En junio de 2023, la precandidata Claudia Sheinbaum compartió en la red social X una vieja fotografía de su activismo. En la imagen, se le ve protestando en una visita del presidente Carlos Salinas a California.
La imagen apareció en The Stanford Daily en octubre de 1991, tiempos en que se pergeñaba el Tratado de Libre Comercio, antecesor del T-MEC. En ella, Sheinbaum exhibe una pancarta que reza “Fair Trade and Democracy Now!!” (Comercio justo y democracia ahora).
Cuando hace dos años Sheinbaum republicó esa fotografía, escribió: “Desde que era estudiante, luchaba por la democracia, por la justicia social y contra el modelo neoliberal del que se beneficiaban sólo unos pocos (…). Protestamos durante una visita de Carlos Salinas reclamando democracia para México y un comercio justo entre Estados Unidos y nuestro país (…). Conservo el mismo sentimiento y anhelo de justicia social, para que haya patria para el pobre y patria para el oprimido”.
Convertida en presidenta de México, Sheinbaum tenía hoy una cita con esa que fue en el pasado. Iba a tratar de defender un comercio justo con Estados Unidos, y a los migrantes, desde luego.
La agenda de Donald Trump cambió de última hora, y el cara a cara con el mandatario de Estados Unidos se pospuso, pero las dudas sobre la relación bilateral permanecen cinco meses después del regreso de Trump al poder.
Aunque se autodenomina “hija del 68”, la alianza del obradorismo con el Ejército cancela cualquier expectativa de que haya rendición de cuentas de las Fuerzas Armadas por delitos del pasado; por ende, para efectos prácticos, la presidencia de Claudia podría quedar marcada no por lo que haga para aclarar las responsabilidades de los militares en la represión de los 60 o los 70 –incluida la matanza de Tlatelolco–, no por la parte de “democracia ahora”, sino por el tratado que combatía en 1991, por velar por lo que entonces exigía.
Quien como estudiante demandaba “comercio justo”, ahora ha de convencer a Trump de dar a México un trato digno en esa y otras materias.
Trump es transaccional. Cede y modifica su postura si puede presumir que al negociar ganó. La cuestión es qué puede ofrecer Sheinbaum a cambio de que Washington modere su política de “recuperar”, vía aranceles, empleos de fábricas de Estados Unidos que se instalaron en México.
Aunque la reunión tendrá que esperar, hubo antes de la misma indicios sobre a qué atenerse en el preámbulo de una cita Sheinbaum-Trump:
–Donald Trump advirtió ayer en un mensaje que va a endurecer sus redadas en ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, donde los migrantes mexicanos abundan. Es un gesto inequívoco en contra de México.
–No cesan las versiones de que hay políticos mexicanos en la mira de agencias de Washington. A pesar de desmentidos de ambos gobiernos, el ambiente sigue saturado por filtraciones de supuestos nombres o incluso listas. Esto golpea a Morena, es decir a Claudia.
¿Qué le iban a pedir a México? ¿Comerse los aranceles sin esperar mayor trato preferencial? ¿Ceder a la sed de los halcones por realizar operativos en suelo mexicano para detener criminales? ¿Apertura del sector energético? ¿Revertir expropiaciones como en el caso Calica? ¿Silencio público ante la dura agenda antiinmigrante de Washington?
La semana pasada, la presidenta Sheinbaum recibió al subsecretario de Estado, Christopher Landau, en Palacio Nacional. Al comentar lo hablado con el enviado de Trump, la mandataria dijo que se trató de una visita de “cortesía”, una palabra que no rima con esta Casa Blanca. Ayer, Landau adelantó supuestos avances para acuerdos en seguridad. Es decir, para Estados Unidos hubo más que cortesía.
Ojalá Claudia Sheinbaum tenga la destreza para conseguir de Trump –lo vea pronto, o hable por teléfono o reciba al secretario de Estado, Marco Rubio…– comercio justo, trato a los paisanos respetuoso del debido proceso y respeto a la soberanía.
De lo único que puede estar tranquila es de que no le demandarán “Democracy”. Esa parte de su cartel en California no le importa a Trump. Si acaso, querrá (“now”?) más entregas de criminales.