En la filtración presentada estos días por Carmen Aristegui destaca lo relativo a Arturo Zaldívar, exministro de la Suprema Corte e integrante del actual gabinete.
En apretado resumen: el equipo de AristeguiNoticias obtuvo chats y un testimonio que indicarían que, siendo ministro de la Suprema Corte, Zaldívar habría maquinado —a través de Javier Tejado, alto directivo de Televisa (ambos ayer por la tarde negaron vía redes sociales las denuncias periodísticas)— tanto un posicionamiento en redes como una “guerra sucia” en contra de un par de ministros y otros integrantes del Poder Judicial.
Las revelaciones ameritan una investigación del propio Poder Judicial, sin óbice de que en cosa de cuatro meses se renueve la Corte por la elección del 1 de junio. E igualmente es posible que algunos de los difamados por supuestas órdenes de Zaldívar presenten denuncias.
Cosa aparte es, sin embargo, lo que toca a la presidenta Sheinbaum; el material de AristeguiNoticias deja al hoy colaborador de Morena como alguien que recurriría a métodos políticos muy, pero muy ajenos a la presumida honestidad valiente, por decir lo menos.
A punto de iniciar la fase más importante de la elección judicial, y una vez que la presidenta logró que las autoridades electorales dieran luz verde a la promoción gubernamental de la misma, llega este escándalo que pega en el corazón de ese proceso.
Arturo Zaldívar no sólo es un ministro que quiso beneficiarse de un cambio de última hora por parte del gobierno anterior para permanecer como presidente de la Corte; no sólo es quien con su renuncia posibilitó a AMLO un nombramiento más en la Suprema Corte y no sólo es quien ha contribuido a destripar el Poder Judicial, que una vez le acogió: es la cabeza del comité que la presidenta nombró para sacar a su nombre un listado de candidatos a la elección judicial.
Ése que presume haber resistido a Calderón, ése que ya había sido protagonista de acusaciones por maniobras para doblar jueces en asuntos que le interesaban a López Obrador, ése que —según la denuncia periodística— embarraba a sus adversarios con recursos de la Corte presuntamente administrados en Chapultepec 18… ése mismo fue designado por Claudia como filtro de candidaturas. Por ende, hoy es imposible no poner en la sombra de la suspicacia el listado del Poder Ejecutivo.
Qué escándalo tan inoportuno para la mandataria. Justo cuando el gobierno federal pretende apurar una ley para controlar lo que se emite en los medios de comunicación electrónicos y las redes sociales, se desvela una trama que diría más o menos lo siguiente: un actual integrante del gabinete de la mismísima presidenta habría recurrido en el pasado a un alto funcionario de la televisora más importante a fin de instrumentar una serie de calumnias, unas más graves que otras, en contra de juzgadores.
Teniendo a la vista este antecedente que ahora se hace público, qué pensar de que Zaldívar, quien de tiempo atrás presume su supuesta independencia, en la reforma judicial juzgó si una o un aspirante cumplía con los requisitos —incluido el de tener buena fama—.
La reforma judicial tiene retos por delante además de la elección misma. La pretendida ley de telecomunicaciones, por su parte, es también una materia con diversas complejidades. En ambos procesos no debe haber espacio a suspicacias.
Por lo anterior, una presidenta honesta como ella tendría que aplicar aquello que atribuyen al César: los colaboradores de la mandataria no sólo han de ser probos e independientes, sino deberán estar fuera de toda duda al respecto. ¿Qué hará Claudia Sheinbaum con Arturo Zaldívar?