La Feria

Votar no era sólo votar

Es harto inconsistente que para 6 de 11 consejeras y consejeros del INE no sea importante hacer una valoración, cuantitativa y cualitativa, de la megaoperación nacional de los acordeones.

Votaciones en México ha habido los últimos 100 años. Lo que no es lo mismo a decir que votar siempre ha sido igual. En siete décadas, el PRI fue puntual en cumplir, y hacer cumplir, ese rito. Mas los comicios de los tres decenios siguientes fueron de mayor calidad. Hasta ahora.

Lo que el INE da, el INE quita, podría decirse al ver la mayoría sumisa de consejeras y consejeros del Instituto Nacional Electoral que a pesar de las evidentes irregularidades de la elección judicial del acordeón, la han dado por buena.

Porque el INE fue el invento de la transición, y junto con ésta da pasos sonoros hacia su irrelevancia en cuanto árbitro, decaimiento que no es casual, desde luego, sino deliberadamente instrumentado por el nuevo régimen.

La sorpresa, en todo caso, hubiera sido la opuesta: que la mayoría comandada por Guadalupe Taddei se hubiera detenido a revisar a profundidad lo peculiar (es un decir) de la coincidencia entre los acordeones y los resultados del 1 de junio.

Hubo un tiempo en que el INE, de manera quisquillosa, contaba sillas, mamparas, carteles, mesas, refrigerios y cuanta cosa se pudiera fiscalizar como gasto de campaña. De hecho, este INE de alguna forma también lo hace.

Por ello, es harto inconsistente que para 6 de 11 consejeras y consejeros no sea importante hacer una valoración, cuantitativa y cualitativa, de la megaoperación nacional de los acordeones.

Cuánto costó la movilización y quién la sufragó. Para el bando Taddei-Espadas-Bell-Humphrey-Montaño y De-la-Cruz, ese costo fue irrelevante. Por esa renuncia a saber, ni siquiera conoceremos si sólo abusaron los del lado que ya sabemos, u otros también lo hicieron.

Y, en términos cualitativos, las y los mencionados no quisieron atreverse a ponderar el daño de una operación así a la cultura democrática de México. Les tiene sin cuidado que a la postre se devalúe la calidad alguna vez alcanzada en nuestras elecciones.

De seguir las cosas como la lógica indica, Taddei-Espadas-Bell-Humphrey-Montaño y De-la-Cruz serán acreditados por su ayuda para que las elecciones mexicanas regresaran al estadio predemocrático: cuando ocurrían con puntualidad, pero sin sorpresa posible en el resultado.

Porque al menos por un par de décadas, votar ya no fue sólo votar. Desde mediados de los 90, luego del trauma de 1988, muchas y muchos empeñaron algunos de los mejores años de su vida a forzar al sistema a ceder el aparato que organizaba las elecciones.

De lo que se trató, desde luego, fue de que el PRI-gobierno estuviera impedido de cometer trampa desde la organización misma del proceso, tanto en los preparativos de la jornada electoral como en el desarrollo de la misma y, subrayadamente, al contar y validar los votos.

A votar se ha ido desde la Revolución. Todas y todos los mexicanos vivos, por más viejos que sean, pueden dar fe de que siempre han visto elecciones, de que, de haberlo querido, pudieron haber ido a la urna cada tres años a tachar múltiples boletas cada vez.

De forma que, quien diga que la elección del 1 de junio fue un éxito porque prácticamente se instalaron todas las casillas y se contaron todos los votos, tiene su cabecita troquelada por el pequeño gran priista que lleva dentro. Porque votar por votar no tiene chiste.

Votar ya era un ejercicio de confianza. No boba, ni carente de suspicacias. Pero que sí daba por sentado que el INE ejercería como vigía para que todos los votos contaran igual y que los tramposos al menos fueran ventaneados. El acordeón y el bando del INE que lo valida, entierran esa confianza.

COLUMNAS ANTERIORES

Acordeones forever
La agenda con Trump de una hija del TLC

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.