La gobernadora Marina del Pilar Ávila cumple dos semanas sin visa de Estados Unidos. Este caso es uno más de la disfuncional forma de Morena de meterse el pie y comprometer el futuro.
En estas dos semanas hemos pasado de la sorpresa por la noticia, con un torrente de especulaciones sobre la irregularidad (o cosa más grave) que habría llevado a Estados Unidos a esa decisión, a atestiguar la defensa de la presidenta Sheinbaum y de Morena a su correligionaria.
El hecho mismo de que la situación parezca destinada a perpetuarse motiva a explorar los costos, locales y nacionales, de que las y los bajacalifornianos tengan una representante que no puede moverse a negociar por ellos a suelo estadounidense.
Y si bien las autoridades migratorias estadounidenses pueden abusar de discrecionalidad, pende sobre Marina del Pilar la sospecha de algo indebido. Por ello, su interlocución con autoridades foráneas se verá afectada: más allá de cuestiones logísticas, es un tema de confianza.
Mientras la situación no sea aclarada, ¿debería pedir licencia la gobernadora Marina del Pilar? Esa decisión sólo la puede tomar quien, al mismo tiempo, saldrá más afectada políticamente si el gobierno de un estado como Baja California no opera adecuadamente: Claudia Sheinbaum.
Ahora que le madrugaron a la presidenta Sheinbaum al revelar que tiene un plan para quitarle el carácter de autonomía a las fiscalías de los estados y a la de la República, tuvimos un ejemplo más del impulso centralizador de la mandataria.
Sheinbaum cree que desde la Federación ha de coordinar a los estados e incluso municipios en temas de seguridad. Se usa la palabra “coordinar” como una manera para disfrazar lo que en realidad es una pretendida sumisión de esos niveles de gobierno.
En concreto, la presidenta quiere tener más autoridad en el gobierno y sobre otras administraciones (en enero, para dar otro ejemplo, reunió a alcaldes que representan una unidad administrativa que goza de autonomía, para decirles en qué han de gastar parte de su dinero).
Y eso nos devuelve a Marina del Pilar Ávila. Mientras la presidenta hace ajustes a la administración para ejercer más unipersonalmente el poder, tiene que compartir éste con personajes de su movimiento que por distintas razones están lastrados por escándalos.
Sheinbaum estará mañana en Sinaloa, a donde no es casualidad que no haya ido en meses. Es obvio que las condiciones de seguridad en ese estado son, para decirlo suave, frágiles, pero no es menos obvio que visitar al gobernador Rubén Rocha le cuesta, antes que aportarle.
La situación en Sinaloa tras el plagio de Ismael El Mayo Zambada en julio pasado, cosa que desató una guerra que está lejos de cesar, no es culpa de Rubén Rocha.
Pero tampoco es aventurado decir que quizá con otra persona en el gobierno sinaloense, la ciudadanía de ese estado se sentiría más representada que con alguien que fue implicado por el propio plagiado.
¿Hizo la presidenta Sheinbaum algo para que Rocha dejara el espacio a alguien más aceptado? Todo lo contrario. Y parece que en Baja California ocurrirá lo mismo.
Por lo visto, en sus primeros siete meses de gestión, la mandataria cree que puede tener un proyecto sexenal exitoso a pesar de que no cuente con la mejor ayuda de algunos de sus correligionarios.
Es muy revelador que quien se presenta como alguien técnico, que quiere presumir equipo eficaz, luego crea que lo de Marina del Pilar y su visa no se traducirá en déficit gubernamental, local y federal. Muy revelador. Y en su momento, la misma presidenta lo verá aunque hoy cierre los ojos.