La Feria

El viraje castrense de la ‘hija del 68′

La presidenta Claudia Sheinbaum, quien se define a sí misma como ‘hija del 68’, quien honró la memoria de las víctimas de Tlatelolco, permitió un homenaje de la Defensa a uno de los protagonistas de la represión que hasta hace muy poco deploraba.

Solidaridad con Héctor de Mauleón, a quienes morenistas quieren censurar.

El presente es una batalla por resignificar el pasado. Por ello, la llegada de la izquierda al poder supondría, en un país como México, una oportunidad para corregir deudas históricas, como las que se tienen con víctimas de la Guerra Sucia y de las represiones del tiempo del PRI.

La administración de AMLO dio algunos pasos en ese sentido. Fueron claramente insuficientes, sobre todo por la resistencia al respecto de las Fuerzas Armadas, tanto en los hechos del caso Ayotzinapa como en el periodo que investigó la “Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990”, colectivo que denunció la renuencia castrense a colaborar.

Y contra lo que se hubiera esperado, que el nuevo sexenio encarnara una nueva oportunidad de verdad y justicia, la presidenta Claudia Sheinbaum tropieza muy temprano al permitir una señal en sentido inverso: que se honre desde la defensa a un artífice de la represión.

El lunes pasado, con la presencia del general secretario Ricardo Trevilla, fueron depositados en el Panteón de Dolores de la capital los restos –guardia de honor incluida– del general Hermenegildo Cuenca Díaz, titular de la Sedena en tiempos de Luis Echeverría y uno de los protagonistas de la Guerra Sucia en Guerrero y de la represión del Jueves de Corpus de 1971.

Para la izquierda –y debería serlo para toda la nación, pero precisamente ese es parte del problema–, el llamado Halconazo es un momento seminal. La tambaleante democracia mexicana no se entiende sin esa represión y sin la indignación que provocó.

De hecho, en su primer año en el gobierno de la Ciudad de México, Sheinbaum encabezó una ceremonia para, justamente, comenzar a darle a esa fecha –que el PRI nunca reconoció y el PAN poco hizo por esclarecer y menos por buscar justicia– la dimensión que merecía.

En esa ocasión, Rosaura Ruiz, hoy secretaria de Estado en el gobierno federal, dijo en su calidad de oradora oficial que “no podemos callar el hecho de que ese infame Halconazo, donde cayeron asesinados cuando menos 42 jóvenes, fue una siniestra represión y la continuación de un acto genocida que comenzó con la matanza de Tlatelolco y se extendió a lo largo de lo que se conoce como la Guerra Sucia, que produjo centenas de desaparecidos”.

Ruiz narró en esa ceremonia de 2019 que ella estuvo presente en esos hechos, a los que calificó de “crimen de Estado”, y culpó de los mismos a Luis Echeverría y a “varios de sus colaboradores”. Entre esos colaboradores no mencionados estaba el general Cuenca Díaz.

Reportajes como el publicado por Jacinto Rodríguez Munguía en 2021, 50 aniversario de esa masacre, dan cuenta de cómo Cuenca Díaz “no solamente supo con anterioridad lo que harían Los Halcones, sino que desde la noche del 9 de junio de 1971 alistó al personal médico de la institución para auxiliar a los paramilitares y puso en marcha una operación militar para sellar la ciudad y contener cualquier protesta social que pudiera surgir como respuesta a la represión”. (https://aristeguinoticias.com/1006/mexico/a-50-anos-del-halconazo-la-operacion-militar-del-jueves-de-corpus/).

Y de la participación de Cuenca Díaz en la Guerra Sucia en Guerrero sobran investigaciones. Aquí, sólo como ejemplo, el informe de la Comisión de la Verdad de ese estado publicado en 2021: “En marzo de 1971, el entonces secretario de la Defensa Nacional, Hermenegildo Cuenca Díaz, instruyó a sus órganos internos, con riguroso carácter secreto, sobre el Plan Telaraña, cuya misión fue erradicar la guerrilla, a cuyos integrantes, por conveniencia y para no deteriorar la imagen de México, se les llamó maleantes o gavilleros”.

Como mandatario, Andrés Manuel fue muy insistente en lavar la cara al Ejército por sus pendientes del pasado, atribuyendo la responsabilidad al comandante supremo. Es decir, si en la guerra sucia o en Ayotzinapa actuaron mal, sería responsabilidad de quien presidiera la República.

Bajo esa lógica, la presidenta Claudia Sheinbaum, quien se define a sí misma como “hija del 68” y quien en su primer mañanera (02/10/24) honró formalmente la memoria de las víctimas de Tlatelolco, permitió, como comandanta suprema, un homenaje de la Defensa a uno de los protagonistas de la represión que hasta hace muy poco deploraba.

Para no ir más lejos, 11 meses atrás, ya como presidenta electa, puso en sus redes sociales este mensaje: “Hace 53 años, el 10 de junio de 1971, una manifestación estudiantil fue duramente reprimida a través de un grupo paramilitar conocido como Los Halcones. Somos distintos. Nosotros garantizamos la libertad de expresión, de reunión, de concentración y movilización, y nunca usaremos la fuerza del Estado para reprimir al pueblo”.

“Somos distintos…”, pues no parece, la mera verdad.

COLUMNAS ANTERIORES

Un narcopaís
Julio Berdegué: El enojo del señor de las moscas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.