La Feria

Acuerdo nacional por el abasto

Claudia Sheinbaum heredó un problema. Pero no tendría que ser una fatalidad. Cuenta con funcionarios con criterio y sólo falta una cosa: hacerse de más apoyo, de la industria y de expertos.

Una de las herencias del anterior sexenio que involucra más complejidad no sólo técnica sino sobre todo por el costo humano implícito, es el desabasto médico. Por ello, lo mejor que podría pasar es que el gobierno federal impulse un acuerdo nacional por el abasto.

No es necesario abundar mucho en las distintas narrativas que desde 2018 se instalaron sobre la forma en que se compran y reparten los medicamentos para el sector salud. Siendo honestos, cada parte interesada dice algo de verdad.

El gobierno tiene razón en que las capacidades institucionales para servicios sanitarios se debilitaron a favor de particulares. Se llegó al punto de pagar a la IP por regentear hospitales “públicos”. Morena quiere volver a un modelo estatista.

Las empresas, por su parte, impulsaron el paradigma privatizador para copar cuanto espacio pudieron (el Estado llegó a carecer de mezcladoras, cosa que descubrimos en una crisis oncológica). Y lo mismo ocurrió con la incapacidad oficial para distribuir medicinas.

Ese modelo generó intermediarios profesionales y otros corruptos. Sin embargo, desde 2018 el nuevo grupo en el poder ha fracasado en sus distintos intentos por corregir algo que era mejorable, agregando un padecimiento extra a las personas enfermas.

Por sus diferencias públicas con funcionarios de salud de YSQ, Claudia Sheinbaum fue vista con la expectativa de mejora. Y dos de las designaciones de la presidenta, la de David Kershenobich y la de Eduardo Clark, como uno y dos de Salud, nutrieron la esperanza.

Pero la realidad es más dura de roer y el primer saque de la administración Sheinbaum por corregir el desabasto han tenido tropiezos que han abierto la duda de si no estamos ante otro fracaso de la era morenista en este rubro.

Creo que es muy prematuro vaticinar tal cosa, pero reconozco que no soy yo quien estuvo esta semana un par de horas en una fila de una farmacia pública sólo para recibir la noticia de que no hay el remedio que un médico de esa misma clínica u hospital me recetó.

El martes el gobierno informó que prácticamente se tiene asegurado el abasto de 97.4 por ciento de las piezas de medicamentos. Es una verdad muy relativa, pues en realidad se tiene adjudicado 74 por ciento de las 4 mil 982 piezas requeridas, y en “los próximos días” se adjudicarían otro 24.4%. No sobra decir que el proceso acusa retraso y que las autoridades han recurrido a parches y discrecionalidades que podrían manchar la legalidad y la equidad del proceso.

Sin embargo, lo más grave es que entre las mil 318 claves para las cuales no hubo propuestas técnicas satisfactorias, están productos para padecimientos recurrentes en la población y por ende prioritarios para salud pública: la hipertensión arterial y la diabetes, entre otros.

Clark ha sido ponderado por la industria farmacéutica pues ha recibido a decenas de empresarios del ramo. Y Kershenobich, exdirector del hospital de Nutrición, sabe de primera mano lo importante de garantizar tratamientos para pacientes con enfermedades crónicas.

Y la presidenta Sheinbaum dobló la apuesta al decir el martes que en dos meses no habrá desabasto.

Dado que lo común es que una vez que se hacen los pedidos inicie una producción que puede llevar más de doce semanas, difícilmente la industria estará lista para ayudar a Claudia a cumplir su promesa. Y si a ello se añade que desde el sexenio anterior se adeudan 11 mil millones de pesos a los farmacéuticos, el caso se complica más.

El desabasto no comenzó en 2018, y prueba de ello es que hay organizaciones de la sociedad civil que desde antes de ese año procuran ayuda a pacientes que no pueden darse el lujo de que en los centros de salud públicos no se cuente con sus medicinas.

Una discusión mediática que encuentre en un solo caso, incluso una sola clínica u hospital, con desabasto la comprobación de que todo el nuevo intento de Sheinbaum es fallido será de poca o nula contribución a resolver el problema.

Mas lo mismo se puede decir de cualquier gobernante de Morena, local o en sus instancias federales, que asegure que las denuncias por la carencia de instrumental, equipos, medicinas o personal en un sanatorio es pura “politiquería”.

El desabasto no se va a corregir en dos meses y menos si el gobierno se afana en no escuchar las denuncias, bien sean las de aquellos colectivos que tienen capacidad para hacer formulaciones sistemáticas, ya sean las de pacientes o incluso personal médico.

Claudia Sheinbaum heredó un problema. Pero no tendría que ser una fatalidad. Cuenta con funcionarios con criterio y sólo falta una cosa: hacerse de más apoyo, de la industria y de expertos, para más pronto que tarde corregir de una vez por todas este problema.

El diálogo, y no el sectarismo, por parte del gobierno; la capacidad de valorar avances al tiempo que se proponen soluciones, por parte de instancias cívicas, incluidos los laboratorios, podrían llevarnos a que nadie se quede sin sus medicinas.

Lo contrario es un fracaso colectivo, no sólo de la Presidenta.

Un acuerdo nacional por el abasto sería la alternativa que conjunte asociaciones civiles, empresarios y gobiernos. Preferible pecar de candidez, que conformarse con una realidad donde imperen el triunfalismo oficial que ni ve ni oye a los enfermos, una industria que apuesta a medrar con el caos y el tremendismo mediático.

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