La Feria

La generación 2025

Un gobierno fuerte y dadivoso es mejor calificado que uno que propone dividir el poder. En ese sentido, la nueva generación terminaría viendo con buenos ojos la elección judicial.

El 1 de junio podrá votar por vez primera una o un mexicano nacido en 2007. Asumiendo una familia politizada, creció en medio de la polémica “del fraude (o no) a AMLO”. A diferencia de hace tres sexenios, sufragará en un ambiente donde la oposición no pesa. Sobran quienes hoy recurrentemente doblan las campanas por la democracia mexicana. Son los sepultureros de una narrativa en la que Morena mató el incipiente modelo democrático de México. Las siguientes generaciones tendrán la última palabra al respecto.

Lo cierto es que en sólo tres sexenios un modelo político se comió al otro. O uno se devoró a sí mismo mientras el actual se nutría de sus restos. Porque esos que disputaron el 2006 hoy ya no existen.

Aquella pugna se saldó no con la revancha de Andrés Manuel en 2018, sino en todos estos años desde la llegada de López Obrador al poder, y con la renovación de Morena en la Presidencia y en las mayorías del Congreso, no se diga en múltiples gubernaturas.

Es a la oposición a la que le urge revisar el 2006. Verlo como el año de su última oportunidad, coyuntura de la que salió tan maltrecha, y donde el PAN resultó tan incapaz para reconfigurarse que su mejor opción fue regresar el poder a su némesis. El resto es historia.

Morena no es el PRD de 2006. Con sus virtudes y sobre todo con sus defectos, éste era la suma de fuerzas, entre ellas para empezar el cardenismo. El movimiento que ganó hace casi siete años tiene el perfil de un tabasqueño. No más, pero tampoco menos.

Cada uno a su manera, PRI, PAN y MC fueron artífices de la transición. El tricolor renunció a parte de lo que era para dar paso a las alternancias, los panistas que forzaron la derrota priista llegaron al poder y lo perdieron sin volver a encontrar su alma, y los naranjas… los naranjas son una incógnita.

En todo caso, Morena sí intenta construir un nuevo sistema, mientras la oposición sigue sin encontrar su lugar ante ello; como nostálgicos ejércitos (cada vez más mermados y marginales) de un paradigma que no necesariamente dice algo atractivo a la nueva generación.

Las pugnas internas en Morena, o los choques de los guindas con el PT y con el PVEM (por candidaturas del 2027 v. gr.) no son capitalizados fuera porque la oposición no tiene una propuesta que no sea alternativa ni al pasado que le descalifica, ni a un gobierno popular.

Aun con el retiro del líder fundador de Morena, es más probable que el oficialismo siga sumando cuadros opositores defectores, a que alguna figura del régimen intente un éxodo para instalar una nueva tribu y se cobije para ello en siglas opositoras.

Esto pudiera deberse a que la oposición no tiene, sobre todo, discurso social comprable: las virtudes de la democracia liberal que durante décadas promovieron están en horas bajas en el mercado de los votos.

Un gobierno fuerte y dadivoso es mejor calificado que uno que propone dividir el poder y basar la dinámica social en una supuesta lógica meritoria. En ese sentido, la nueva generación terminaría viendo con buenos ojos la elección judicial porque refuerza al nuevo régimen.

Quienes en cosa de un mes inauguren su derecho a votar, o quienes lo hagan por segunda vez tras estrenarse en 2024, son la generación que siente que está contribuyendo a construir algo, porque además los otros no han explicado qué alternativa no desprestigiada encarnan.

Ante la generación 2025, la oposición es cada vez más espectral, puro pasado.

COLUMNAS ANTERIORES

Telecomunicaciones... si Corral fuera panista
¿Quién manda aquí?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.