia de veleta cada sexenio, y si antes era priista, hoy es morenista. El color del dinero es su divisa. Y hay quien decide callar, o se la piensa dos veces, por temor.

El censor, faltaba más, es un cruzado y como tal, para imponerse empleará el aparato gubernamental, el presupuesto público, su influencia en otros medios, ofertas de prebendas y, por supuesto, acoso y campañas de desprestigio (en la mañanera y/o las redes).

Porque, entre otras cosas, la alternancia le falló al país al no corregir la herencia priista donde los presupuestos de publicidad son discrecionales, y los medios públicos, todo menos verdaderas instituciones de un Estado plural. Morena sólo ha sido más descarado.

En tiempos del viejo PRI hubo asesinatos de periodistas –Manuel Buendía, 1984, el más señalado– que le recordaron a todo el gremio cómo el sistema no se tentaba el corazón a la hora de silenciar a quien se convertía en amenaza; ese régimen también hacía golpes tipo Excélsior (1976), regateo de papel vía PIPSA, auditorías, etcétera.

Hoy crean leyes de vigilancia que utilizarán discrecionalmente para el control de las voces disidentes; igualmente, lanzan linchamientos como el instrumentado en contra de Sergio Aguayo la semana pasada, sin descontar auditorías y/o castigos negando publicidad a “adversarios”.

Y crean las condiciones para que muchos, demasiados, sientan que lo único lógico, sensato y hasta patriótico es subirse al carro ganador y disfrutar una fiesta democrática donde ni hace falta censurar porque quienes no han sido maiceados suspiran para que les caiga su máiz.

Al gobierno, a cualquiera, le choca que lo evidencien por pedir a un medio que quite de una fuente a un periodista incómodo, que le extinga el contrato o que no se lo renueve. El cinismo del censor se regodea escondiendo la mano tras lanzar la piedra.

Mejor ejercer un control con medios estatales negados a la pluralidad, hacer la vista gorda ante fallos judiciales abusivos, promover leyes para el espionaje sin órdenes judiciales, premiar cuates y armar cortinas de humo con paleros del bienestar. Cuál censura. Pamplinas.

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