La Feria

Un lector, un amigo

Salvador Camarena dejó de lado los temas políticos para escribir una carta de despedida a su amigo y fiel lector, Joaquín Piña Armendáriz.

Hace poco más de cinco años G., de profesión agrónomo, me llevó a ver una parcela en Morelos. Era para una pequeña huerta de limas. Su patrón le había pedido que me mostrara el predio. “El licenciado hace proyectos como si no se fuera a morir”, murmuró. Ese incansable emprendedor se llamaba Joaquín Piña Armendáriz, era un lector y un amigo.

Quienes no deseen leer una nota personal, pueden dar vuelta a la página aquí; nos leemos el lunes y tan amigos como siempre. Hay días para todo, y hoy es para Joaquín, fallecido el miércoles.

Una de las muchas satisfacciones del periodismo es encontrar lectoras/es. Que alguien acuda a la cita con un texto hecho la víspera, que el encuentro, por diversas razones, se vuelva habitual, es tan azaroso como mandar una botella al mar con un mensaje adentro.

No es falsa modestia, es que toca al otro decidirse a leer. Siempre tengo presente eso de: “vale la pena leer tal cosa, o tal columnista”: obligado recordatorio de que leer implica esfuerzo, al que como periodista no has de agregar el fardo de una pobre redacción o innecesaria extensión.

En ocasiones, la fortuna de tener lectoras/es va más allá y se materializa en diálogos cara a cara. No creo que la gente sepa lo agradable que es cuando se acercan y saludan porque, declaran, te leen. Gracias siempre.

Hace unos 10 años Joaquín le pidió a un colega que nos presentara. Tomamos un café. Le interesaban muchas industrias, el agro en particular. Tenía conocimiento y análisis, y hartos amigos en giros distintos en varios países. Y muchas, muchas anécdotas.

Pero sobre todo tenía interés en saber; en que a México le fuera bien. No recuerdo haberlo oído maldecir ni una sola vez mientras exploraba las sinrazones de nuestra política, a la que siempre vio como mejorable.

“Ad astra per aspera”, solía ser una de las formas en que se despedía. No cargaba esa frase sobre las dificultades para alcanzar el triunfo sino con ánimo resuelto e irreductible optimismo. Y risas. Un poco al estilo de Fray Servando Teresa de Mier: “Mi genio es festivo, el asunto trágico”.

Habíamos festejado sus 80 años hace no tanto. ¿Retirarse? Qué insensatez. Trabajó hasta el último minuto en innovar cultivos, de higo, por ejemplo, en soñar nuevas parcelas. Todavía la semana pasada me contó de una nueva bomba de energía solar para regar las limas.

Sin desde luego conocerlo, el autor italiano Francesco Alberoni lo describió perfectamente: “El amigo ha de ser abierto, lleno de vida, divertido, no debe aburrir ni abrumar. La amistad debe ser fresca, ligera, incluso cuando es heroica. La amistad dice siempre, incluso delante de la muerte: ‘no hay de qué‘”.

Si el periodismo no sirve para encontrar lectores como Joaquín, entonces no tiene mucho sentido. Asumo que hay frente a estas líneas en este momento muchas y muchos Joaquines. Gente resuelta a que el país mejore a pesar de los malos políticos de todos los partidos, y gracias, entre otros, a los buenos políticos también de todo el espectro. Gente que lee prensa de forma comprometida.

Decía Monsiváis que Manuel Buendía confiaba en la “dimensión civil de cada uno de sus artículos”; creo que amerita confiar México a la dimensión civil de cada uno de los buenos lectores como Joaquín.

Gracias Joaquín, lector y amigo, por siempre hacer cosas como si no te fueras a morir. Ya nos reuniremos, copa de prosecco de por medio, en cualquier fin de semana de la eternidad. Con Bárbara, y con tantas series y libros por comentar.

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